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La artrosis, una enfermedad asociada a la vejez que puede prevenirse de joven: “Es como una puerta oxidada”

La mitad de las personas mayores de 65 años sufre esta dolencia crónica que va en aumento, no tiene cura y puede ser altamente incapacitante

Artrosis
Carmen, aquejada de artrosis, en la plaza de Oriente de Madrid la pasada semana.Claudio Álvarez
Pablo Linde

La artrosis es una enfermedad “traicionera”, en palabras de Josep Vergés, uno de los mayores en expertos en la materia de España. El cartílago se va desgastando poco a poco con el paso de los años sin dar señales y cuando duele “es tarde”: ha llegado al hueso. “Es punzante e incapacitante; quien no lo ha tenido no sabe lo que es”, dice Marisa Ibarra, uno de los siete millones de personas que la padecen en el país.

Como cualquier dolencia asociada a la edad, en un país cada vez más envejecido va inexorablemente en aumento. Según el Libro blanco sobre envejecimiento demográfico y artrosis, publicado a finales de junio (y en el que figuran todos los datos que aparecen en este reportaje), el 50% de la población mayor de 65 años la padece, porcentaje que sube al 80% entre las personas con más de 80, con especial prevalencia entre las mujeres.

A Ibarra se la diagnosticaron con 50 años. Le afecta a la cadera, con dolores que tuvo que ir sobrellevando con infiltraciones para aguantar en su trabajo, en el mercado de la Boquería de Barcelona. “Cuando eres autónoma tienes que aguantar lo que te echen”, dice. Luego se jubiló, se asesoró bien y con actividad física, dieta y los medicamentos adecuados, asegura que la enfermedad es más llevadera.

dvd 1169 - Barcelona 12/06/2023.-Reportaje sobre artrosis. Marisa, en su apartamentó en el barrio de Can Baró (Barcelona). Foto: Gianluca Battista
dvd 1169 - Barcelona 12/06/2023.-Reportaje sobre artrosis. Marisa, en su apartamentó en el barrio de Can Baró (Barcelona). Foto: Gianluca BattistaGianluca Battista

El hecho de que se asocie a la edad, a la vejez, le quita “glamour”, según Vergés, que en 2016 fundó la Fundación Internacional de la Artrosis (OAFI, por sus siglas en inglés). La población más joven la ve lejana y le presta poca atención, pese a que es en esta etapa cuando se puede comenzar a poner medidas para prevenirla, con pautas de vida sana que aplican para casi cualquier enfermedad: suficiente (pero no excesiva) exposición al sol para generar vitamina D, dieta baja en grasas saturadas, dulces y procesados, evitar el alcohol y el tabaco, ejercicio sin llevar al extremo a las articulaciones.

Silvia Sánchez, de 50 años, lleva diagnosticada de artrosis dos décadas. Nació con problemas para caminar y tuvo múltiples operaciones. Pero su vida discurrió con normalidad hasta que a los 30 comenzó a sufrir una serie de esguinces. Comenzó el dolor y su día a día se fue resintiendo. Después de muchas pruebas —la enfermedad tarda una media de algo más de tres años en diagnosticarse después de los primeros síntomas— le hicieron una resonancia que dio con la tecla. Pero ese desgaste de los cartílagos llevaba mucho tiempo produciéndose, comenzó a degenerar y ahora tiene problemas en “prácticamente todas las articulaciones”.

Después de varias cirugías de columna, le dieron una incapacidad permanente en 2015. “Para mí fue un vacío total. Yo era funcionaria, había sacado mi plaza hacía 10 años y fue un golpe bastante fuerte. Media vida estudiando y llega un momento en el que te llama inspector médico y te dice que no puedes seguir. Fue bastante duro y me costó asimilarlo”, explica.

Silvia Sánchez, enferma de artrosis, en el antiguo cauce del Río Turia, en Valencia la pasada semana.
Silvia Sánchez, enferma de artrosis, en el antiguo cauce del Río Turia, en Valencia la pasada semana.

La artrosis crea círculos viciosos e influye en otras enfermedades. Los medicamentos que se toman para los dolores, también. Nueve de cada 10 pacientes sufre comorbilidades: hipertensión, diabetes, problemas gástricos. cardiopatías... Pero, sobre todo, problemas de salud mental. Las enfermedades asociadas más frecuentes son la ansiedad y la depresión, que padecen un 38% de los que tienen artrosis. Por la angustia que producen los dolores, las limitaciones para desplazarse, para caminar, incluso para coger objetos. “La tarea más básica puede convertirse en un enorme obstáculo”, dice Carmen Sánchez, que la padece desde hace décadas.

