Ángela Gutiérrez Rodríguez (16 años) fue una de las ganadoras de The Challenge, el programa educativo de Fundación La Caixa. En la foto posa junto a sus padres, Raquel Rodríguez León (52 años) y Jesús Gutiérrez Rey (50 años). Óscar Corral.

Lo lejos que se puede llegar con otra metodología educativa

Pensamiento crítico, creatividad, colaboración y comunicación. Estos son los cuatro ejes de las metodologías activas en educación, que convierten al alumno en protagonista de su propio aprendizaje y en el que las familias participan de lleno en ella. La experiencia de Ángela y Laura (ambas de 16 años) y sus padres así lo atestigua

Los problemas de salud mental ya no son un tabú para Ángela Gutiérrez Rodríguez (16 años, Vigo, Pontevedra) y sus compañeros del centro concertado vigués Colegio Padre Míguez. Desde la pandemia, el tema resonaba en medios de comunicación y redes sociales, e incluso en sus conversaciones de recreo. Por eso, cuando a Ángela y a sus compañeros les propusieron hace un año iniciar un proyecto en el que abordasen un problema real y utilizasen el análisis de datos para proponer una solución, no se lo pensaron: “Queríamos hacer algo sobre los problemas de salud mental que sufrimos los adolescentes, ponerle remedio de alguna forma”, cuenta Ángela sobre el proyecto El liderazgo que nunca quisimos, que llevó a cabo junto a Daniel Callero, Álex Gómez y Pablo Amoedo.

La madre de Ángela, Raquel Rodríguez León (52 años), sabía que aquello no era un simple trabajo de clase: “Era algo más, una investigación y un trabajo muy autónomo que hará que ese conocimiento no se les olvide nunca”. Un proceso de aprendizaje en el que la familia de la joven viguesa también fue partícipe, acompañándola en cada paso del proyecto, en el que recopilan información sobre causas y variables de este problema social que afecta a uno de cada siete adolescentes de entre 10 y 19 años, según la Organización Mundial de la Salud (OMS).

El trabajo del Colegio Padre Míguez resultó ganador de la tercera edición del programa The Challenge, de Educaixa. Esta propuesta educativa de Fundación La Caixa fomenta el pensamiento crítico, la creatividad, la colaboración y la comunicación, y anima al alumnado a adquirir unas competencias que les permitan implicarse en los retos futuros de la sociedad.

Este método de aprendizaje activo lleva años planteándose y testeándose en el sistema educativo español y parece que ha conseguido un consenso social entre comunidad educativa, Administración y familias. La nueva reforma educativa (LOMLOE), iniciada este curso escolar, promoverá su implantación de manera transversal en todas las etapas educativas. La ley busca, entre otros objetivos, fomentar el desarrollo de una ciudadanía crítica y activa a través de un currículo donde se trabaje de manera transversal la cooperación, la creatividad y el emprendimiento social y empresarial.

Una forma de aprender también para las familias

En la otra punta de España, en Rota (Cádiz), Laura Martín-Bejarano García (16 años) se enfrentaba a un reto similar junto a sus compañeros Raúl Cuadro y Julia Bernal del Colegio Salesiano Nuestra Señora del Rosario. En su caso, trataban de idear una solución que diese circularidad a los residuos y acabase con las fuentes de energía fósiles, principales responsables del calentamiento global. El resultado fue (Bio)lógica, un prototipo de un sistema que impulsa la creación de un biometano, un tipo de gas no contaminante generado a partir de basura, y que también se sumó al grupo de ganadores del programa The Challenge.

“Fue increíble ver cómo tres adolescentes de 15 años nos hicieron ver a nosotros, adultos, que existe la posibilidad de utilizar los residuos para generar energía limpia”, cuenta la madre de Laura, Yolanda García Pérez (46 años), sobre el proyecto de su hija. Desde luego, este tipo de educación nada tiene que ver con el que vivió ella cuando estaba en el instituto: “Nosotros aprendíamos de una forma mucho más pasiva, en la que el centro de atención no era en el alumno, sino en el profesor. Era una clase magistral, en la que solo atendíamos, para después aprender de memoria unos conocimientos que soltábamos de carrerilla en un examen. Y claro, al final eso lo acabábamos olvidando”, recuerda García.

