Europa se resiste al belicismo de Washington
La disposición solidaria de la Unión Europea frente a Estados Unidos ha ido cambiando por los puntos divergentes en materia económica, política y de defensa
Reunidos en una cumbre extraordinaria convocada en Bruselas el 19 de septiembre del año pasado, los líderes de la Unión Europea se comprometieron a apoyar y aportar medios a la 'respuesta militar' que preparaba Estados Unidos por el 11-S. Un mes más tarde, y por primera vez en su medio siglo de existencia, la OTAN activó el artículo quinto del tratado que supone la reacción automática de los 19 aliados cuando uno de ellos es atacado. Un año después, la política exterior de George W. Bush, basada en la guerra global contra el terrorismo y la primacía de los intereses americanos, ha llevado las relaciones entre Washington y Bruselas a sus horas más bajas, y a la OTAN a una crisis de identidad sin precedentes.
Encuestas realizadas en la UE tras el 11-S mostraron que, para el 91% de los europeos, la seguridad debía ser la máxima prioridad de la Unión. Por eso, el 48% de los 15.000 encuestados en un Eurobarómetro apoyaron entonces la aportación de tropas a la coalición encabezada por EE UU. Los gobiernos de los Quince estaban ya preparados para ello en diciembre, mientras los aliados ponían a disposición de Washington todos los puertos y aeropuertos y respaldaban sin reservas la operación contra el régimen talibán en Afganistán.
Cuatro acontecimientos, sin embargo, echaron por tierra buena parte del potencial que significaba semejante disposición solidaria europea. De entrada, Washington seleccionó uno a uno a sus aliados europeos y sus aportaciones, lo que provocó una carrera entre líderes por demostrar una mayor cercanía a la superpotencia y, de paso, impidió de nuevo que Europa hablara con una sola voz. De otra parte, el discurso de Bush en enero sobre el eje del mal (Irak, Irán y Corea del Norte, luego ampliado a Siria, Libia o Sudán) puso de relieve que el primer instrumento de EE UU es el recurso militar, imposible de aceptar en una Europa que apuesta por la diplomacia en primer término.
En tercer lugar, la UE discrepa rotundamente del apoyo estadounidense a un Gobierno israelí enfrascado en una política represiva sin límites y de la propia percepción que la Administración Bush tiene del mundo árabe y musulmán. Por último, el permanente conflicto comercial entre Bruselas y Washington se ha agravado en el último año por la guerra del acero, y hasta el leal Tony Blair acusa a EE UU de abrir 'un nuevo ciclo de proteccionismo' que para el canciller Gerhard Schröder resulta 'inaceptable'.
Conscientes, pese a todo, de que las relaciones transatlánticas siguen siendo vitales para Europa, los líderes europeos no sólo intentan limar asperezas y buscar arreglos ante contenciosos como el de la Corte Penal Internacional (CPI) o el posible ataque a Irak, sino que también mantienen con Washington desde hace un año el nivel de colaboración policial, judicial y de información más elevado de las últimas décadas. 'La relación transatlántica es crucial y no se debe jugar con ella', ha reiterado estos meses el secretario general del Consejo de la UE, Javier Solana.
Desde los atentados terroristas de hace 12 meses, éstos han sido algunos de los puntos que más han marcado las relaciones entre Europa y Estados Unidos.
- Investigaciones conjuntas
Desde el pasado otoño, equipos conjuntos de policías y jueces de ambos lados del Atlántico investigan las actividades de Al Qaeda. El pasado 6 de diciembre, Europol suscribió un acuerdo de cooperación con las autoridades estadounidenses. En Europa han sido detenidas más de 40 personas y se han congelado bienes y cuentas por valor de 120 millones de euros. Desde abril pasado, la UE y EE UU negocian un acuerdo sobre extradiciones condicionado por Europa a que no se aplique en ningún caso la pena de muerte a los entregados. La semana próxima, en Copenhague, el fiscal general de EE UU, John Ashcroft, informará a los ministros europeos de Justicia e Interior de nuevas peticiones estadounidenses. Una de ellas consiste en el acceso a las comunicaciones de personas sospechosas.
