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EL HOGAR SOCIABLE

Qué tiene nuestra casa para que los amigos siempre quieran volver

El hogar sociable. Qué tiene nuestra casa para que los amigos siempre quieran volver

Nuestra vivienda es un reflejo de quiénes somos: cuando abrimos las puertas a otras personas, les estamos mostrando parte de nuestra intimidad. Un gesto de confianza que depende del espacio y la comunicación para que salga bien

“No deberíamos caer en el servilismo cuando recibimos visitas. Hacer partícipes a los invitados crea un ambiente más cercano y acogedor”

Paola Graziano

Psicóloga

Los amigos de Marcos Montes (Madrid, 30 años) tienen un chollo con él: le encanta congregarles en su casa, ya sea para celebrar algo en concreto, como una cena de Navidad (“para la que me tiro un mes pensando en el menú y otros detalles”, reconoce), o una comida improvisada que se acaba convirtiendo también en cena. “Disfruto invitando a mi casa, diseñando y preparando la mesa, cocinando y, sobre todo, viendo que la gente está a gusto y se lo pasa bien”, cuenta Montes, bailarín profesional. Tanto es así, que la casa que se compró junto a su marido, Víctor Algra, hace dos años en el distrito madrileño de Puente de Vallecas, está pensada para ser un hogar sociable: “Es una casita baja de dos plantas. Hicimos reforma y la de abajo la dejamos diáfana, sabiendo lo que nos gusta recibir a nuestros amigos en casa”, explica.

Vivienda de Marcos Montes. Las puertas del patio se abren para ganar espacio en la cocina y albergar a más invitados.
Vivienda de Marcos Montes. Las puertas del patio se abren para ganar espacio en la cocina y albergar a más invitados.Marcos Montes

El espacio es un aspecto importante para las reuniones en el hogar, pero no el único. La comunicación, el grado de afinidad y la capacidad de adaptación de anfitriones e invitados son también cruciales en este tipo de interacción, como señala Mercedes Bermejo, psicóloga y vocal del Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid.

¿Qué significa abrir las puertas de nuestro hogar?

Nuestra casa es un reflejo de nuestra personalidad y abrirla a las visitas supone un gesto de confianza e intimidad. Sin embargo, que no nos guste recibir a nadie, “no nos convierte en personas introvertidas o con problemas para socializar”, como aclara Bermejo. “Puede deberse a muchos factores: que nos guste más quedar en otros lugares, que estemos muy cansados como para invitar a gente a casa o que vivamos con personas mayores o dependientes”, pone de ejemplos la psicóloga.

¿SOLEMOS RECIBIR VISITAS?

Según el estudio Hogares con psicología, elaborado por IKEA y el Consejo General de la Psicología de España:

  • La mayoría de los encuestados (85,9%) recibe visitas en su casa
  • De los que nunca reciben a sus amigos y familiares (14,1%):
  • El motivo del 28,7% es su casa: bien porque no le gusta, porque no está acondicionada o por falta de espacio
  • El 22,6% confiesa que no le gusta recibir visitas
  • Para el 10% le supone mucho esfuerzo

A Marcos Montes siempre le ha gustado “eso de traer a gente a casa”. Reconoce que sus padres son también muy hospitalarios, “a lo mejor me viene un poco de ellos”. Como explica Bermejo, las costumbres influyen en nuestra manera de relacionarnos en el hogar. “Si nuestra familia solía hacer reuniones en casa, puede que nos guste seguir con esa tradición en la nuestra. También tiene que ver con una cuestión cultural; hay ciertas celebraciones que son más íntimas y que preferimos hacer en casa”, señala Bermejo.

Que nos guste invitar a gente a nuestro hogar también depende del carácter. “Hay personas que disfrutan siendo anfitriones, suelen ser personas extravertidas y sociables, pero también puede darse en perfiles más tímidos, que prefieren quedar en su casa porque en ella se sienten más seguros a la hora de socializar”, apunta la psicóloga Paola Graziano.

Mostrar nuestro hogar también trae consigo una exposición social. “Puede que a algunas personas les guste invitar para proyectarse ante los demás, anhelando la validación social a través de su casa. Pero por muy bonita que la tengan, si no es una vivienda funcional, no conseguirán que las visitas se sientan a gusto”, aclara Graziano.

Cómo conseguir que los amigos siempre quieran volver

La fórmula para que nuestro hogar se convierta en ese espacio donde todo el mundo se lo pase bien y quiera volver combina dos elementos, como señala Graziano: espacio y comunicación. “Cómo acondicionamos el espacio para las visitas es determinante en las reuniones”, matiza.

