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El primer año de Petro en cinco fotos: un viaje del optimismo al pesimismo

Gustavo Petro afronta el reto de recuperar el impulso político tras un año en el poder mientras el escándalo de su hijo y los conflictos internos lastran la gestión de su Gobierno

Gustavo Petro, durante la conmemoración del aniversario de la Batalla de Boyacá.
Gustavo Petro, durante la conmemoración del aniversario de la Batalla de Boyacá.Mauricio Dueñas Castañeda (EFE)
Camila Osorio

Quizás parece prehistoria, pero hace un año el optimismo en Colombia sobre la presidencia de Gustavo Petro rondaba el 56%. Casi doce meses después, el pesimismo ronda el 59%. La luna de miel de la que gozan todos los gobiernos en su primer año se mantuvo en el primer semestre: el presidente logró aprobar una reforma tributaria progresiva, restablecer las relaciones diplomáticas con Venezuela, y sentarse a hablar cordialmente (y hacer alianzas) con antiguos enemigos políticos. El proyecto del cambio viajaba en una autopista despejada. Pero la vía se convirtió en una trocha empantanada durante el segundo semestre: los ceses al fuego de la paz total no arrancaban, la coalición del Gobierno se rompió ante la reforma a la salud, y declaraciones de antiguos aliados y del hijo del presidente propiciaron una herida profunda al Gobierno. El Petro conciliador que llamaba a la unidad política se ha convertido en uno más confrontacional que llama a manifestaciones para defender sus reformas ante los políticos, y que pelea seguido con el fiscal (un claro opositor) o los medios (cuando le molesta un ángulo desfavorable). Este lunes Petro afronta su primer aniversario y una semana clave para su futuro con el reto de recuperar el impulso político tras un año de gobierno mientras el escándalo de su hijo y conflictos internos lastran la gestión del presidente de Colombia. Así fue, en cinco fotos, el auge del optimismo y la caída libre hacia el pesimismo.

La calma que trajo un economista llamado José Antonio Ocampo

José Antonio Ocampo, en Bogotá, el 23 de noviembre del 2022.
José Antonio Ocampo, en Bogotá, el 23 de noviembre del 2022.Diego Cuevas

Después de ser elegido, los nerviosos de ser gobernados por la izquierda le rogaron al presidente que cuidara la economía y pensara bien sus decisiones para generar calma en los mercados. Petro escuchó la ansiedad, y el primer ministro que anunció fue el de Hacienda, José Antonio Ocampo, un economista socialdemócrata muy respetado a nivel internacional. “Es una persona seria, una persona que inspira confianza”, dijo entonces el presidente de la Asociación Nacional de Empresarios, el mayor gremio empresarial. Ocampo presentó una reforma tributaria en el primer día del Gobierno, el 8 de agosto, que la coalición oficialista en el Congreso aprobó en solo tres meses—un récord inédito. Fue una reforma progresiva que aumentaba el recaudo con impuestos para los más ricos, especialmente el sector petrolero, y cumplía con llenar las arcas del Estado para financiar las reformas sociales. Ocampo, además, mantuvo la calma ante la inflación y la subida del dólar, e incluso ante quienes se ponían nerviosos cuando la ministra de Minas, Irene Vélez, hablaba de frenar los nuevos contratos de exploración. El ‘adulto responsable’ de las finanzas, le llamaban. “Logré bajar casi cuatro puntos porcentuales las tasas de interés de deuda pública en pesos”, dijo a EL PAÍS cuando salió del gabinete en mayo. Su sucesor, Ricardo Bonilla, ha cuidado esa calma que Ocampo plantó.