Ella procura estar activa, moverse. Aunque reconoce que muchos pacientes tienen la tentación de quedarse quietos, es lo peor que pueden hacer. “Los médicos te dicen que es como una puerta oxidada. Si no la tocas se va a anquilosar. Pero si la abres y cierras con frecuencia, lo vas a poder hacer siempre”, cuenta.

También evita quedarse en casa Silvia Sánchez, que prácticamente no puede andar, pero hace natación para ejercitarse, va a fisioterapia con frecuencia (a cambio de privarse de alguna cena fuera) y utiliza un scooter eléctrico para desplazarse por Valencia. “Te abre muchas posibilidades, oportunidades de poder ir a sitios a los que antes no acudía porque no podía caminar, no llegaba y no iba. Por ejemplo, me perdía las Fallas porque no podía desplazarme de una a otra. Con este tipo de vehículos la cosa cambia. Pero también hay momentos en los que me siento abrumada y me pregunto: ‘¿Por qué a mí?’. Recibo terapia para ayudarme a lidiar con la enfermedad y el dolor constante”, dice.

Los gastos que tiene que afrontar Sánchez por culpa de la enfermedad no son pocos. Los más de 2.000 euros del vehículo eléctrico y los 40 de las sesiones de fisioterapia semanales y el psicólogo se los tiene que pagar ella. La mayoría de los medicamentos que toma están financiados por la seguridad social. No existe ninguno curativo, y los que hay se usan para paliar síntomas. Los pacientes recurren a antiinflamatorios, opioides o los denominados Sysadoa (acrónimo en inglés de medicamento de acción lenta para la artrosis), que son los únicos que están indicados específicamente para la artrosis.

Fármacos limitados

Estos últimos son los que menos efectos secundarios tienen, pero también los más cuestionados. Hay muchos estudios que muestran resultados contradictorios: algunos le atribuyen el mismo efecto que el placebo, otros, algo superior. El Ministerio de Sanidad tenía listo en 2019 un plan para dejar de financiarlos y ahorrar así más de 36 millones de euros al año. Pero fundaciones como OAFI (internacional) y otras asociaciones de pacientes, con el respaldo de la Sociedad Española de Reumatología, lograron frenarlo. Defienden que benefician a los pacientes y que es el único recurso que tienen muchos de ellos, ya que otros fármacos les están contraindicados o tienen fuertes efectos adversos. “No es un efecto inmediato, como el de los antiinflamatorios, pero sí mejoras con el tiempo”, relata Carmen Sánchez.

El coste de estos fármacos a las arcas públicas es residual si se compara con el gasto sanitario que produce la artrosis, que el Libro blanco cifra en casi 4.800 millones de euros, si se suman fármacos, ingresos, bajas laborales... A pesar de eso, el Sistema Nacional de Salud no incluye a la enfermedad entre sus indicadores clave, no la monitoriza como sí hace con otras, algo que reclama OAFI, que pide también establecer una estrategia estatal para personas mayores frente a patologías de alta prevalencia y crónicas como la artrosis.

En opinión de Raquel Sánchez, de la Asociación Española con la Osteoporosis y la Artrosis (AECOSAR), existe una falta de concienciación debido a la escasez de información. “El enfoque actual es sesgado y carece de un enfoque multidisciplinar. Es necesario uno integral que vaya más allá del diagnóstico y los medicamentos, abordando aspectos deportivos, vivienda, educación, diagnóstico precoz, formación e información”, explica. Pone como ejemplo las dificultades que tienen para adaptar sus casas las personas con movilidad reducida por culpa de la enfermedad.

Otro problema de este desconocimiento, tanto de los pacientes como de los profesionales, es que sea complicado dar con el médico adecuado, según Sánchez. “Antes de ser atendida por un reumatólogo, me sentía perdida y no sabía qué causaba mis dolores y fisuras constantes. Si experimentas hinchazón en las manos y dificultad para agarrar una taza de desayuno u otros objetos, puede resultar confuso a quién acudir para obtener ayuda adecuada”, lamenta.

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Sobre la firma

Pablo Linde
Escribe en EL PAÍS desde 2007 y está especializado en temas sanitarios y de salud. Ha cubierto la pandemia del coronavirus, escrito dos libros y ganado algunos premios en su área. Antes se dedicó varios años al periodismo local en Andalucía.

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