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Columna
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Una libertad no tan libre

Una de cada cinco jóvenes declara haberse sentido forzada a tener sexo no deseado

Jóvenes de botellón, en una imagen de archivo.
Jóvenes de botellón, en una imagen de archivo.OSCAR CORRAL
Milagros Pérez Oliva

¿Cómo viven y qué ganan las chicas con los nuevos patrones sexuales tan parecidos a los viejos patrones machistas? Las formas han cambiado, por supuesto. Ahora las relaciones son más libres, espontáneas y aparentemente igualitarias. Pero muchas chicas se encuentran teniendo relaciones sexuales que no deseaban, e incluso siendo agredidas por compañeros del propio grupo sin que en un primer momento, dado el contexto de confianza, identifiquen esa situación como una agresión sexual. Muchas mujeres que eran jóvenes en los años setenta y ochenta recordarán haberse visto presionadas para tener sexo con conocidos con los que no tenían una relación afectiva simplemente porque se suponía que la libertad era eso. Y seguramente todavía resuena en sus oídos la maldita frase: “Eres una estrecha”, lo que implicaba no ser suficientemente libre, desprejuiciada y segura de sí misma, cuando, en realidad se quería decir que no era suficientemente... accesible. Sus hijas o sus nietas pueden estar pasando por lo mismo.

Se supone que ahora ya nadie reparte certificados de liberación sexual. Y que tanto las chicas como los chicos se sienten libres de tomar la iniciativa y de aceptar o rechazar una relación sexual. Pero hay datos que indican que esa libertad, para muchas chicas, no es tan libre como parece porque la presión cultural es muy fuerte. Encontramos datos inquietantes en los informes policiales de los grandes botellones, en la experiencia de la Unidad de Igualdad de la Universidad Complutense de Madrid, que reporta un alarmante número de agresiones por parte de miembros de la pandilla, o en las estadísticas de ingresos hospitalarios por agresión. Y también en las encuestas. Datos claros y concisos: una de cada cinco mujeres jóvenes ha sido forzada a mantener alguna relación sexual no deseada. Lo dice el barómetro de 2021 del Centro Reina Sofía sobre Adolescencia y Juventud, que también revela que uno de cada cinco hombres de 15 a 29 años considera que la violencia de género no existe y es solo un invento ideológico.

La cuestión es que muchas chicas se ven impelidas a adoptar como propio el patrón sexual masculino de siempre. Tú satisfaces mi deseo, yo satisfago el tuyo. Nada que objetar si es realmente una decisión libre. Aunque habría que ver también qué les aporta a las chicas un modelo sexual que no tiene en cuenta ni sus emociones ni sus necesidades afectivas. Hay un considerable número de estudios que reflejan los diferentes intereses que ambos sexos tienen en una relación sexual. Por ejemplo el que se constata que las chicas prefieren tener su primera relación sexual en un contexto amoroso (J. Rodríguez Carrión y C.I. Traverso); o que las chicas otorgan mayor importancia a la vinculación afectiva mientras que los chicos valoran más el placer (E. Gil y N. Romo); o que las chicas prefieren las relaciones de intimidad y esperan que el acto sexual sirva para profundizar una relación de pareja, mientras que para los chicos el coito es solo un medio de placer y están más preocupados por la cantidad de relaciones sexuales que por la calidad (M. Lameiras).

Habría que ver cómo influye en los patrones sexuales de los chicos el hecho de que la mayor parte de ellos tengan su primera aproximación a la sexualidad a través de la pornografía. Según un estudio dirigido por Lluís Ballester, de la Universidad de las Islas Baleares, la edad de inicio se ha adelantado a los ocho años y el consumo habitual a los doce. Esa primera aproximación es importante porque deja impronta emocional y es la que fija el marco mental de lo que se considera normal en sexualidad. La mayor parte de la pornografía a la que acceden los chicos ensalza un patrón sexual de violencia y dominación en el que el cuerpo de la mujer aparece como un objeto sexual disponible para el hombre.

Ya no les dicen “eres una estrecha”, porque el lenguaje ha cambiado, pero la presión es la misma.

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