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Tres soldados de EE UU mueren por el ataque fallido de un B-52 en Kandahar

El cuartel de Hamid Karzai, nuevo presidente afgano, fue alcanzado en el mismo ataque

Guillermo Altares

El fuego amigo de Estados Unidos se ha cobrado sus primeros muertos en Afganistán. Una bomba de 900 kilos, guiada por satélite y lanzada por un superbombardero B-52, dio de lleno en las posiciones de los pastunes que combaten a los talibanes cerca de Kandahar, aunque su objetivo eran los guerrilleros de las milicias radicales. Tres estadounidenses y cinco guerrilleros locales murieron en el ataque. El recién elegido presidente de Afganistán, Hamid Karzai, negó en declaraciones a Channel 4 que hubiera resultado herido en el bombardeo.

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El incidente, en el que otros 20 soldados estadounidenses resultaron heridos, ocurrió cuando los combatientes pastunes y sus asesores estadounidenses, es decir, las tropas de Washington que combaten sobre el terreno, pidieron apoyo aéreo porque se encontraron con un intenso fuego enemigo de mortero que estaba barriendo sus posiciones. El Pentágono no ha explicado si el error se produjo porque falló el mecanismo de la bomba o porque las coordenadas que dieron desde tierra fueron erróneas.

Hace dos semanas, durante la brutal represión del motín de combatientes extranjeros de los talibanes en Mazar-i-Sharif, un bombardeo similar provocó cinco heridos entre las tropas especiales de EE UU. En ese motín también murió un agente de la CIA, Johnny Mike Spann, con lo que se eleva a cuatro el número de estadounidenses fallecidos en Afganistán desde que comenzaron los ataques contra los talibanes, el pasado 7 de octubre.

La puntería del B-52 fue tan rotunda que el nuevo presidente de Afganistán, cuyas tropas combaten a los talibanes en el norte de Kandahar, estuvo a punto de resultar herido por la bomba amiga que cayó a poca distancia de su cuartel general. El incidente pudo convertirse en un desastre político de incalculables dimensiones. Un portavoz de Gul Agha, otro de los caudillos militares pastunes de la zona, señaló ayer que ha pedido a sus tropas que retrocedan para que los aviones estadounidenses puedan machacar las posiciones de los talibanes en la última ciudad importante que mantienen en su poder en Afganistán. Estas declaraciones demuestran que la toma de Kandahar no está resultando nada fácil para los soldados pastunes cercanos a la Alianza del Norte. El cerco se prolonga desde hace tres semanas y no se han producido avances importantes.

El miedo al fuego amigo -la potencia de un bombardero B-52 es tan tremenda que resulta milagroso que el número de víctimas mortales no haya sido mayor- se ha extendido a otros frentes de Afganistán. En Tora Bora, la zona montañosa donde presuntamente está escondido Osama Bin Laden, Haznut Ali, el poderoso jefe de policía de la región de Jalalabad, dijo ayer a la agencia Reuters: 'El martes, aviones de Estados Unidos estuvieron a punto de bombardear a civiles y a nuestras tropas. Antes de emprender la ofensiva final queremos estar seguros de que EE UU puede identificar a nuestros soldados'.

Ali se refería al asalto contra una serie de cuevas que se encuentran en la zona de Meelawa, en los alrededores del pueblo de Tora Bora, 30 kilómetros al sureste de Jalalabad, donde Bin Laden y sus lugartenientes de Al Qaeda estarían refugiados. Los comandantes locales han desplegado más de dos mil combatientes, que cuentan con el apoyo de tanques rusos T-55 y de artillería, para intentar acabar con el responsable de los atentados del 11 de septiembre.

EE UU está bombardeando intensamente todo el laberinto de cuevas, convertidas en bunkers ya en tiempos de la invasión soviética, que proliferan en esta región montañosa, boscosa y de muy difícil acceso. Según Ali, 12 combatientes árabes de Al Qaeda han muerto en los combates de los dos últimos días, durante los que sus tropas han logrado ganar terreno.

Pese a la intensa ofensiva, todo indica que la caza de Bin Laden, al que varios guerrilleros dicen haber visto en los últimos días, aunque su presencia no ha podido ser confirmada de forma independiente, será larga. 'Estamos haciendo todo lo posible por capturar vivos a los guerrilleros de Al Qaeda. Están rodeados; pero no se rinden', dijo ayer un portavoz de los comandantes locales, Alim Shah.

Un combatiente de la Alianza golpea a dos prisioneros talibanes que van camino de la cárcel de la ciudad de Herat.
Un combatiente de la Alianza golpea a dos prisioneros talibanes que van camino de la cárcel de la ciudad de Herat.ASSOCIATED PRESS

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Sobre la firma

Guillermo Altares
Es redactor jefe de Cultura en EL PAÍS. Ha pasado por las secciones de Internacional, Reportajes e Ideas, viajado como enviado especial a numerosos países –entre ellos Afganistán, Irak y Líbano– y formado parte del equipo de editorialistas. Es autor de ‘Una lección olvidada’, que recibió el premio al mejor ensayo de las librerías de Madrid.

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