_
_
_
_
_

Glosario para ‘techies’

Revisar el léxico digital puede dar dolor de cabeza por el alud de anglicismos. Mejor hacerlo con una sonrisa

Fotograma de 'Matrix', filme de ciencia ficción de los hermanos Wachowski.
Fotograma de 'Matrix', filme de ciencia ficción de los hermanos Wachowski.

Actualización de software. Es un mecachis industrial, cuando una máquina que hasta ayer era bondadosa y obediente exige un baño de datos para ajustarse a los nuevos tiempos y las nuevas tareas bajo la amenaza de dejar de obedecer. A veces, la actualización de software encubre tristemente muchas formas de obsolescencia programada, un hara-kiri silencioso en forma de suicidio deliberado y a caraperro para estimular una vez más el consumo y las ventas, ADN de este sacrosanto mundo.

Centros de datos. Granjas secretas de discos duros y servidores de datos donde se aloja físicamente el big data del ser humano contemporáneo, desde la correspondencia digital de un poeta coreano hasta las tablas de datos de las calorías gastadas por un vecino de Palencia. Estas granjas son la cara física de una nube que dista mucho de ser etérea, sino que es física, sólida y que ya consume el 2% de la energía del planeta.

Complacencia automatizada. Así define Nick Carr, autor de ¿Qué está haciendo Internet con nuestras mentes? la falsa sensación de seguridad que proporciona un sistema informático cuando se le confía enteramente una tarea, como corregir un texto o guiarnos por un sistema de GPS. La complacencia automatizada se cobra sus facturas cuando los sistemas fallan y el usuario no cuestiona su vulnerabilidad, como un texto mal corregido o una ruta de navegación equivocada, lo que supone una progresiva pérdida de facultades humanas en beneficio de máquinas sujetas a imperfecciones y averías.

Doble uve azul. Un regalo de WhatsApp para convertir al pobre usuario –ya vigilado por Google, Facebook y las cámaras del Carrefour– en vigilante de sus propios mensajes. La doble uve azul, esa notificación que se ilumina para confirmar la lectura de un mensaje, es la espoleta de la desgracia para cotillas digitales y toda suerte de neuróticos de la sociedad multimedia, caracterizada por la falta de paciencia.

Foodie. Término sajón referido al aficionado a la comida y bebida de calidad. Trasladado al universo de Internet, foodie es todo aquel usuario armado de teléfono móvil que fotografía constantemente aquello que se come y se bebe, compartiéndolo antes en las redes sociales (suelen compartir las fotos, nunca las viandas).

4G. Para las operadoras, una nueva red de telefonía inalámbrica rapidísima que transmite un porrón de datos, diseñada para permitir mejor comunicación y, de paso, cobrar algo más por su peaje. Para los usuarios, barritas de señal suficientes para streaming de vídeo desde el smartphone con el que estimular al cerebro a la hora de enfrentarse al temido silencio de los tiempos muertos.

Localización. Complot de Google y Apple con el chip GPS de un smartphone o tableta para situar al usuario copérnicamente en el centro del mundo y guiarlo por carreteras, caminos o aviones. El precio a esa libertad maravillosa es el seguimiento nada desinteresado de los gigantes de Internet, que se guardan todos esos tracks como un chantaje secreto en sus servidores que venden y revenden a otras compañías.

Luditas. Referido al movimiento conspirador de los artesanos ingleses liderados por Ned Ludd, que destruían los telares industriales en protesta contra la maquinización de la sociedad del siglo XIX. El término ludita ha sido revisado por la contemporaneidad, donde un ludita moderno es aquel ciudadano temeroso de la digitalización de la existencia y sus implicaciones filosóficas, que se niega a utilizar Internet o el teléfono móvil para salvaguardar su alma de las transformaciones culturales de las redes sociales y de la atención dispersa de la era digital. Estudios neurológicos aseguran que los luditas son más longevos, tienen mayor capacidad de memoria, mejor calidad de sueño y, algunos, también mejor aliento.

Modo Avión. Uno de los botones más terapéuticos de los smartphones, que corta de cuajo las conexiones inalámbricas y con ellas, el acceso a Internet y todas sus distracciones. Impuesto por la política aeronáutica, el modo avión es como un castigo temporal para el ciudadano multimedia a la hora de volar de un sitio a otro, encontrando así, sin quererlo, un pequeño respiro en su malograda atención para dedicarse a tareas demodé como leer, pensar o relacionarse.

Multitasking. Regresión evolutiva por la que los seres vivos volvemos a tener, gracias a la tecnología digital, la atención repartida en varios procesos a la vez, distribuyendo la mente consciente en tareas distintas, como leer, enviar un email o contestar una llamada de teléfono. Para algunos, como el filósofo Byung-Chul Han, el multitasking es todo lo contrario a un avance, en donde el hombre regresa al estado de naturaleza, como los animales en la jungla, que deben vigilar la presencia de otro depredador mientras comen, duermen o copulan, por lo que la mente, disgregada, rebaja la calidad del pensamiento.

Noosfera. Teoría del ruso Vladimir Ivanovich Vernadsky por la que la vida terrestre evolucionaría hasta conformar una inteligencia colectiva que transformaría la biosfera. Para pensadores modernos, como Jaron Lanier, la noosfera de la era digital sería supuestamente “un cerebro global formado por todos los cerebros humanos conectados a través de Internet”. Ahí es ná.

Presentismo. Término acuñado por el profesor de cibercultura Douglas Rushkoff para definir esa cosa tan rara de estar en un lugar determinado atendiendo una conversación, concentrados en realizar alguna actividad manual o inmersos en el flujo del aquí y el ahora. El presentismo propone lo contrario a estar espiritualmente en las quimbambas, absortos por nuestros smartphones, repletos de distracciones en forma de bips, youtubes, correos electrónicos y actualizaciones de Twitter.

Selfi. Torrentes desbordados de egotismo multimedia que cualquier ciudadano, armado de un smartphone, lanza a la red impunemente y en jpeg con cientos de variantes escénicas (en el gimnasio, en un concierto, en un ascensor, en el baño), además de un enorme repertorio de gestos y muecas, que van desde el célebre duck face (cara de pato) hasta los morritos o las sonrisas con la lengua afuera. Para acompañar esta tendencia impasible del autorretrato, la industria se ha sacado del bolsillo el palo de selfie, un brazo extensible con el que hordas de turistas dan fe por todo el globo de que “han estado allí”, retratándose junto a los pacientes y desgastados monumentos.

Smartwatch. Después de uniformar al mundo con teléfonos inteligentes, la última estrategia de los fabricantes de electrónica de consumo parece ser el vestir al usuario con un un teléfono-reloj. Con estos dispositivos, la conectividad y disponibilidad son constantes, permitiendo chequear al momento las llamadas y las actualizaciones de Twitter desde la muñeca. Exacto: imprescindibles.

Troll. Agente extraño que interviene para bombardear, difamar e incendiar desde el anonimato de la Red, los múltiples foros de Internet. Con el fin de buscar polémica ante cualquier asunto del que discrepa, sea del género que sea (desde política a videojuegos), los trolls inundan la red de insultos y difamaciones allí donde hay conversación, con violencia.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_