Una nueva relación con Venezuela y con Estados Unidos

Gustavo Petro y Nicolás Maduro se dan la mano luego de la firma de declaración conjunta entre ambos mandatarios, en el Palacio de Miraflores, en Caracas, el 1 de noviembre de 2022.
Gustavo Petro y Nicolás Maduro se dan la mano luego de la firma de declaración conjunta entre ambos mandatarios, en el Palacio de Miraflores, en Caracas, el 1 de noviembre de 2022. Miguel Gutiérrez (efe)

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Otro giro que trajo Petro en sus primeros días fue el restablecimiento de relaciones con la Venezuela de Nicolás Maduro—dos Gobiernos que habían cortado las reuniones bilaterales durante seis años. Desde entonces, Petro y Maduro se han reunido varias veces y han acordado, por ejemplo, que los equipos de investigación colombianos puedan buscar restos de personas desaparecidas por paramilitares en Venezuela, y que el gobierno de Maduro acompañe el proceso de paz con la guerrilla del ELN—un grupo armado que opera, en parte, en territorio venezolano. Los dos países se beneficiaron económicamente cuando reabrieron el comercio en la larga frontera que comparten. Y, para quienes temían que la ideología del presidente y su relación con Venezuela pudieran interferir con la armonía de Colombia hacia su mayor aliado, Estados Unidos, Petro ha sido un fiel intermediario entre su amigo norteamericano y Maduro—sobre todo para presionar que este último que vaya a elecciones justas en 2024. Petro, además, se reunió con el presidente Joe Biden en abril, cuando volvió a reiterar que considera urgente cambiar el enfoque de la guerra contra las drogas. Si bien Biden no va a darle un vuelco a esta política por ahora, el tema no fue motivo de disputa, y los mandatarios acordaron cooperar en la protección del medio ambiente y, en particular, la Amazonía. “Espero que podamos profundizar la cooperación mutua”, dijo Biden tras la reunión. Poco tiempo después, uno de los grandes logros que pudo presentar presidencia fue una baja considerable en deforestación: un 29% de hectáreas destruidas menos en 2022 que en 2021.

La reforma a la salud de la discordia

Vicepresidenta de Colombia, Francia Márquez; Carolina Corcho, ministra de salud y el presidente de Colombia, Gustavo Petro durante la presentación de la reforma a la salud en Bogotá
La vicepresidenta Francia Márquez, la ex ministra de Salud Carolina Corcho y Gustavo Petro en la radicación del proyecto de la reforma a la salud, en Bogotá, el 13 de febrero de 2023. Fernando Vergara (AP)

La ilusión de unidad que generó el petrismo empezó a romperse en febrero, cuando el presidente presentó su reforma a la salud y varios de sus ministros protestaron. Se anticipaba que la propuesta generaría divisiones profundas en el gabinete, donde estaban enfrentadas dos visiones: la de la ministra de Salud, Carolina Corcho, que defendía la eliminación de las EPS (Empresas Prestadoras de Salud) para ser reemplazadas por un aseguramiento público; y la del exministro de Salud, Alejandro Gaviria, que estaba en la cartera de Educación, pero se oponía a la eliminación de las EPS por la ineficiencia que podría generar. Poco a poco la iniciativa fue quebrando a la coalición en el Congreso: se rebelaron conservadores, liberales, miembros del partido de La U, y la iniciativa consentida del presidente solo logró superar un debate de cuatro que enfrenta. Petro le pidió primero la renuncia a Gaviria, por su oposición a la reforma, y dos meses después a Corcho, por las resistencias que generaba. Salieron también José Antonio Ocampo y Cecilia López, en parte, por sus críticas a esa reforma. En total, Petro sacó a 11 de sus 18 ministros iniciales, algo inusual para un presidente en su primer año, y un símbolo de inestabilidad. El presidente pidió finalmente a los ciudadanos, no a los congresistas, que salvaran sus reformas sociales: convocó marchas en mayo y junio, cuando el bote de la unidad partidista ya se hundía. “Solicitamos que se aprueben las reformas que Colombia aprobó en las urnas”, le gritó al Congreso, en mayo, rodeado de una multitud cerca a la plaza de Bolívar. Ninguna de las tres reformas sociales—salud, laboral o pensional—ha sido aprobada.

