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Patricia Moreno: “Hacer un doble mortal es una sensación única”

Ganó un bronce en Atenas 2004, la única medalla de España en gimnasia artística femenina. Vuelve al Centro de Alto Rendimiento para hablar de ese momento, de cómo le ha ido la vida y de su deporte, al que sigue ligada

Amaya Iríbar
Patricia Moreno en el Centro de Alto Rendimiento de Madrid.
Patricia Moreno en el Centro de Alto Rendimiento de Madrid.Jaime Villanueva (EL PAÍS)

El Centro de Alto Rendimiento (CAR) de Madrid está vacío. Muchos de sus ocupantes habituales esperan, ansiosos, que empiece su competición en los Juegos de Río. Patricia Moreno vuelve a la sala de entrenamiento. Tenía 16 años cuando logró la única medalla olímpica de España en gimnasia artística femenina, en Atenas 2004. Y era tan diminuta que la corona de laurel que reconocía a los tres mejores se le caía porque le iba grande. Hoy no es mucho más alta pero ya es una mujer de 28 años con las ideas muy claras.

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Pregunta: ¿Qué siente cuando vuelve a esta sala?

Respuesta: Es raro. No vengo tanto pero es como si no me hubiera ido. Este es mi ambiente. Ha sido mi vida casi 20 años.

P. ¿Le da morriña?

R. Mucha. Y no solo aquí sino cuando veo competiciones y ahora con los Juegos… Echo muchísimo de menos la competición.

P. De aquel día en Atenas, ¿qué recuerdos tiene?

R. Actuaba la segunda, que no te favorece con las notas, terminé mi ejercicio y pensé que no me había salido perfecto. Me enteré por mi físio de que había logrado medalla. No me lo esperaba. No sabía ni cómo reaccionar. Es una sensación muy rara.

P. Intente explicarla.

R. Es esa sensación de “Dios, he hecho algo importante”. No era favorita, iba un poco de tapada en el equipo. Me decía: “Estoy aquí, y encima sola. He conseguido lo que todo el mundo sueña”.

P. Y para lo que había trabajado toda la vida.

R. Desde los seis años estaba entrenándome. Y siempre con esa idea, llegar a unos Juegos. Lo de la medalla ni lo piensas.

P. Un tópico, ¿dónde guarda la medalla?

R. La tengo en una vitrina. No es que la descuide pero yo tengo los recuerdos y mi madre, la medalla, ahí colocadita. Son más las experiencias que se tienen, en la pista, en la Villa…

P. ¿Cómo es la vida en un centro de alto rendimiento?

R. Llegué con 11 años. Vivíamos en un piso aparte del resto de deportistas. Puede llegar a ser una vida muy aburrida, porque es una rutina diaria muy parecida y eso desgasta mucho. En este tipo de vida si tienes un mal día no es sano porque te llevas los problemas al piso. Es muy positivo que las gimnastas estén ahora en la Blume.

P. En su época estaban muy encerradas en su mundo.

R. Exacto. Es que ni los chicos. Éramos las de artística.

P. ¿Usted se adaptó bien? Porque hay que tener un carácter especial y quererlo mucho.

R. Para mí no fue tanto cambio. Ya estaba con los mismos entrenadores. No es lo mismo venir de fuera. Yo ya sabía lo que era y no veía otra forma de hacerlo. Me adapté bien. También porque yo tengo un carácter muy duro y cuando digo “Quiero esto”, lo quiero y punto.

P. ¿No dudó nunca?

R. No. Cuando me dije no sé si puedo seguir es cuando me retiré. Lo tenía muy claro. Quería hacer gimnasia bien. Cuando no pude hacerlo, lo dejé. Justo antes de Pekín. Y a rehacer mi vida fuera de la gimnasia.

P. ¿Es difícil? De repente la vida real, hacerse adulto…

R. Sí. Llevaba tanto tiempo haciendo gimnasia. Estábamos en una burbuja. Se pincha y dices: ¿Ahora qué hago? De repente tenía muchísimo tiempo. Me puse a estudiar. Y me costó porque no tenía hábito, me dispersaba… Y a nivel social también, porque no sabía tratar con la gente que no era de la gimnasia. Por suerte estudiaba con deportistas que me ayudaron mucho.

P. La gimnasia se ha convertido en algo muy difícil de seguir.

R. Yo volvería al Código antiguo porque creo que era una gimnasia más bonita. Ahora la dificultad marca mucho. Es lo que pasa con las estadounidenses. Es espectacular pero se pierde el encanto de la competición.

P. ¿Cuando has sido gimnasta tienes la capacidad de enseñar de otra manera?

R. Yo he cambiado muchas cosas. Una de las cosas que me pasaba con mi entrenador era la falta de confianza para decirle: “Hoy no puedo”. A mí me costaba. Y eso es lo primero que les he dado a mis gimnastas.

P. ¿Es lo único que cambiarías de esa época?

R. Sí. Siempre he dicho que este deporte es superestricto y en el alto rendimiento, más. Pero fuera de la sala, ¿por qué con 18 años no podíamos salir sin una tutora?

P. ¿Qué tiene la gimnasia que engancha a pesar del riesgo y del sacrificio que implica?

R. Que hacemos algo que no todo el mundo puede hacer. Es difícil de explicar. Cuando lo ves dices: “Qué bonito”, pero cuando lo haces, y sabes lo que cuesta, la satisfacción es enorme. Estás solo, libre, con un aparato, superándote. Cuando haces un doble mortal con ayuda dices: Bien. Cuando lo haces sola… ufff esa sensación en el aire… es única.

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Sobre la firma

Amaya Iríbar
Redactora jefa de Fin de Semana desde 2017. Antes estuvo al frente de la sección de Deportes y fue redactora de Sociedad y de Negocios. Está especializada en gimnasia y ha cubierto para EL PAÍS dos Juegos Olímpicos y varios europeos y mundiales de atletismo. Es licenciada en Ciencias Políticas y tiene el Máster de periodismo de EL PAÍS.

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