El estigma sobre la obesidad pesa más que los kilos

El 74% de la población cree que las personas con obesidad sufren discriminaciones, según la Sociedad Española para el Estudio de la Obesidad. La enfermedad sigue rodeada de prejuicios que conducen a la estigmatización y el impacto psicológico que generan puede resultar incluso más perjudicial que las secuelas que produce en la salud física

Federico Luis Moya, paciente que se sometió a cirugía bariátrica en 2014, en una calle de Santander con la camisa que vestía antes de la operación, cuando pesaba 183 kilos, el doble que ahora.
Federico Luis Moya, paciente que se sometió a cirugía bariátrica en 2014, en una calle de Santander con la camisa que vestía antes de la operación, cuando pesaba 183 kilos, el doble que ahora.Juanma Serrano

Las personas con obesidad, una patología que en España afecta a alrededor del 30% de la población, conviven con una de las enfermedades con mayor impacto en la salud física y mental que existen. A los problemas de salud que conlleva se une con frecuencia una presión social que no sufren quienes padecen otras enfermedades crónicas como la diabetes o la hipertensión, una carga añadida que se traduce en actitudes discriminatorias que a veces comienzan desde edades muy tempranas.

La falta de información sobre los muchos factores que inciden en el desarrollo de la obesidad, el modelo de imagen apolíneo que se ha impuesto y las ideas preconcebidas que muchos tienen sobre esta patología, la han convertido en uno de los problemas de salud más banalizados y estigmatizados socialmente, apuntan los expertos. ¿Qué pesa más, los kilos o el estigma y el impacto psicológico que conllevan? “Una de las cosas que más repiten los pacientes es que quieren dejar de sentirse juzgados o discriminados”, explica Carmen Grau, psicóloga e investigadora de la Fundación para el Fomento de la Investigación Sanitaria y Biomédica de la Comunidad Valenciana (Fisabio).


A la Asociación Bariátrica Híspalis Nacional no cesan de llegar casos de discriminación, algunos lacerantes. “¿Sabes lo que supone para una persona joven que no te dejen entrar en una discoteca por tu peso o vayas a esquiar y te digan que los gordos no esquían, que no hay ropa para ellos?”, se pregunta su presidenta, Victoria Buiza.

Los kilos te hacen invisible

Federico Luis Moya experimentó en numerosas ocasiones ese severo juicio social, la gordofobia que muestra sin ambages la aversión a las personas con obesidad. “Durante años fui invisible para algunos de mis vecinos, dejaron de saludarme, y solo volvieron a hacerlo cuando recuperé mi peso normal”, recuerda este santanderino de 41 años. Los problemas de coordinación que tuvo de niño le condujeron a la natación de competición y con 13 años estuvo a punto de participar en un campeonato nacional. Se quedó a dos décimas de lograrlo y la decepción que sufrió por quedarse a las puertas le llevaron a colgar el gorro y el bañador.

A partir de entonces, las calorías que gastaba en la piscina fueron acumulándose en su cuerpo. Primero llegó el sobrepeso y después la obesidad, un proceso que se acentuó tras el cáncer que condujo a la muerte de su madre diez años después. Moya volcó su ansiedad en la comida y el consumo por atracón, frecuente en personas con obesidad, se convirtió en una norma para él. A veces, comía o cenaba en el trabajo y volvía a hacerlo en casa. “En mi refugio, mi habitación, llegué a comer 18 donuts y dos litros de Coca Cola todas las noches. Así, de lunes a domingo”. El resultado: 183 kilos. Con una estatura de 183 centímetros, su Índice de Masa Corporal (IMC) era de 54. Este índice se utiliza en el diagnóstico de la enfermedad y se obtiene dividiendo el peso por la altura en metros al cuadrado. Por encima de 30 se considera obesidad.

La señal de alarma resonó en su cabeza seis años después. “Me levanté para ir a trabajar y tuve que despertar a mi padre para que me atara los cordones de los zapatos”. En 2014 se sometió a una operación de cirugía bariátrica en el hospital Marqués de Valdecilla de Santander y ahora, cuando se sube a la báscula, marca 90 kilos. El resultado final ha sido un éxito y puede dar la impresión de que la obesidad ha pasado a la historia, pero Moya tiene muy claro que la enfermedad que tiene es una patología crónica en la que intervienen muchos factores y le acompañará siempre. “He perdido peso, sí, pero puedo volver a ganarlo. Sé, como me dijeron los médicos, que el estómago es el único órgano que se dilata pero no se contrae”.

La resiliencia como terapia

Toda una vida ha convivido con la obesidad Estefanía Villanueva (Málaga, 1978). El exceso de peso la convirtió en un blanco fácil para los acosadores durante los primeros años de colegio e instituto. Le ocurre a muchos niños, según revelan numerosos estudios. Una investigación de la Universidad Complutense de Madrid (UCM) de 2023 señala que el aspecto físico, sobre todo el sobrepeso, está directamente relacionado con el acoso escolar. El 10% de los estudiantes con obesidad se identifican como víctimas de acoso.


Villanueva sufrió ese abuso arbitrario hasta los 15 años y a esa edad todo cambió por una confluencia de factores. Influyeron los mensajes de apoyo de sus padres y los nuevos amigos que se fijaron en todo menos en sus kilos. Y, sobre todo, sintonizó con una fuerza interior que le hizo valorar las muchas cualidades que tenía. “Salí adelante desarrollando habilidades sociales y capacidades que la gente ya percibía, como la simpatía y la facilidad para hacer amigos, y el peso dejó de ser una barrera”.

