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Ideas de maternidad perfecta, expectativas sociales e incomprensión: atrapadas en el tabú de la depresión posparto

Alrededor de una cuarta parte de madres sufre síntomas de este trastorno después de dar a luz. Los sentimientos de tristeza, culpa y desesperación suelen quedar en secreto, y la detección es difícil: “En las revisiones nadie les pregunta a ellas cómo están”

Laura Serrano depresion posparto
Laura Serrano sentada en un banco de un parque en el barrio de Chamartín, el 3 de octubre.Jaime Villanueva
Francesca Raffo

Ana pensaba en tirar a sus hijos por la ventana a los pocos meses de haber dado a luz. Marina se arrepentía de haber tenido al suyo. Laura ya no tenía ganas de vivir, no soportaba el cansancio y la soledad después de parir. Y Celia, como Laura, pensaba en quitarse la vida. Todas se habían convertido en madres hacía, al menos, seis meses y todas transitaban por lo mismo sin saberlo: una depresión posparto. Creyeron que habían enloquecido, sus bebés les traían angustia, tristeza o desesperación. Pero como ellas, hay muchas más, aunque es difícil saber cuántas. La mayoría se traga estos pensamientos y trata de seguir adelante. Es un tema tabú. Varios estudios internacionales sitúan la prevalencia alrededor del 15% de las madres, y un informe del Consejo General de Psicología de España eleva a una cuarta parte las que tienen síntomas de depresión posparto al año de dar a luz.

“Estaba en un granero, en casa de mis padres, y no hacía más que pensar en buscar una cuerda y ahorcarme”, cuenta Ana (nombre ficticio) de 42 años, quien prefirió mantenerse en el anonimato para compartir su historia. Había dado a luz a sus mellizos hacía menos de un año cuando vivió ese episodio, el que recuerda como “lo más brutal” y el pico de la depresión posparto. Sin embargo, los síntomas habían comenzado meses antes con ganas de huir, tristeza y cansancio. Sabía que pensaba de manera irracional, pero no podía evitarlo. “Piensas: no se merecen una madre como yo”, dice.

Ana cuidaba de los dos bebés y estaba extremadamente cansada. Quería hacerlo todo a la perfección y esa fue una de las cosas que más le afectó. A pesar del agotamiento, ella quería darles el pecho y hacer colecho con ellos. “Había días que me quedaba con los niños por la mañana y lloraba uno, luego el otro y no puedes con todo”, cuenta. “Hacerlo todo bien cuando tienes hijos es imposible. Yo sabía que no estaba bien”, agrega.

La depresión posparto es un cuadro clínico que debe ser tratado por los especialistas en salud mental y puede ocurrir desde que la madre da a luz hasta un año después, explica Esther Ramírez, psicóloga perinatal y docente del Instituto Europeo de Salud Mental Perinatal. En España, los estudios que se han hecho, recogidos en el informe Depresión perinatal en el contexto español, del Consejo General de Psicología del 2023, sitúan la cifra de afectadas por este tipo de síntomas entre el 26,7% y 30,3% de las madres. Además, la depresión antenatal, es decir, durante el embarazo, tiene una prevalencia de entre 14,8% y 15,2%.

Se trata de algo mucho más profundo que el baby blues, una especie de tristeza que se da únicamente en los primeros 15 días tras el parto y afecta a un alto porcentaje de madres. “Es tristeza, angustia, sensación de no ser capaz, pero ocurre únicamente durante las primeras dos semanas. Si se intensifica y alarga, se habla ya de una depresión posparto”, explica Ramírez. Otro trastorno que se puede dar durante este periodo es la psicosis perinatal, una afectación más grave y menos habitual: “Es una urgencia médica grave donde se debe llevar a la paciente al hospital para estabilizarla. Es una sintomatología muy bizarra donde no están en la realidad”.

Laura Serrano, de 41 años, cuenta que cuando se hizo madre comenzó a sentir un profundo malestar que le quitaba las ganas de vivir. “No tenía fuerzas para nada”, recuerda. Nunca quiso realmente morir, pero el cansancio y la tristeza no la dejaban pensar de otra manera: “No es que yo quisiera dejar huérfana a mi hija, es que era un malestar tan profundo que lo único que quería era dejar de sufrir”. Al inicio, Laura estaba en su cama, sin poder hacer nada, y su pareja le ponía en el pecho a la bebé para que intentaran estar juntas. Años antes de estar embarazada, Laura había tenido depresión y aunque este es un antecedente para la depresión posparto, ella no pensó que le pasaría.

Madre cansada cargando a su recién nacido llorando.
Madre cansada cargando a su recién nacido llorando. damircudic (Getty Images)

En realidad, casi ninguna madre piensa que le va a pasar y, una vez que sucede, se sienten completamente solas. Laura hace un resumen: “Era sentirse sola rodeada de gente”. Si durante los primeros síntomas de la depresión alguien les hubiera preguntado qué necesitaban —además de la atención psiquiátrica— todas coinciden en la misma respuesta: saber que no eran las únicas que pasaban por esto. “Parte del problema es la soledad en la que se vive”, dice Marina (nombre ficticio) quien intentó quedarse embarazada tres veces y en enero del 2023 dio a luz a su primer hijo. Tiene 45 años y vive en Almería.

