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La masculinidad clásica en jaque: el 41% de los hombres jóvenes no se identifica con los roles de género tradicionales

Un 63,8% de los varones que se ajustan a la masculinidad clásica afirma haber sufrido problemas psicológicos en el último año, frente al 46,5% de los que están más alejados de ese molde, según un estudio de la Fundación Fad

Un hombre en la calle, en el centro de Valencia.
Un hombre en la calle, en el centro de Valencia.Mònica Torres
Andrea García Baroja

Ser fuerte, grande y rudo. El garante de la seguridad, estabilidad y manutención de una familia. El que resuelve todos los problemas desde la racionalidad, porque el carácter emocional de ellas es voluble y empeora la solución. El que no debe llorar en público para no mostrar debilidad. El que no puede llorar, en general. Así es el hombre que los roles de género han definido tradicionalmente como un “hombre de verdad”. Pero los jóvenes se han cansado. El 41% de los hombres de entre 15 y 29 años no se identifican con los valores de la masculinidad tradicional, asociada al éxito y la valía, según indica un estudio llevado a cabo por la Fundación Fad Juventud publicado este jueves.

El informe, para el que han sido encuestados 1.700 chicos y chicas, pretende concienciar de que la masculinidad, tal y como la hemos visto representada en libros, películas y nuestra propia familia, tiene efectos perjudiciales para toda la sociedad. Está relacionada con conductas machistas, como “la negación de la violencia de género o las conductas tóxicas y de control en la pareja”, afirma Stribor Kuric, director del estudio. Solo uno de cada diez jóvenes está conforme con los valores tradicionales del género, aunque la distancia llama la atención cuando se diferencia entre hombres y mujeres: el 5,8% de las mujeres dice cumplirlos frente a un 14% de los hombres.

Sin embargo, quien más preocupa a los directores del estudio no son los jóvenes que validan al completo la masculinidad clásica. Una cosa es rechazar, otra muy distinta que en la práctica no se cumpla con las actitudes machistas asociadas a la masculinidad tradicional. La mayor parte de los encuestados, un 45%, se encuentra en un limbo intermedio entre el repudio y la aceptación. Pueden ser jóvenes que están dejando atrás las ideas aprehendidas, o pueden tratarse de lo que el estudio define como “jóvenes con planteamientos posmachistas”.

“Son hombres que no se consideran machistas y que defienden la igualdad, pero que sienten que están en una situación de desventaja”, explica Kuric. Algunos de estos perfiles opinan que el movimiento feminista les ha convertido en víctimas, otros que la igualdad ya está conseguida, por lo que carece de sentido seguir peleando por ella. También aluden a la violencia de las mujeres contra los hombres, a las denuncias falsas. “Ponen en tela de juicio muchos aspectos de la masculinidad tradicional, pero al mismo tiempo comparten muchas opiniones, lo que hace saltas las alarmas”, aclara Anna Sanmartín, también directora del estudio. “Son mecanismos más sutiles que, al final, siguen favoreciendo el status quo actual, el patriarcal”, añade el director.

Jorge García, que estudia un grado en física, lo pasó mal cuando sus compañeros de instituto le recriminaban no haber mantenido relaciones sexuales antes de empezar la universidad, o cuando le enseñaban pornografía y tenía que fingir estar contento. “Siempre ha habido comentarios sobre lo ‘buena’ que estaba esa chica”, recuerda. El joven de 21 años vivía en un pueblo de Guadalajara, y ampliar los grupos de amigos cuando se mudó a estudiar a Madrid fue un soplo de aire freso. “Empezaron a corregirme comentarios, y yo vi que hacía cosas mal. Ahora estoy más a gusto”, asegura. A Juanma Rodríguez, periodista y webmaster de 28 años, también le pasó factura no poder expresar sus emociones y sensibilidad. “Tener que demostrar que eres más fuerte, que tienen que gustarte ciertas cosas… Eso se paga”, expresa el malagueño.

“Esas presiones tienen consecuencias de muchos tipos, y en la salud mental y el estado anímico tienen una gran afectación”, explica Sanmartín. Un 63,8% de los casos cercanos a la masculinidad afirman haber sufrido problemas psicológicos o de salud mental a lo largo del último año, frente al 46,5% de los que están más alejados según los parámetros del informe. También está relacionado a las conductas de riesgo, que ellos llevan a cabo para encajar en ese rol de persona segura, determinada y valiente. Un 16,6% de los chicos que se reconocen en los valores masculinos tradicionales se considera “muy poco feliz”, el doble que entre los jóvenes que rechazan la masculinidad.

La mayoría de hombres y mujeres han crecido con ideas establecidas de lo que supone ser “un hombre de verdad” y ser “una mujer de verdad”: dos de cada tres jóvenes han escuchado desde la infancia en su entorno cercano que los hombres o las mujeres se comportan (o se tienen que comportar) de una determinada manera. Para combatirlo, Kuric incide en la importancia de la educación transversal en valores vinculados a la igualdad durante todas las etapas de la vida. “Los referentes son muy importantes”, recalca. “Generar modelos alternativos a la masculinidad de siempre es un reto enorme. Para que los adolescentes quieran encarnar un modelo de masculinidad igualitaria, tiene que ser un modelo muy molón”, apunta Sanmartín.

“He crecido en los noventa, cuando el tema no estaba tan en boca de la sociedad. Me han dicho la típica frase de ‘sé un hombre y no llores’. Me la he creído y la he interiorizado. El azul y el fútbol para los niños. Es la educación que recibes, aunque luego creces y entiendes más cosas y te deconstruyes”, cuenta Juanma Rodríguez. Aunque parezca extraño, no hay mucha diferencia de opinión entre los jóvenes de más de 25 años y los más adolescentes. Los porcentajes de conformidad con la masculinidad son prácticamente iguales. “En la población adolescente puede estar incluso más acentuado. El sentimiento de querer pertenecer a un grupo, de encajar, hace que muchos chicos quieran acercarse a estos ideales masculinos y, por ejemplo, muscularse”. A García le sale la risa incómoda cuando se acuerda de los comportamientos que ha visto en el colegio. “Luego, cuando creces, te vas colocando en tu sitio”, afirma. El joven admite que le cuesta trabajo, y que todavía cae en micromachismos. “Nos tiramos la vida intentando quitárnoslo”, expresa.

Aún así, ha habido una evolución. Desde el feminismo y la literatura se ha advertido de los perjuicios de la masculinidad, y se la ha puesto en tela de juicio. “Estamos viendo que ahora existen grupos de hombres igualitarios a nivel internacional, nacional y local que ponen el foco en esta problemática y que tienen un discurso sobre trabajar para mejorarlo, como por ejemplo las últimas campañas de concienciación”, cuenta el director del estudio. “El sector más joven veo que está cambiando y no está tan anclado en valores antiguos. Incluso gente mayor de mi alrededor”, añade Juanma Rodríguez. “Y aunque no tan rápido como me gustaría, empiezo a ver muchos cambios en mí mismo y mi alrededor”, concluye García.

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