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‘Fácil’: buscar la libertad sin tener independencia

Adaptada por Anna R. Costa a partir de una novela de Cristina Morales, la serie de Movistar Plus+ recrea la vida de cuatro jóvenes con diversidad funcional que viven bajo la constante amenaza de que las echen del piso tutelado

Derecha a izquierda: Natalia De Molina, Coria Castillo, Anna Castillo y Anna Marchessi en el edificio de Telefónica en Madrid el lunes pasado.Foto: Inma Flores
Patricia Casas

Cuatro mujeres cerca de la treintena que buscan ser independientes ante un Estado que no se lo permite. Este es el argumento de Fácil, la nueva serie de Movistar Plus+ estrenada el 1 de diciembre, protagonizada por Anna Castillo (Nati), Coria Castillo (Àngels), Natalia de Molina (Marga) y Anna Marchessi (Patri). “Es la historia de cuatro primas que viven juntas”, asegura en una entrevista a EL PAÍS Marchessi, que debuta como actriz. Pero es Coria la primera que da en el blanco: “Cuando leí el guion no pensé que tuvieran diversidad funcional”. La clave de esta ficción, según sus protagonistas, es que la discapacidad pasa a segundo plano. Una trama que versa sobre ligaduras de trompas casi obligatorias, el miedo a que te echen de casa y te quiten la libertad, a no limpiar el polvo las horas antes de que te hagan una inspección... todo bajo la tutela, muchas veces paternalista, del Estado.

El capítulo piloto marca el camino de una serie que mezcla el drama de las cuatro jóvenes con el humor. Lo cómico es una parte esencial para que el mensaje cale, o así lo piensa Coria, que también es humorista: “Renunciar a él es perder realismo porque en la vida no todo es sufrimiento. Igual si se hubiese abordado el tema de forma intensa, el espectador lo hubiera rechazado”. Marga, que tiene una discapacidad intelectual, conoce su cuerpo y sus deseos a la perfección y, aparte de “enseñar el coño en el primer capítulo”, como relata Anna, sufre la imposición del Estado de ligarse las trompas. “Son mujeres constantemente juzgadas y que reciben el mensaje de que ser quienes son está mal”, comenta De Molina. Un argumento contra el que Nati (Anna Castillo), que tiene una voluntad política y social clara, arremete constantemente: para ella sufren un “secuestro legal”, misma expresión que utilizan las actrices para definir la realidad de la serie.

De izquierda a derecha: Anna Marchessi, Coria Castillo, Anna Castillo y Natalia de Molina en la serie 'Fácil'.
De izquierda a derecha: Anna Marchessi, Coria Castillo, Anna Castillo y Natalia de Molina en la serie 'Fácil'.

No pueden dormir fuera, fumar, llevar a sus parejas a casa, olvidarse un día de hacer la compra o limpiar el polvo, mantener relaciones sexuales... “Están limitadas en cualquier ámbito de su vida”, protesta Coria, “tras la premisa de protegerlas por su discapacidad, no se plantean lo que pueden hacer con sus capacidades”. Aun así, De Molina defiende que “no son mujeres independientes, pero sí libres”. A la actriz le encantaría tener la libertad de espíritu de su personaje: “Es feliz porque disfruta de las cosas que no cuestan dinero y eso incomoda mucho a la sociedad”. Aunque también se lleva la tristeza de darse cuenta de los problemas que eso le acarrean.

Las cuatro actrices tardaron mes y medio en construir los personajes. En el proceso visitaron pisos tutelados, además, Anna asistió a clases de danza y De Molina, que protagoniza la transformación más impactante de la serie, al logopeda para encontrar la voz de Marga. “Al principio pensé que no estaba capacitada, pero algo en mi mente se abrió y mi mundo se amplió de tal forma que todo lo que veía eran inspiraciones relacionadas con Marga”, explica. La ganadora del Goya a la mejor actriz protagonista de 2016 encontró su musa: se llama Alma y de ella cogió todas las estereotipias (los movimientos faciales), las ausencias y la voz. Un cambio total en la pantalla que borra todo rastro de la actriz para dar paso un personaje que cobra vida propia y del que se cuelan frases en la entrevista.

Mientras, Anna asegura que fue difícil crear los personajes porque no existen dos discapacidades iguales: “Era complicado encontrar a alguien que se pareciera a Nati, pero entre las personas que conocimos veía cosas que tenía ella”. Nominada a los Goya como actriz protagonista, Anna no ha parado de hacer mujeres de armas tomar y, en este caso, Nati por su discapacidad es la más arrolladora de todas. “Hay una cosa de Nati que me da mucha envidia: no tener filtro”, bromea la intérprete que asegura que en realidad es así, pero lo reprime por “ser maja”.

Àngels y Patri son las otras dos que completan el cuarteto. Coria ha incorporado a su vida la forma en la que Àngels ve la vida: sin prejuicios y con paz. “No se plantea por qué cada uno hace las cosas, les deja ser libres”, explica. Patri es la más trabajadora y recta de las tres, nunca ha incumplido una norma y lo exige para el resto. “Ha tenido que reprimir sus instintos para lograr lo que tiene”, se apena Marchessi. Pero la realidad es que, tras la insistencia de su hermana Nati que la llama “pija” o “capitalista”, se suelta la melena.

Todas tenían miedo a enfrentarse a esta serie, “si no fuera así, seríamos unas insensatas”, espeta De Molina ante tres cabezas que asienten. Salvo Anna Marchessi, todas las intérpretes son personas normativas. Las dos veteranas lo tienen claro: “Somos actrices, nuestro trabajo es siempre hacer de otra persona y mostrar su realidad”. Además, De Molina añade: “Como mujeres tenemos muchísimo más en común con ellas que lo que nos separa”. Marchessi resta importancia a este hecho porque su proceso ha sido el mismo que el de sus compañeras: “No por tener una discapacidad física como la mía he tenido que trabajar diferente, en muchas cosas Patri está en las antípodas de lo que yo soy”. Coria, que debuta como actriz en el papel de Àngels y que sigue sin saber si ha logrado actuar bien, sentencia: “Nuestra máxima era hacerlo realista y con mucho respeto, que nadie se pudiera ofender por hacer una caricatura”. Para De Molina es un tema delicado, dado que poner a una persona con discapacidad intelectual a realizar algunas escenas de sexo podría “ser una violación”, aunque espera que esta serie abra puertas para las personas del colectivo que quieran ser actrices.

La polémica ha rodeado el estreno de la serie. Cristina Morales, autora del libro Lectura fácil, en el que se basa la serie, escribió un artículo de opinión en el que rebautizaba la ficción como “Nazi” y se quejaba de que Anna R. Costa, directora del proyecto, había edulcorado el papel de los servicios sociales. Para las actrices, la autora tiene derecho a quejarse, pero tiene que entender que una se ciñe al lenguaje literario y la otra al audiovisual. “Es frustrante que se incida en esto porque dejamos de hablar de lo realmente importante: los personajes. Les estamos dando voz y queremos que se las escuche”, lamenta Marchessi. De Molina eleva la queja algo más: “Al final acabamos haciendo la cosa más patriarcal y antigua del mundo que es enfrentar a dos mujeres cuando yo las celebro a ambas”.

El camino que seguirán las cuatro protagonistas queda abierto en el último capítulo. Al grito de “anarquía”, las jóvenes se embarcan en lo que parece su siguiente aventura. Nati pedalea un bicitaxi que han robado y es el momento en el que más libres se encuentran.

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