El hogar flexible que se transforma para las visitas

Cuando se reciben amigos o familiares es importante tener nuestro hogar preparado y soluciones versátiles para evitar problemas de espacio, como recomienda Icíar García, responsable del departamento Retail Solutions de IKEA. Es importante:

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Una buena acogida

Si las visitas quieren liberarse de sus pertenencias, es importante definir un espacio de la casa para dejarlas. En la entrada es más práctico.

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Contar con un espacio bien iluminado

Para una buena iluminación se recomienda situar la zona de reunión cerca de una ventana para poder disfrutar de luz natural.

También ayuda vestir la mesa con manteles, vajilla y servilletas de colores claros.

Si tenemos que recurrir a la luz artificial es bueno saber que la luz blanca (entre 3.500K y 5.500K) es más estimulante, y la cálida (menos de 3.500K) es más relajante.

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Tener capacidad para todas las visitas

Las mesas extensibles y los taburetes apilables permiten aumentar el número de comensales en un momento.

En cambio, mesas y sillas plegables son más económicas y se pueden guardar fácilmente, por ejemplo, colgadas en algún lugar donde no molesten.

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Preservar nuestra intimidad

En casas principalmente diáfanas, se pueden usar cortinas o biombos para delimitar la zona de reunión y separarlas del resto de la casa.

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Como sostiene Graziano, la comodidad de los invitados depende de la propia casa, “si esta invita o no a estar a gusto”, pero también de cómo se reciba y acoja al invitado. Para ello, continúa la psicóloga, hay que tener en cuenta sus necesidades. Por ejemplo, con respecto al menú, si tiene alergias o intolerancias o si es vegano o vegetariano.

Por otro lado, es normal que en cada casa haya unas normas determinadas como quitarse los zapatos al entrar, no fumar dentro o no dar de comer al perro. “El invitado no tiene por qué saberlo; por eso debe existir una comunicación por parte del anfitrión y que los invitados respeten esas normas”, señala Graziano.

En una reunión familiar y de amigos se establece una pequeña convivencia en la que la cooperación es también importante. Para la psicóloga, no deberíamos caer en el servilismo cuando recibimos visitas en nuestra casa: “Hacer partícipe a los invitados en la preparación de la comida o celebración crea un ambiente más cercano y acogedor”, señala.

La colaboración cobra especial importancia cuando se trata de una familia extensa -familiares con los que alguna vez convivimos que ahora acuden de visita a nuestra casa- porque se puede tender a reproducir roles antiguamente aplicados en esa estructura familiar. Para Graziano, la clave del éxito en estas situaciones es ser asertivos y educados: “Solo así podremos gestionar cualquier conflicto y conseguir un ambiente agradable durante ese nuevo tiempo de convivencia”.

La comunidad de vecinos, el hogar extendido

Ya sea por afinidad –si se convierten en amigos– o por mera convivencia en los espacios comunes del edificio, nuestros vecinos también pueden tener un papel destacado en nuestras vidas. Si las relaciones son buenas, se puede crear una valiosa red de apoyo, como explica Mercedes Bermejo; si, por el contrario, no hay buen ambiente en la comunidad de vecinos, nos puede provocar un gran malestar incluso en nuestro propio hogar.

“Antes, las puertas de los hogares estaban abiertas para los vecinos y se generaba un tipo de relación más cercana

Mercedes Bermejo

Psicóloga

Según el estudio Hogares con psicología, elaborado por IKEA en colaboración con el Consejo General de la Psicología de España, el 22,6% de los españoles no mantiene una buena relación con los vecinos. Entre las razones principales se encuentra la actitud de un miembro de la comunidad en concreto, el ruido que hacen y los malos olores provenientes de la comida o de otros como el tabaco.

Bermejo considera que el ritmo frenético diario –especialmente el de las ciudades– está fomentando el individualismo. “Hemos perdido la costumbre de preguntarnos entre los vecinos cómo estamos, de preocuparnos entre nosotros, de tener empatía por el que vive a tu lado”, señala la psicóloga. “Antes, las puertas de los hogares estaban abiertas para los vecinos y se generaba un tipo de relación más cercana”, añade.

La vocal del Colegio de Psicólogos de Madrid lamenta que hoy en día tendamos a escoger el vecindario por su silencio y comodidad individualizada en lugar de por la experiencia vecinal que podríamos tener. Bermejo recuerda aquel espíritu solidario que surgió de manera generalizada durante el confinamiento y concluye: “Convendría fomentar de nuevo esa de red de apoyo comunitaria, tan beneficiosa para la convivencia y nuestra salud mental”.

CRÉDITOS

Redacción y guion: Marta Villena
Coordinación editorial: Juan Antonio Carbajo y Francis Pachá
Desarrollo: Rodolfo Mata
Diseño: Juan Sánchez
Ilustración: María José Durán
Coordinación diseño: Adolfo Domenech

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