Los comentarios gordófobos y los silencios (miradas, actitudes), tan elocuentes como las palabras, no se esfumaron, pero Villanueva aprendió a convivir con ellos echando mano de la resiliencia, la capacidad para hacer frente a algo que nos perturba sin que nos arrastre anímicamente. Con las personas que atiende en su consulta como psicóloga en la clínica Vitali Salud y en Dvitas intenta fortalecer su resiliencia con un objetivo: “que la obesidad sea un problema de salud física, pero no se convierta en uno de salud mental”. De forma paralela, les deriva al especialista que les pueda echar una mano en la pérdida de peso.

A lo largo de su vida, Villanueva, que es bastante alta (173 centímetros), ha tenido etapas con un peso normal. Ahora pesa 113 kilos y está de nuevo en un proceso de pérdida de peso motivado por la convicción de que “la obesidad es un problema de salud relacionado con patologías como la diabetes o el cáncer y, por tanto, estar en un peso normal no se debe ver como algo para agradar a los demás”. A sus pacientes les insiste en otro mensaje que nace de su experiencia personal: “He evitado en todo momento el aislamiento, es muy importante tener una red social de calidad para evitar la soledad, la tristeza y la desesperanza”.

Atención psicológica

La psicóloga Carmen Grau confirma que las herramientas empleadas por su colega de profesión funcionan en muchas personas. Lo comprueba a diario en el hospital Doctor Peset de Valencia donde realiza una investigación para valorar cómo la atención psicológica puede ayudar a cambiar de hábitos a las personas con obesidad, un proceso en el que también es fundamental el entorno social en el que se desenvuelve, la familia y los amigos especialmente. La investigadora de Fisabio apunta que, “aunque se avanza en la buena dirección, subsiste la creencia de que la única responsabilidad del peso es del propio paciente. Esto es contrario a lo que la evidencia científica demuestra, la obesidad es un fenómeno mucho más complejo”.

El entorno también puede contribuir decisivamente a luchar contra los clichés estigmatizantes que arrastra la enfermedad y que reflejan numerosos estudios. Una encuesta de la Sociedad Española para el Estudio de la Obesidad (SEEDO) realizada en 2023 refleja que los lugares comunes sin fundamento sobre esta patología alcanzan los más diversos ámbitos. “Hay investigaciones que señalan que el 50% de las personas con obesidad se han sentido estigmatizadas en el lugar de trabajo porque se les ha tratado de perezosas o de falta de autocontrol”, explica Carmen Grau.

En opinión de Victoria Buiza, la encuesta de la SEEDO pone en evidencia que tener sobrepeso “sigue estando mal visto en amplias capas de la sociedad”. El problema, añade, es que “los mensajes y las actitudes que discriminan a alguien por su apariencia calan tan hondo que con frecuencia la propia persona que sufre obesidad se los cree y termina culpándose de su exceso de peso”.

Ante casos así, Carmen Grau recuerda a sus pacientes que “las opiniones retratan a quien las emite, no hablan de aquel a quien pretenden descalificar”. Quitar importancia a los comentarios es una buena estrategia, pero otras veces se necesita algo más. “El autoconcepto que uno tiene de uno mismo puede estar muy dañado y una situación así requiere de ayuda psicológica”, apunta la investigadora.

El malestar psicológico que ocasiona el estigma social puede conducir a quien lo padece al aislamiento social. Es frecuente, por ejemplo, en los casos de acoso escolar. Por ese motivo, es tan importante disponer de un psicólogo cuanto antes. “Si actuamos de manera temprana vamos a hacer que su estado emocional sea mucho mejor y evitamos que su salud mental empeore y pueda acabar, por ejemplo, en una depresión”, señala Carmen Grau.

Atención humanizada

Las guías clínicas recogen la importancia de que los equipos multidisciplinares dispongan de psicólogos, una reivindicación histórica de las asociaciones de pacientes que forma parte de la humanización de la atención que cobra cada vez más importancia y está llamada a transformar el sistema sanitario, según los expertos.


El informe Humanización de la Atención Sociosanitaria a la Persona que vive con Obesidad (HASPO), hecho público el año pasado, recoge también esta iniciativa, además de otras encaminadas a borrar para siempre el estigma. Una de ellas reclama espacios sanitarios e infraestructuras adaptadas a los pacientes con esta patología, y otra pide algo tan básico como que se garantice que dispondrán de la talla de bata adecuada cuando ingresen en un centro para preservar su intimidad.

Victoria Buiza apunta al respecto que “aunque parezcan recomendaciones obvias, son muy importantes porque no es extraño que en una consulta se le indique al paciente que se siente en la silla y no pueda hacerlo porque no cabe en ella”. Aunque situaciones así sean frecuentes, no están justificadas, apuntan los expertos, y revelan la necesidad de implantar protocolos con medidas concretas que cambien paso a paso la atención sociosanitaria a las personas con obesidad.

Poner el acento en medidas que borren el estigma de la obesidad es clave para prevenir, minimizar y gestionar mejor las secuelas emocionales que acarrea. Tiene, además, otro efecto que apunta Carmen Grau: “Facilita la adherencia al tratamiento de la enfermedad y mejora el pronóstico de los muchos problemas de salud asociados a la obesidad (cardiovasculares, metabólicos, articulares...)”. El reto de proporcionar una atención integral a las personas con obesidad requiere de la implicación de los profesionales sanitarios, y también de un cambio de chip con respecto a ellas. “Nos fijamos mucho en la sociedad, pero la OMS realizó un estudio donde se apuntaba que el 70% de personas se habían sentido estigmatizadas por los profesionales sanitarios. Es importante concienciarnos de que esto tiene que cambiar e ir en otra dirección”, concluye Carmen Grau.

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