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Prohibido ver Kandahar

Los talibanes dan marcha atrás y obligan a los periodistas a regresar a Pakistán sin poder visitar su feudo espiritual

Francisco Peregil

El pasado lunes, el portavoz del mulá Omar aseguró a los más de 70 periodistas congregados en la ciudad afgana de Spin Boldak, cerca de la frontera con Pakistán, que su Gobierno preparaba una visita de los reporteros a la ciudad de Kandahar. Así podrían ver con sus propios ojos que el feudo de los talibanes seguía bajo control de ellos y que eran falsas las informaciones difundidas por la 'propaganda' de Estados Unidos. Por la noche se nos dijo que para el día siguiente estuviésemos listos a las nueve de la mañana. Y sucedió lo mismo que los dos días anteriores. A la hora fijada, no ocurrió nada. 'Hay que esperar', decía uno de los mandos locales. 'Es mucho más difícil esperar que matar', sentenció.

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Tres horas después, el responsable de Asuntos Fronterizos talibán, Sher Nayibulá, decía que había cambio de planes: 'Hemos dispuesto un convoy para quien quiera volverse a Pakistán. Los que no quieran visitarán los campos de refugiados de la zona y podrán quedarse dos días más'.

¿Hay posibilidades entonces de visitar Kandahar? Nayibulá dijo que sí, que podría haberlas. Y fue decir eso y nadie quería irse. Todos los periodistas, a esperar de nuevo bajo el sol a que llegara la protección necesaria que permitiera visitar a los refugiados.

Tres horas después, nuevo cambio de planes. 'Las autoridades de Kandahar', explicó Nayibulá, 'han decidido que no se visite la ciudad y que toda la expedición regrese hoy mismo a Pakistán'. La pregunta más repetida fue: pero ¿no dicen ustedes que lo tienen todo bajo control? ¿Es que no pueden garantizarnos la seguridad? ¿Para qué nos dan un visado de una semana si nos devuelven a casa a los dos días? Y ahí empezó el abanico de respuestas vacías que el talibán encargado de Asuntos Fronterizos despliega en estas ocasiones: 'No se trata de seguridad; es simplemente que, como ya se celebró ayer la conferencia de prensa, autoridades por encima de mí han decidido que vuelvan ustedes a Quetta'.

Y llegaron las especulaciones. Unos compañeros decían que era evidente que los jefes pastunes tenían cercada la ciudad y otros sostenían que la causa era simplemente que no podían manejar un grupo de más de 80 personas, todo un circo de satélites y pantallas en un país donde están prohibidas las televisiones y donde es imposible mantener alejados a los curiosos que surgen por todas partes.

Bandadas de jóvenes seguían posándose, como los dos días anteriores, en la pared del cercado donde nos hallábamos y ahora se atrevían a saltar dentro. A dos que saltaron, los soldados talibanes los molieron a palos. Otros talibanes intentaban, con la ayuda de algunos intérpretes, coquetear con las mujeres. '¿Por qué no me llevas contigo a Estados Unidos?', le preguntaba uno bien armado a una reportera americana. Otro le preguntaba a la periodista de TVE Almudena Ariza que cómo andaba ella ahí al lado de un hombre (el reportero gráfico de TVE Ramón Pazos), que si no tenía marido o qué. Cuando se le decía que en España es normal que un hombre y una mujer trabajen juntos, el hombre negaba con la cabeza.

A todo esto, los talibanes posaban orgullosos con sus armas ante las cámaras; algunos, limpiándose los dientes con la resina de ramas de árboles; muchos, cogidos de la mano, y todos, con las pestañas pintadas de negro. Algunos decían que eran para proteger la vista de la luz del sol, y otros, que era sencillamente para resaltar los ojos.

Los periodistas intentaron entrevistar a varios guardianes talibanes, pero los más jóvenes, unos muchachos de apenas 18 años, lo prohibían. Aun así, otros talibanes accedían.

De repente surgió un talibán con un palo en la mano, agarró del cuello al intérprete que traducía una entrevista, y quería llevárselo aparte cuando el que estaba siendo entrevistado le dijo que no pasaba nada, que lo soltara. Entonces, el guardián talibán del palo también cogió a éste del cuello, se enzarzaron más talibanes en la pelea y al final tuvieron que venir otros a separarlos.

Así que, entre riñas y una nube de curiosos, la expedición de los periodistas se despidió del territorio talibán. 'Espero volver a verles pronto por aquí', decía Sher Nayibulá a sus huéspedes extranjeros.

Un combatiente talibán armado, entre un grupo de refugiados afganos en una zona fronteriza con Pakistán, cerca de Chamán.
Un combatiente talibán armado, entre un grupo de refugiados afganos en una zona fronteriza con Pakistán, cerca de Chamán.ASSOCIATED PRESS

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Sobre la firma

Francisco Peregil
Redactor de la sección Internacional. Comenzó en El País en 1989 y ha desempeñado coberturas en países como Venezuela, Haití, Libia, Irak y Afganistán. Ha sido corresponsal en Buenos Aires para Sudamérica y corresponsal para el Magreb. Es autor de las novelas 'Era tan bella', –mención especial del jurado del Premio Nadal en 2000– y 'Manuela'.

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