A ella los primeros síntomas le llegaron apenas dio a luz, pero cuando se lo decía a la matrona, esta no le daba importancia. Marina recuerda: “Yo me había montado mi película preciosa y fantástica de que la lactancia materna iba a salir genial, pero comenzó a complicarse. Ahí fue mi cuesta abajo y sin freno”. En ese momento lo que le hizo falta fue una “tribu”, y le consolaba escuchar a otras madres que le contaban experiencias parecidas. Lo que sucede es que existe una idea romántica de la maternidad y la realidad no es necesariamente así, dice.

“Yo hubiese necesitado al club las madres imperfectas, que alguien me dijera que la maternidad no es perfección. Que me hayan dicho: tu hijo lo que necesita es una madre sana mentalmente, no necesita tu teta tanto”, cuenta Marina.

Presión social para estar felices

Muchas de las depresiones posparto comienzan en el embarazo, pero no son detectadas a tiempo, indica el informe Depresión perinatal en el contexto español. Esther Ramírez explica que muchas madres ocultan sus síntomas porque existe un estigma y una presión social que les dice que tienen que estar felices por tener un hijo. Alba Roca, psiquiatra y Jefe de la Unidad de Salud Mental Perinatal del Hospital Clínic de Barcelona, el centro de referencia en el tema, agrega que al ser un tema poco conversado muchas madres primerizas no tienen la información necesaria para darse cuenta de la ayuda que necesitan.

“No entendía por qué si era una niña deseada, tenía una familia, me estaba recuperando, la niña estaba sana, tenía una situación laboral estable, por qué me sentía tan mal. Nada justificaba”, recuerda Laura.

Roca asegura que es necesario que las madres entiendan que 1 de cada 5 va a sufrir un problema de salud mental en la etapa perinatal. “Si esto se hablase, se haría más familiar y la detección sería más fácil”, añade. Para la depresión posparto, lo más importante es pedir ayuda a profesionales de la salud mental, aunque este paso no sea fácil para todas las madres.

Celia Ortiz (Madrid) tiene 48 años, tuvo a su hijo en mayo del 2020 y comenzó con la depresión a los pocos meses. Para ella no fue fácil pedir ayuda, es una persona muy perfeccionista y sentía la presión social de hacer las cosas bien. “Al fin ves que es un tema tabú y que está feo decir que no puedes. Te sientes egoísta, piensas de qué me quejo si lo tengo todo. No cambio a mi hijo por nada en el mundo, pero durante ese momento no fui capaz de levantar cabeza”, dice.

La demanda de ayuda también se complica cuando la seguridad social no responde ante la urgencia y es necesario acudir, y pagar, a un psicólogo privado. Marina le comentó a su médico de cabecera como se sentía, pero le dieron cita en salud mental para tres meses. Ella no tenía ese tiempo: “No podía esperar, me estaba muriendo. Era una sensación de estar en el infierno más grande, de solo querer morirme”. Ella, como el resto, fue tratada con antidepresivos y ansiolíticos, además de acompañamiento psicológico.

Falta de formación en los profesionales

En España, la depresión posparto está infradiagnosticada, concluye el informe sobre este trastorno en el contexto español. Ramírez explica que no todos los profesionales de la salud que visita una madre en el primer nivel de atención —como matronas, pediatras o médicos de cabecera— están formados adecuadamente en salud mental perinatal. Argumenta que esto puede derivar en este subregistro. “Cuando las madres van a revisiones del niño sano nadie les pregunta a ellas cómo están”, dice. Torres agrega que, en general, hay poca formación en salud mental, pero es aún peor “la formación en salud mental con perspectiva de género, cómo afecta a la mujer y, sobre todo, en esta etapa”.

María F. Rodríguez Muñoz, coautora del informe y profesora titular del Departamento de Personalidad, Evaluación y Tratamiento Psicológico de la UNED, explica que existen barreras estructurales en el sistema de salud que impiden incluir la salud mental de las madres como prioridad. Sostiene que es necesario un protocolo nacional para atender la depresión perinatal, desde el diagnóstico hasta el tratamiento. Actualmente cada comunidad tiene sus propias líneas de acción y, en realidad, depende de la buena voluntad de algunos profesionales de la salud, añade.

Torres agrega que para evitar el infradiagnóstico y, por ende, la falta de tratamiento son necesarias herramientas de cribado; es decir, que se encueste a todas las madres para ver posibles síntomas y derivarlos a salud mental. Coincide con Rodríguez con la necesidad de un protocolo sistematizado. Explica que en Cataluña, en 2018, se incluyó esta guía con consultas de salud mental en el protocolo de atención al embarazo y ha sido una medida eficiente para la detección de posibles casos.

Tras sesiones con los psicólogos y psiquiatras Ana, Marina, Celia y Laura se encuentran mejor. Cada una lo transitó de manera distinta y en tiempos diferentes. Marina, por ejemplo, comenzó con los antidepresivos y ansiolíticos y al mes y medio se sintió mejor. “Sentí que la tristeza no era tan grande, que empezaba a ver algo de luz, que las 24 horas del día no se intercalaban entre pena y tristeza”, dice.

Ahora vive con su pareja y su hijo en una casa rodeada de naturaleza, cerca a sus familiares y disfrutando el campo. Su sueño era que su hijo creciera así, libre. Lo está haciendo. “Lo veo y me siento feliz porque hubo un momento en el que pensé que lo iba a hacer un desgraciado, pero la historia ha cambiado y doy gracias de haber podido encontrar la ayuda”, dice.

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