Los golpes más fuertes vienen de los más cercanos: de Benedetti a Nicolás

Nicolás Petro y Daysuris Vásquez
Daysuris Vásquez y Nicolás Petro durante la ceremonia de posesión de Gustavo Petro, en la Plaza Bolívar de Bogotá, el 7 de agosto de 2023.Carlos Ortega ((EPA) EFE)

Si algo ha sido positivo para Petro en su primer año de gobierno es que no ha tenido un líder de oposición fuerte: mantiene una relación cordial con el expresidente Álvaro Uribe; un acuerdo para comprar tierras fértiles a los ganaderos que temían que les expropiaran; y quien casi le gana en elecciones presidenciales, el empresario Rodolfo Hernández, está investigado por corrupción y renunció a su posibilidad de ser Senador. Los golpes políticos más duros que ha recibido el presidente no vinieron de sus enemigos sino de sus más cercanos: el exembajador en Venezuela, Armando Benedetti, y su hijo mayor, Nicolás Petro. Los dos fueron centrales en la campaña presidencial en la costa Caribe, y los dos han señalado, en audios filtrados y ante la justicia, que las arcas de la campaña recibieron más dinero del que debían y del que reportaron. El primero fue Benedetti cuando, en medio de una pelea que tuvo con la exjefe de gabinete Laura Sarabia, se filtraron audios en los que él le recordaba que había conseguido 15.000 millones de pesos para la campaña y añadía: “en el momento en que yo diga quién dio la plata aquí en la Costa, yo sé que es esa mondá, tú que no sabes un culo de historia, lee cómo empezó el hijueputa 8.000″. Los audios no solo señalan una violación a los topes para financiar la campaña, sino que ese dinero pudo venir del narcotráfico—el proceso 8.000 fue la investigación penal a la campaña del expresidente Ernesto Samper por recibir dinero del cartel de Cali. Sobre el mismo asunto, Nicolás Petro dijo a la Fiscalía, en agosto, que dinero entró de forma ilegal a la campaña. El primogénito decidió hablar después de que su expareja, Days Vásquez, lo acusara de recibir y quedarse con millones de un exnarco y otros ‘donantes’ para la campaña. La primera vez que el presidente habló del tema, en marzo, se alejó de su hijo. ‘Yo no lo crié’, dijo. Ahora el hijo señala al padre y abre el escándalo político más difícil que enfrenta el Gobierno.

De la Operación Esperanza a la Paz Parcial

Llegada a Bogotá de los niños rescatados de la selva del Guaviare, el 10 de Junio del 2023.
Llegada a Bogotá de los niños rescatados de la selva del Guaviare, el 10 de Junio del 2023.NATHALIA ANGARITA

Por primera vez un exguerrillero gobierna a Colombia y, como prometido en su compromiso por acabar la guerra, ha intentado darle un nuevo enfoque a la fuerza pública que un día él combatió. Su momento de gloria más reluciente fue cuando impulsó exitosamente una alianza entre el ejército y grupos indígenas para que buscaran, durante más de 40 días, a cuatro niños perdidos en la selva amazónica. Una hazaña de película por cuyos derechos ahora compiten las grandes productoras del mundo. Petro no es el presidente que vino a reforzar la guerra y por eso propuso desde el primer día una ‘Paz Total’—dispuesto no a pelear, sino a sentarse en una mesa con los grupos armados. La Paz Total, sin embargo, aún no arranca del todo. El presidente anunció precipitadamente un cese al fuego con varios grupos en armas el primero de enero, pero no se materializó—el ELN salió rápidamente a desmentirlo, un golpe político que dejó la impresión de que el país vive más de los impulsos del presidente que de una política pública seria en seguridad. La ‘Paz Total’ no se ha caído, pero avanza a paso de tortuga: aparte de la mesa de negociaciones con el ELN, con quienes finalmente se oficializó un cese al fuego, las discusiones van lentas con las disidencias de las FARC o bandas urbanas como los Shottas y los Espartanos en Buenaventura. La paz toma tiempo —la negociación de gobierno de Juan Manuel Santos con las FARC tomó casi seis años. La total tomaría aún mucho más. En tres años que le quedan, esa tranquilidad total parece aún muy esquiva para la agenda ambiciosa que sigue prometiendo el presidente.

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Sobre la firma

Camila Osorio
Corresponsal de cultura en EL PAÍS América y escribe desde Bogotá. Ha trabajado en el diario 'La Silla Vacía' (Bogotá) y la revista 'The New Yorker', y ha sido freelancer en Colombia, Sudáfrica y Estados Unidos.

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