Mercabarna: datos y tecnología para mejorar la eficiencia energética y evitar el desperdicio de comida
Uno de los principales mercados de Europa apuesta por la digitalización como eje central de su actividad para transformar el sector de la alimentación
Como una pequeña gran ciudad. Por las 95 hectáreas de Mercabarna ―el mercado mayorista de Barcelona― desfilan cada día 24.000 personas, entre mayoristas y empleados directos del mercado, y unos 14.000 vehículos que transportan 2,3 millones de toneladas de alimentos frescos para abastecer a cerca de 10 millones de personas. Dentro de este recinto se juega algo tan crucial como el futuro de la alimentación: cómo y qué comeremos en los próximos años. En el caso de España se trata además de una de las actividades económicas que mayor riqueza genera —el 9,2% del PIB y el 12,3% del empleo total, según el Instituto Nacional de Estadística—. Y para afrontar ese desafío, Mercabarna ha emprendido un profundo proceso de digitalización con varios objetivos: entre ellos mejorar la eficiencia energética y evitar el desperdicio de los miles de toneladas de alimentos que se pierden cada año.
El primer eslabón en esa transformación parte de la ciencia de datos. Jordi Valls, director general de Mercabarna, lamenta la ingente cantidad de información que desaprovechan. Con una buena gestión de datos, a la que añadir la inteligencia artificial, sería más sencillo actuar tanto en tiempo real como en el corto y medio plazo para mejorar el funcionamiento de una instalación tan compleja. “Hoy en día, conseguimos cierta información de los productos y los vehículos que entran, pero nos falta aprovecharla de verdad. Sacarle todo el valor para mejorar la distribución, la seguridad alimenticia y la resiliencia en toda la cadena de la industria”, argumenta.
Las palabras de Valls no significan que en Mercabarna estén de brazos cruzados. Más bien al contrario. La transformación lleva años en marcha, lo que ha alumbrado un buen puñado de proyectos innovadores a escala mundial. Según Pablo Vilanova, director de estrategia de Mercabarna, en sostenibilidad —prefiere hablar de bioeconomía circular— y eficiencia energética cuentan con iniciativas de alto valor digital. Con respecto al primero, la máxima con la que trabajan es clara: reducir el desperdicio de alimentos. El centro de aprovechamiento alimentario, los compactadores inteligentes de materia orgánica y la modernización del punto verde, para los que han invertido seis millones de euros, buscan reducir a la mitad ese desperdicio en cuatro años. Es decir, recuperar en ese periodo de tiempo unas 45.000 toneladas.
Hasta llegar a esa cifra, la tecnología provee una información trascendental. Por ejemplo, en los contenedores y compactadores, que están sensorizados por completo, así como en el centro de aprovechamiento, las empresas y Mercabarna saben al instante qué productos o partes de ellos se desechan —algunos se destinan a los bancos de alimentos y otros no tienen más recorrido—. “Cuando hablamos de residuos nos referimos al producto que no se puede comercializar. Si los reducimos tanto como pensamos, las empresas aprovecharán más los alimentos y los consumidores mejorarán su alimentación, por ejemplo, sabiendo cuál es la trazabilidad de lo que comen en sus casas”, explica Vilanova.
La eficiencia energética no solo se refiere a cómo gestionar las instalaciones del mercado, donde ya han introducido un programa que analiza desviaciones de energía o una granja fotovoltaica que inunda todos los tejados y autoabastece al recinto, sino también a la movilidad, los accesos y la cadena de distribución. Como incide Valls, es crucial fijar el mix energético del transporte en el mercado ―la combinación de las distintas fuentes de energía, que ahora mismo es un 90% fósil―, pero este proceso ha de ir acompañado del cambio en los sistemas de logística en la última milla, la gestión del transporte y distribución en el último trayecto, justo antes de la entrega final del producto. “Cada mercancía va con su transportista, lo que favorece la contaminación en las áreas metropolitanas. Esto debe cambiar; y el cambio es digital”, sostiene el director digital de Mercabarna.
Plataformas de distribución
El cambio al que alude Valls debe de ir acompañado de las políticas de los Ayuntamientos. Pero Mercabarna está contribuyendo a ello con la creación de plataformas digitales para unificar repartos. El despegue de la movilidad eléctrica contribuirá a la descarbonización del sector agroalimentario, aunque algo tan simple como una aplicación o un programa que aglutina productos y rutas tiene un impacto directo en la sostenibilidad de la industria —solo en Barcelona se mueven a diario cerca de 7.000 vehículos para abastecer tiendas y supermercados—. “Estas apps ayudan a los compradores y a los minoristas a compartir el transporte. Si dos empresas quieren llevar sus productos al mismo punto, basta con mover un vehículo y no uno para cada compañía”, zanja Vilanova.
Entre los proyectos pensados para combatir la emergencia climática, cuya inversión roza los 23 millones de euros, se incluyen desde puntos de recarga eléctrica hasta la automatización de los accesos pasando por plazas de aparcamiento inteligentes —de acuerdo con los datos facilitados por Mercabarna, un 30% de los vehículos da vueltas por las instalaciones hasta llegar a su destino—. La tecnología se convierte así en un aliado indispensable para acometer una transformación que, en palabras de Valls, tiene que ganarle cinco años al futuro. “La llegada de los fondos europeos servirá para que la digitalización se acelere aún más. Nosotros queremos garantizar el suministro alimenticio; y esto pasa por innovar como nunca antes”, argumenta.
Aparte del dinero proveniente de Bruselas, en Mercabarna esperan con ahínco el despliegue efectivo de las redes 5G. “Acelerará las iniciativas en marcha y dará soporte a las que tenemos programadas, como un piloto de carretillas y bicis eléctricas en el que un algoritmo avisa a estos vehículos en caso de que prevea que pueden chocar”, expone Vilanova.
El sector agroalimentario español es referente en diferentes ámbitos, como en innovación y ciencia de los alimentos. El camino a seguir, al menos así lo indican quienes conocen la industria, son tanto Holanda, bautizada mundialmente como Food Valley, como el mercado internacional de Rungis, en Francia. Sus proyectos destilan ambición tecnológica. No en vano lo que hay en juego en estos momentos, al margen del nivel de transformación acometida o por acometer, es el devenir de la alimentación mundial. “La descarbonización, la innovación y la digitalización son los grandes motores de los mercados centrales. Y ahora nos toca dar un salto más. Evolucionar las cadenas de frío, tomarnos en serio la transición energética o cómo mejorar la distribución. Áreas clave en los próximos años”, concluye Valls.
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