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La investigación del 'caso Gürtel'

Camps se queda sin cortafuegos

Dirigentes del PP temen que Ricardo Costa se vengue, que los zaplanistas se amotinen o que el presidente valenciano sea imputado por el Supremo

Carlos E. Cué

La crisis del caso Gürtel empieza a parecerse a una granada sin seguro. Todos los dirigentes del PP implicados saben que va a explotar en cualquier momento y se la pasan de uno a otro para estar lejos cuando eso suceda. Es lo que hizo el viernes Mariano Rajoy obligando a Francisco Camps a destituir a su número dos, Ricardo Costa. Horas después de que Esperanza Aguirre se adelantara a pasar la granada -expulsando de su grupo parlamentario a todos los implicados madrileños y dejando en evidencia a Rajoy-, el líder cortó al fin una cabeza y doblegó a su barón más querido, dando a sus críticos el gesto de autoridad que le pedían. "Lo que ha quedado al fin claro es que Mariano no va a pasar una con este tema, que está fuerte y dispuesto a tomar decisiones", sentencia un marianista.

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El líder se libra así de la presión, sobre todo mediática, y de las comparaciones con Aguirre. Sin embargo, dentro del PP casi todos los dirigentes consultados asumen que la caída de Costa sirve para ganar tiempo pero conlleva un grave problema: deja a Camps sin cortafuegos, ante la evidencia de que el presidente fue el principal responsable de contratar a Álvaro Pérez, El Bigotes, al que él mismo llamaba en las Navidades de 2008 "amiguito del alma". "Bueno, pues fíjate, fíjate si te debo", decía Pérez en aquella conversación para justificar sus regalos; a lo que Camps sentenciaba: "Quiero que nos veamos con tranquilidad para hablar de lo nuestro... que es muy bonito".

"Este es el principio del fin de Camps", señala un dirigente. Otros confían en el trabajo de los políticos valencianos que, una vez muerto Costa, están tratando de echarle a él la culpa de todo para recobrar una unidad interna que no existe desde que Camps sucedió a Eduardo Zaplana. La mayoría teme que los zaplanistas, instalados en Alicante, puedan llegar el martes al Comité Ejecutivo que destituirá al secretario general con una pregunta: Si Costa se va por sus relaciones con El Bigotes, ¿por qué no se va Camps, que fue quien lo trajo a contratar con el PP valenciano y con la Generalitat?

"El principal problema de Camps se llama Ricardo Costa. Si habla, todo se va a complicar", apunta otro dirigente. Costa, destrozado tras una semana de gran tensión, se ha escapado a desconectar en el Camino de Santiago. Tiene motivos para estar molesto. Según distintas fuentes del PP valenciano, hasta última hora Camps evitó pedirle la dimisión. Incluso le dijo que Rajoy, en su cita en el Parador de Alarcón, no le había pedido ninguna cabeza.

La estrecha relación personal de Camps y Costa y el deseo del presidente valenciano de aguantar la presión y fingir públicamente que no pasaba nada llegó a tal extremo que, según fuentes del PP valenciano, el líder le llegó a decir a su mano derecha la siguiente frase: "Para tu tranquilidad, que sepas que si te vas tú me voy yo". Esa calma que Camps destilaba en su entorno, su intento de impedir a toda costa la caída de su cortafuegos y la decisión firme de Costa de no dimitir hicieron que el secretario general tomara la iniciativa, pactada con el presidente, de marcharse de puente confiando en que las aguas se calmarían. Pero Génova presionó tanto a Camps que él decidió salvarse a sí mismo destituyendo a Costa, antes de que Rajoy lo expulsara desde Madrid, lo que habría sido una humillación definitiva. Camps habló dos veces con Costa el viernes, según fuentes del PP valenciano, para decirle que él no quería destituirlo, pero que Génova le obligaba.

La preocupación en la sede del PP y en el resto del partido por el futuro de Camps tiene dos vertientes. Primero, la política. Fue el presidente valenciano quien, debido a su relación con El Bigotes cuando aquél aún no había sustituido a Zaplana en la Generalitat, le facilitó los contratos para los actos del PP valenciano. Fue también él quien, años después, cuando Génova rompió con Correa, siguió dando a El Bigotes todos los contratos del partido -a través de Costa- y quien en última instancia permitió que la Generalitat contratara -a través de Vicente Rambla y antes de Víctor Campos- hasta siete millones de euros con Orange Market.

El entorno de Camps señala que él creía que El Bigotes había roto con Correa, porque eso es lo que Pérez decía, pero fuentes de Génova aclaran que al valenciano le llegó muy claro desde 2004 el mensaje de que El Bigotes trabajaba para Correa y no era de fiar. Cuando el equipo de Camps intentó que el congreso nacional de Valencia de 2008 lo organizara Orange Market, la dirección del partido, cuyo secretario general era Ángel Acebes, lo vetó.

La otra preocupación del PP con Camps está en la vertiente jurídica. En Génova creen que aún podría acabar en el banquillo -imputado por el Supremo- por aceptar trajes regalados por la trama corrupta; pero sobre todo le temen a la investigación por la financiación ilegal. Aunque los expertos del PP sostienen que sería difícil una condena, sí temen que con las pruebas que se han conocido se pueda llegar a una imputación de Camps, máximo responsable en última instancia tanto de los contratos del PP valenciano como de la Generalitat, y que aparece en varias conversaciones como la persona a la que recurría El Bigotes para desbloquear cobros.

"Siento preocupación, pena y asco", resumió ayer el presidente del PP vasco, Antonio Basagoiti sobre la trama Gürtel en la Cadena SER.

Francisco Camps, ayer antes del almuerzo del Foro España-Estados Unidos en Valencia. Lo acompañan en la mesa el embajador español en EE UU, Jorge Dezcallar (primero por la izquierda), el ex consejero delegado del BBVA José Ignacio Goirigolzarri y la alcaldesa de Valencia, Rita Barberá.
Francisco Camps, ayer antes del almuerzo del Foro España-Estados Unidos en Valencia. Lo acompañan en la mesa el embajador español en EE UU, Jorge Dezcallar (primero por la izquierda), el ex consejero delegado del BBVA José Ignacio Goirigolzarri y la alcaldesa de Valencia, Rita Barberá.MÓNICA TORRES

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