- El probable ataque a Irak
'Alemania está preparada para asumir riesgos, incluso militares, pero no aventuras', avisó en otoño pasado el canciller Schröder en alusión a un posible ataque contra Irak. 'Nos asusta toda posible ampliación del conflicto', añadió Prodi, tras escuchar el discurso de Bush sobre el eje del mal. Entre una avalancha europea de acusaciones de 'unilateralismo' contra Washington, el ministro alemán de Exteriores, Joshcka Fischer, exigió un trato de 'aliados y no de Estados satétiles', mientras su entonces colega francés, Hubert Vedrine, calificaba a Bush de 'simplista y unilateral'. A todos respondió Richard Pearl, consejero de Bush, cuando recordó la intervención militar de EE UU en Europa en las dos guerras mundiales. 'Hoy somos nosotros los amenazados y agradeceríamos un poco de reciprocidad a los europeos', dijo Pearl.Pero la apuesta por la vía militar sigue intacta en el Pentágono, pese al apoyo europeo a las tesis menos belicistas del secretario de Estado, Colin Powell. 'Desde el 11-S, los halcones estadounidenses siguen pensando que están en estado de guerra: o con nosotros o contra nosotros', critican fuentes oficiales próximas al comisario europeo de Exteriores, el británico Chris Patten. Pese a todo, Washington ha abierto ya una brecha en Europa y Tony Blair acepta ya públicamente la hipótesis de la guerra contra Sadam Husein. Eso sí, la UE exige que sea la ONU la que decida.
- La Corte Penal Internacional
Considerada como 'una conquista europea' y, por tanto, con un apoyo 'innegociable' desde la UE, la reciente creación de la Corte Penal Internacional ha supuesto un grave tropiezo con Washington, que amenazó en el mes de julio con retirar sus tropas de Bosnia. Blair, de nuevo, esta vez apoyado por el italiano Silvio Berlusconi, trabaja ya para encontrar 'una solución de compromiso' ante la exigencia estadounidenses de suscribir acuerdos bilaterales con los Quince para garantizar la inmunidad de las tropas americanas.
- La crisis de la OTAN
Ni la OTAN estaba preparada para amenazas como la del 11-S ni EE UU ha contado con la Alianza para su respuesta militar pese a activar el artículo quinto. Por eso, la crisis en la organización es tan profunda que su secretario general, George Robertson, repite que 'hay que reinventar la OTAN'. Además de reforzar las unidades de información o de operaciones especiales y de exigir un mayor esfuerzo presupuestario a los europeos (el gasto militar de EE UU en 2001 fue de 310.000 millones de dólares, frente a los 144.000 en la UE), Blair y José María Aznar han exigido a la OTAN 'un papel eficaz' frente al terrorismo.
La Alianza, además, ha puesto en marcha dos proyectos fundamentales para salir de la crisis: creó la primavera pasada el Consejo OTAN-Rusia, un foro a 20 para hacer frente a las amenazas comunes, y materializará el próximo noviembre en Praga la gran ampliación al Este. Los actuales candidatos a la Unión (en 1997 se incorporaron Polonia, Hungría y República Checa) son Lituania, Letonia, Estonia, Rumania, Bulgaria, Eslovaquia, Eslovenia, Macedonia y Albania.
- El vuelco a la derecha en la UE
Al rebufo del 11-S, y en un clima de inseguridad, temor a la avalancha migratoria y estancamiento económico, Europa ha girado a la derecha. Hace un año, los líderes de la socialdemocracia europea dominaban el Consejo de la Unión. Hoy, los conservadores tienen la mayoría gracias a los vuelcos electorales registrados en Dinamarca (noviembre de 2001), Portugal (marzo pasado), Holanda (mayo) y Francia (junio), lo que supone un entorno político más favorable para la Administración americana. Los partidos ultraderechistas europeos, además, han ganado peso y han forzado el endurecimiento de las leyes de inmigración.
Pese a la mayoría conservadora, Europa se resiste a los vientos belicistas de Washington y ambas partes asumen que las divergencias se mantendrán vivas. 'Mantener vigente la alianza creada tras el 11-S es cada vez más difícil', ha advertido el presidente de la Comisión, Romano Prodi. 'Con una UE tomando cada vez más sus propias decisiones, será más difícil trabajar como socios', admite Rockwell Schnabel, embajador de EE UU ante la Unión.
