Una operación de castigo israelí pone en peligro los acuerdos Arafat-Peres
Cinco muertos y 30 heridos en un campo de refugiados palestino
Carros blindados israelíes desencadenaron ayer una operación de castigo contra un campo de refugiados de Rafah, al sur de la banda de Gaza, en la zona fronteriza con Egipto, provocando cinco muertos, una treintena de heridos y la destrucción de una decena de casas. La incursión pone en peligro los ya frágiles acuerdos de pacificación firmados 24 horas antes por el presidente palestino, Yasir Arafat, y el ministro de Exteriores israelí, Simon Peres, en los que se comprometieron a reforzar el alto el fuego y buscar una salida negociada a la crisis.
La operación se inició a primera hora de la madrugada, en medio del ruido ensordecedor de los disparos de los tanques, los gritos desesperados de los vecinos y las llamadas de alarma lanzadas por los imames a través de los altavoces de todas las mezquitas. Los más de 80.000 habitantes del campo de refugiados de Rafah salieron a la calle. Algunos empuñaban las armas, la mayoría trataban de buscar refugio en el interior de las casas más alejadas de la línea de batalla. La confusión se vio agravada por un corte en el suministro de electricidad provocado por la destrucción del único generador eléctrico de la zona.
Muerte y destrucción
Los carros blindados israelíes, que destruyeron con sus disparos un edificio de tres pisos, dañaron seriamente una decena de casas y provocaron a lo largo de la incursión la muerte de cinco vecinos, sirvieron de protección a la acción de las excavadoras, que se adentraron igualmente en la zona palestina para demoler diversas viviendas. Los tiroteos se prolongaron durante toda la noche, se pararon con el alba y continuaron de manera esporádica durante toda la jornada de ayer.
Un portavoz del Ejército israelí aseguró que la operación era una represalia por la acción bélica de un comando islamista de Hamás que el día anterior había hecho explotar una carga de cien kilos de dinamita en el subsuelo de una posición militar, provocando heridas en tres soldados. El portavoz añadió que se habían destruido diversos edificios que servían de almacén para los contrabandistas de armas, que proceden de Egipto, así como de refugio a las milicias que atacan a los soldados.
Las fuerzas israelíes atacaron ayer también otro campo de refugiados, Qalandia, en el término municipal de Ramala, a las puertas de Jerusalén, donde se amontonan más de 8.000 vecinos. Qalandia, paso obligado para los viajeros que tratan de ir de Ramala a Jerusalén, se ha convertido en las últimas semanas en uno de los puntos más calientes de Cisjordania: el Ejército israelí ha establecido allí un filtro que sirve para controlar el movimiento de miles de palestinos e impedir el acceso a Jerusalén. Ayer, este filtro, que estaba cerrado herméticamente como consecuencia de la celebración de la fiesta judía del Yom Kipur, estalló a consecuencia de la ira de los vecinos. Los tiroteos duraron buena parte de la mañana y finalizaron con la clausura absoluta de la zona.
Esta doble incursión militar en campos de refugiados palestinos, en vísperas del primer aniversario de la Intifada, debilita aún más los pactos de paz rubricados por Yasir Arafat y Simon Peres el pasado miércoles. En ellos se comprometieron a reforzar el alto el fuego y a dialogar, en un esfuerzo por volver al proceso de paz. Un portavoz del emisario de la Unión Europea, Miguel Ángel Moratinos, aseguró que los incidentes de Rafah eran 'preocupantes'. Un consejero de Arafat fue más contundente al afirmar que la operación trata de 'aniquilar y torpedear los esfuerzos mundiales por devolver la calma a la región'.
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