Documentos secretos del Ejército británico revelan vejaciones a presos
'The Guardian' destapa 'manuales de interrogación' que violan la legislación internacional
Nuevo golpe a los denigrantes abusos militares. Cuatro días después de que Wikileaks denunciara las sistemáticas torturas que durante años cometieron los soldados estadounidenses en Irak, la edición electrónica de The Guardian publica ahora que el Ejército británico entrena a sus interrogadores en métodos que incluyen humillación a los presos: desnudos, tratos vejatorios, privaciones sensoriales...
En una clara violación de los Convenios de Ginebra, el texto clave del Derecho internacional humanitario que prohíbe "cualquier coacción empleada para obtener información", el Ejército británico ha elaborado en secreto durante años manuales con los que enseña cómo provocar estados de terror, ansiedad y desorientación en los prisioneros.
Este material clasificado, utilizado en cursos de interrogación en profundidad y que incluye apartados como asfixia: signos y síntomas, recoge frases como "mantenlos [a los presos] desnudos si no cumplen las órdenes" o instruye sobre el uso de vendas para taparles los ojos. Además de estas, educa a los interrogadores en la utilización de instrumentos como bridas de plástico para esposarlos u orejeras, pues la privación de alguno de sus sentidos "es legal" si existen "razones válidas" para ello.
Otros documentos explican, en cambio, cómo provocar "malestar psicológico" a los capturados y, respecto a su descanso, explicitan que se le debe permitir al prisionero cuatro horas de sueño ininterrumpido. En cuanto al lugar donde el prisionero debe ser interrogado, los textos abogan por espacios de apariencia "repugnante" y, por supuesto, alejado de oyentes ajenos.
Todo este material de formación, fruto de la experiencia acumulada, según él mismo recoge, en la isla de Borneo, Malasia, Arabia Saudí, Palestina, Chipre e Irlanda del Norte, está fechado con posterioridad a la muerte de Baha Mousa en 2003. Este recepcionista de hotel iraquí fue torturado hasta la muerte por tropas británicas y su autopsia reveló 36 horas de tortura y 93 lesiones distintas. El Ministerio de Defensa británico fue condenado en 2008 a pagar a su familia una indemnización de más de tres millones de euros.
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