Reunidos en una cumbre extraordinaria convocada en Bruselas el 19 de septiembre del año pasado, los líderes de la Unión Europea se comprometieron a apoyar y aportar medios a la 'respuesta militar' que preparaba Estados Unidos por el 11-S. Un mes más tarde, y por primera vez en su medio siglo de existencia, la OTAN activó el artículo quinto del tratado que supone la reacción automática de los 19 aliados cuando uno de ellos es atacado. Un año después, la política exterior de George W. Bush, basada en la guerra global contra el terrorismo y la primacía de los intereses americanos, ha llevado las relaciones entre Washington y Bruselas a sus horas más bajas, y a la OTAN a una crisis de identidad sin precedentes.
Encuestas realizadas en la UE tras el 11-S mostraron que, para el 91% de los europeos, la seguridad debía ser la máxima prioridad de la Unión. Por eso, el 48% de los 15.000 encuestados en un Eurobarómetro apoyaron entonces la aportación de tropas a la coalición encabezada por EE UU. Los gobiernos de los Quince estaban ya preparados para ello en diciembre, mientras los aliados ponían a disposición de Washington todos los puertos y aeropuertos y respaldaban sin reservas la operación contra el régimen talibán en Afganistán.
Cuatro acontecimientos, sin embargo, echaron por tierra buena parte del potencial que significaba semejante disposición solidaria europea. De entrada, Washington seleccionó uno a uno a sus aliados europeos y sus aportaciones, lo que provocó una carrera entre líderes por demostrar una mayor cercanía a la superpotencia y, de paso, impidió de nuevo que Europa hablara con una sola voz. De otra parte, el discurso de Bush en enero sobre el eje del mal (Irak, Irán y Corea del Norte, luego ampliado a Siria, Libia o Sudán) puso de relieve que el primer instrumento de EE UU es el recurso militar, imposible de aceptar en una Europa que apuesta por la diplomacia en primer término.
En tercer lugar, la UE discrepa rotundamente del apoyo estadounidense a un Gobierno israelí enfrascado en una política represiva sin límites y de la propia percepción que la Administración Bush tiene del mundo árabe y musulmán. Por último, el permanente conflicto comercial entre Bruselas y Washington se ha agravado en el último año por la guerra del acero, y hasta el leal Tony Blair acusa a EE UU de abrir 'un nuevo ciclo de proteccionismo' que para el canciller Gerhard Schröder resulta 'inaceptable'.
Conscientes, pese a todo, de que las relaciones transatlánticas siguen siendo vitales para Europa, los líderes europeos no sólo intentan limar asperezas y buscar arreglos ante contenciosos como el de la Corte Penal Internacional (CPI) o el posible ataque a Irak, sino que también mantienen con Washington desde hace un año el nivel de colaboración policial, judicial y de información más elevado de las últimas décadas. 'La relación transatlántica es crucial y no se debe jugar con ella', ha reiterado estos meses el secretario general del Consejo de la UE, Javier Solana.
Desde los atentados terroristas de hace 12 meses, éstos han sido algunos de los puntos que más han marcado las relaciones entre Europa y Estados Unidos.
- Investigaciones conjuntas
Desde el pasado otoño, equipos conjuntos de policías y jueces de ambos lados del Atlántico investigan las actividades de Al Qaeda. El pasado 6 de diciembre, Europol suscribió un acuerdo de cooperación con las autoridades estadounidenses. En Europa han sido detenidas más de 40 personas y se han congelado bienes y cuentas por valor de 120 millones de euros. Desde abril pasado, la UE y EE UU negocian un acuerdo sobre extradiciones condicionado por Europa a que no se aplique en ningún caso la pena de muerte a los entregados. La semana próxima, en Copenhague, el fiscal general de EE UU, John Ashcroft, informará a los ministros europeos de Justicia e Interior de nuevas peticiones estadounidenses. Una de ellas consiste en el acceso a las comunicaciones de personas sospechosas.