Tanto Yolanda García Pérez como su marido José Antonio Martín-Bejarano de la Rosa ven mucho más potencial en esta forma activa de aprender: “Les hace ser más cooperativos, se ponen al servicio del grupo para alcanzar un objetivo, los prepara para vivir en sociedad. Además, también les permite descubrirse a sí mismos, sus habilidades naturales”, cuenta la madre de la adolescente gaditana.

Por otro lado, este tipo de aprendizaje permite a las familias formar parte de la educación de sus hijos, compartiendo los conocimientos: “Es una oportunidad para hablar mucho con los hijos, que les cuenten lo que hacen en el colegio porque esas actividades son mucho más prácticas que antes, y ya no hay tantos deberes para casa. Con ese diálogo, los padres aprenden también, y los hijos reafirman conocimientos adquiridos”, explica Carolina Ramírez Fernández, profesora de Secundaria y Bachillerato del Colegio Padre Damián Sagrados Corazones, de Barcelona, otro de los centros que ha participado en el programa de Educaixa.

Partícipes de la cultura educativa

En el colegio barcelonés utilizan la evaluación por rúbrica, un método de valoración de conocimientos en el que, como explica Ramírez, se elimina la calificación tradicional del 0 al 10 y se sustituye por unos indicadores que marcan los objetivos de aprendizaje. La docente pone de ejemplo: “En 3º de la ESO estamos construyendo un puente con material reciclado. Los criterios son que sea capaz de aguantar cinco kilos sin colapsar y que tenga unas medidas determinadas”. Ramírez añade que, de esta forma, los padres pueden incluso evaluar las competencias de sus propios hijos de una manera constructiva “porque con esta rúbrica, que se establece previamente, todos conocemos los criterios de evaluación”, aclara.

Para Ramírez, lo fundamental en la implantación de esta metodología es que el centro educativo “crea en el papel activo de las familias y se les explique cómo funciona este aprendizaje”. Y añade que es necesario un trabajo de comunicación previo, en el que se aclaren las dudas que puedan tener ante un cambio sustancial en el sistema educativo como este. Por su parte, la familia de Ángela Gutiérrez Rodríguez celebra ser partícipe de la cultura educativa activa del antiguo colegio (Padre Míguez) y del nuevo, Colexio Santiago Apóstol, en el que la joven ha empezado a estudiar Bachillerato. “El centro nos invita a hablar de nuestras profesiones o a participar en talleres y otras actividades prácticas junto a nuestros hijos”, cuentan los padres.

Como explica Emilio Ruiz Hidalgo, docente del colegio Nuestra Señora del Rosario (Rota, Cádiz), la gran mayoría de las familias suele mostrar confianza hacia esta metodología que está demostrando grandes ventajas: “Supone una actividad más dinámica que puede reducir el fracaso escolar porque los alumnos de altas capacidades que antes se aburrían ya no lo hacen, y los perfiles de necesidades especiales pueden aplicar otras habilidades que no podrían en un marco únicamente teórico”, argumenta.

El docente cree que los resultados son evidentes para las familias. “Ven a sus hijos motivados y aprendiendo. No creo que nadie que vea a su hijo feliz ponga en duda esta metodología”, concluye Ruiz.

La motivación de viajar a la meca californiana del emprendimiento

La tercera edición de The Challenge premió a 77 estudiantes de 3º y 4º de la ESO, Bachillerato y Ciclos Formativos de Grado Medio (CFGM) de centros de toda la Península con un viaje a Silicon Valley, la meca californiana del emprendimiento tecnológico. Los ganadores viajaron el pasado verano junto al popular youtuber Miquel Montoro. El reto educativo de Fundación La Caixa proponía a los participantes desarrollar proyectos innovadores que tuvieran como eje los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de las Naciones Unidas para generar un impacto positivo en la sociedad. 

Emilio Ruiz Hidalgo fue el profesor que supervisó el proyecto (Bio)lógica y aún recuerda la motivación y el entusiasmo con el que trabajaron sus alumnos: “Una experiencia que ha marcado un antes y un después para el colegio”, cuenta.  “Muchos otros alumnos, incluso aquellos que no solían mostrar gran interés por nada, ya me están preguntando por la próxima convocatoria de The Challenge y pensando en posibles proyectos para presentarse”, celebra.  

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