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La renuncia de Daniel Quintero para impulsar a su candidato no se refleja en las encuestas

Juan Carlos Upegui está más lejos de Federico Gutiérrez que hace tres semanas, cuando su jefe político dejó la Alcaldía de Medellín para participar activamente en política

Juan Pablo Vásquez
Daniel Quintero y Juan Carlos Upegui
Daniel Quintero hace campaña para Juan Carlos Upegui en la comuna de Manrique, en Medellín (Colombia), a principios de octubre.quinterocalle

Cuatro años podrían ser suficientes para que Daniel Quintero pase de la gloria al fracaso. En octubre de 2019 ganó sorpresivamente la Alcaldía de Medellín y hoy, a pocos días de que se celebren las elecciones para elegir a su sucesor y tres semanas después de que haya dejado el cargo para empujar a su candidato, las encuestas muestran a Federico Gutiérrez, uno de sus principales detractores, como el claro vencedor. Juan Carlos Upegui, el ungido de Quintero, nunca despegó, ni siquiera tras la dimisión del alcalde para evitar cualquier sanción disciplinaria y meterse de lleno en la campaña.

Tres encuestas publicadas este jueves así lo demuestran. Según Invamer, Gutiérrez puntea con 71% y Upegui es un rezagado segundo con 10,5%. Para Guarumo, el exalcalde suma el 62,6% de la intención de voto, y Upegui el 16,6%. Y GAD3, con un tracking que publica RCN cada día, tenía este jueves a ‘Fico’ con el 64,5%, contra 14% del candidato del continuismo. El desenlace, salvo algo extraordinario, parece cantado.

Es difícil saber qué momento marcó el inicio del declive de Quintero. Los primeros pasos de su mandato atrajeron la atención del país y creó una imagen positiva alrededor de su figura. Era difícil no simpatizar con su historia: proveniente de un barrio trabajador, perdió a su madre en la adolescencia, se graduó de la universidad a pesar de las dificultades económicas, fue un exitoso emprendedor digital, cursó estudios de posgrado en el extranjero y se abrió a pulso un espacio en la política, desde afuera de los partidos tradicionales, empezando por la aventura antipolítica del Partido del Tomate en 2013.

Su vida era el periplo de un héroe; su victoria era vista como la de un outsider que criticaba al statu quo político y económico, acusando al establecimiento empresarial de la ciudad, encarnado en el Grupo Empresarial Antioqueño (GEA), uno de los conglomerados más importantes de Colombia, de “comportarse como una especie de mafia” y controlar a su antojo a las Empresas Públicas de Medellín (EPM), la poderosa empresa de la ciudad.

Pocos días después de su victoria, el entonces alcalde electo asistió a una entrevista con el periodista Yamid Amat, en horario prime time, y relató las adversidades que sufrió en su juventud. “Me iba caminando para la universidad y recuerdo que como no tenía que comer y había cosecha de mangos, yo los recogía y me los comía. Pero un día se acabaron los mangos y literalmente por hambre me tocó retirarme de la universidad”, dijo al aire con voz temblorosa.

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Pero una cosa es ser candidato y otra gobernante. La emoción se diluyó a medida que avanzó su gestión. Crecieron los desencuentros con el GEA y los señalamientos de que las administraciones pasadas habían manejado mal la construcción del megaproyecto hidroeléctrico Hidroituango, pero a la vez sus primeras designaciones en EPM crearon molestia por tratarse de novatos en sus lides.

Esta contienda coincidió con los intentos del Grupo Gilinski, el conglomerado propietario del Banco Sudameris, Rimax, Yupi y Revista Semana, por tomar control de las empresas del GEA a través de ofertas públicas de adquisición. En buena parte del empresariado medellinense no cayó bien la postura de confrontación del alcalde en medio de las tomas hostiles que amenazaban el manejo de compañías que tienen su principal sede en la ciudad y emplean a miles de sus habitantes, como Bancolombia, Nutresa, Grupo Argos o Sura.

Quintero venía del Partido Liberal —en 2014 fue candidato a la Cámara de ese partido en Bogotá — y de ser viceministro de TIC del Gobierno de Juan Manuel Santos. Nadie lo identificaba como un político de izquierda y fue por eso que su acercamiento con estos sectores resquebrajó su relación con la ciudadanía. Medellín ha sido un fortín para el uribismo y la derecha a lo largo de las últimas dos décadas. Aunque han salido elegidos alcaldes ideológicamente ubicados en el centro, como Sergio Fajardo y Alonso Salazar, los partidos de derecha siempre obtienen importantes votaciones y la izquierda no. En la primera y segunda vuelta de las pasadas elecciones presidenciales triunfaron Federico Gutiérrez y Rodolfo Hernández, respectivamente, que están más a la derecha si se les compara con Gustavo Petro.

Tampoco fue bien visto que varios miembros del gabinete de Quintero, incluyendo a su entonces secretario de la No violencia Juan Carlos Upegui, renunciaran a sus posiciones para unirse a la campaña de Petro en 2022; así como se criticó que Álex Flórez y Alejandro Toro, amigos cercanos del entonces alcalde, fueran incluidos en las listas del Pacto Histórico al Congreso; y que Independientes, el movimiento que impulsó su elección en 2019, volcara sus esfuerzos para apoyar al líder de izquierda y hoy presidente.

La confirmación de la preferencia de Quintero por la izquierda —atributo que ocultó cuando era candidato—, fue un video que difundió en redes sociales y le valió una sanción de la Procuraduría. En la pieza audiovisual se le veía montado en un carro, maniobrando la manija de velocidades y compartiendo un mensaje claramente alusivo a la campaña de Petro. “El cambio en primera”, decía sonriente.

Quintero ha dedicado sus últimas tres semanas a recorrer las calles y apoyar a sus candidatos. Principalmente en Medellín, con Upegui, pero también visitó el departamento de Córdoba, para promover la aspiración a la Gobernación de Gabriel Calle, quien cuenta con el aval del Pacto Histórico pese a sus orígenes liberales. Se le ha visto activo también en su cuenta de X —antes Twitter—, compartiendo gráficas de supuestas encuestas que muestran a Upegui y a Esteban Restrepo, su candidato a la Gobernación de Antioquia, con mejores números que en los estudios de Invamer, Guarumo y GAD3. Sin embargo, no está claro qué firma está detrás de estos ejercicios. Todo apunta a que la renuncia de Quintero no sirvió para evitar el descalabro electoral.

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Juan Pablo Vásquez
Es periodista de la edición colombiana de EL PAÍS. Nació en Bucaramanga, Santander. Anteriormente se desempeñó como periodista judicial en 'Revista Semana' y de investigación en Caracol Radio y 'Cambio'.

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