- El probable ataque a Irak
'Alemania está preparada para asumir riesgos, incluso militares, pero no aventuras', avisó en otoño pasado el canciller Schröder en alusión a un posible ataque contra Irak. 'Nos asusta toda posible ampliación del conflicto', añadió Prodi, tras escuchar el discurso de Bush sobre el eje del mal. Entre una avalancha europea de acusaciones de 'unilateralismo' contra Washington, el ministro alemán de Exteriores, Joshcka Fischer, exigió un trato de 'aliados y no de Estados satétiles', mientras su entonces colega francés, Hubert Vedrine, calificaba a Bush de 'simplista y unilateral'. A todos respondió Richard Pearl, consejero de Bush, cuando recordó la intervención militar de EE UU en Europa en las dos guerras mundiales. 'Hoy somos nosotros los amenazados y agradeceríamos un poco de reciprocidad a los europeos', dijo Pearl.Pero la apuesta por la vía militar sigue intacta en el Pentágono, pese al apoyo europeo a las tesis menos belicistas del secretario de Estado, Colin Powell. 'Desde el 11-S, los halcones estadounidenses siguen pensando que están en estado de guerra: o con nosotros o contra nosotros', critican fuentes oficiales próximas al comisario europeo de Exteriores, el británico Chris Patten. Pese a todo, Washington ha abierto ya una brecha en Europa y Tony Blair acepta ya públicamente la hipótesis de la guerra contra Sadam Husein. Eso sí, la UE exige que sea la ONU la que decida.
- La Corte Penal Internacional
Considerada como 'una conquista europea' y, por tanto, con un apoyo 'innegociable' desde la UE, la reciente creación de la Corte Penal Internacional ha supuesto un grave tropiezo con Washington, que amenazó en el mes de julio con retirar sus tropas de Bosnia. Blair, de nuevo, esta vez apoyado por el italiano Silvio Berlusconi, trabaja ya para encontrar 'una solución de compromiso' ante la exigencia estadounidenses de suscribir acuerdos bilaterales con los Quince para garantizar la inmunidad de las tropas americanas.
- La crisis de la OTAN
Ni la OTAN estaba preparada para amenazas como la del 11-S ni EE UU ha contado con la Alianza para su respuesta militar pese a activar el artículo quinto. Por eso, la crisis en la organización es tan profunda que su secretario general, George Robertson, repite que 'hay que reinventar la OTAN'. Además de reforzar las unidades de información o de operaciones especiales y de exigir un mayor esfuerzo presupuestario a los europeos (el gasto militar de EE UU en 2001 fue de 310.000 millones de dólares, frente a los 144.000 en la UE), Blair y José María Aznar han exigido a la OTAN 'un papel eficaz' frente al terrorismo.
La Alianza, además, ha puesto en marcha dos proyectos fundamentales para salir de la crisis: creó la primavera pasada el Consejo OTAN-Rusia, un foro a 20 para hacer frente a las amenazas comunes, y materializará el próximo noviembre en Praga la gran ampliación al Este. Los actuales candidatos a la Unión (en 1997 se incorporaron Polonia, Hungría y República Checa) son Lituania, Letonia, Estonia, Rumania, Bulgaria, Eslovaquia, Eslovenia, Macedonia y Albania.
- El vuelco a la derecha en la UE
Al rebufo del 11-S, y en un clima de inseguridad, temor a la avalancha migratoria y estancamiento económico, Europa ha girado a la derecha. Hace un año, los líderes de la socialdemocracia europea dominaban el Consejo de la Unión. Hoy, los conservadores tienen la mayoría gracias a los vuelcos electorales registrados en Dinamarca (noviembre de 2001), Portugal (marzo pasado), Holanda (mayo) y Francia (junio), lo que supone un entorno político más favorable para la Administración americana. Los partidos ultraderechistas europeos, además, han ganado peso y han forzado el endurecimiento de las leyes de inmigración.
Pese a la mayoría conservadora, Europa se resiste a los vientos belicistas de Washington y ambas partes asumen que las divergencias se mantendrán vivas. 'Mantener vigente la alianza creada tras el 11-S es cada vez más difícil', ha advertido el presidente de la Comisión, Romano Prodi. 'Con una UE tomando cada vez más sus propias decisiones, será más difícil trabajar como socios', admite Rockwell Schnabel, embajador de EE UU ante la Unión.
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