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La quinta ola perpetúa los daños colaterales de la pandemia en enfermos de cáncer y crónicos

La Organización Europea del Cáncer calcula que podrían quedar sin diagnosticar un millón de tumores en Europa a causa de la crisis sanitaria. Los médicos lamentan que el auge de contagios haya vuelto a frenar la atención a otras patologías

El doctor Lacy interviene a un paciente en el Hospital Clínic de Barcelona.
El doctor Lacy interviene a un paciente en el Hospital Clínic de Barcelona.JUAN BARBOSA (EL PAÍS)
Jessica Mouzo

En silencio absoluto, apenas interrumpido por el pitido intermitente de un monitor lejano y el susurro de alguna enfermera, el doctor Antoni de Lacy contiene la respiración en su quirófano. Sobre la camilla, un paciente con un tumor de recto. Por delante, lo que iba a ser una intervención quirúrgica para extirparlo. Pero no. Lacy, curtido cirujano del Hospital Clínic de Barcelona, no lo ve claro. El paciente tiene insertados cinco brazos laparoscópicos en el abdomen, uno de ellos con una cámara integrada y otros cuatro con aparejos quirúrgicos que permiten operar de forma menos invasiva. Lacy mira a las pantallas del quirófano que reproducen la imagen del intestino en tiempo real y frunce el ceño. Mueve esa especie de joysticks con soltura, coge un poco de tejido aquí, cauteriza allá, aparta un acúmulo amarillento de grasa y vuelve a parar. “Este tumor es muy grande”, resopla. La intervención es factible desde el punto de vista técnico, pero la masa maligna es demasiado grande y, si quieren lograr una resección total, que no queden células que puedan reproducir el tumor, hay que dar quimioterapia antes. La intervención se para. Lacy, entre el enfado y la desazón, lamenta: “Estos son los daños colaterales de la covid. Un paciente con un año de cuadro clínico [sangre en heces] al que no se le detectó el tumor antes. Ahora vemos enfermos que se diagnostican más tarde”.

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Este paciente no es el único, ni el primero ni el último, asume Lacy. “La covid ha sido un desastre. Se llega al diagnóstico más tarde. No tenemos pacientes en estadios iniciales de la enfermedad. Los casos que nos llegan para operar últimamente son tumores avanzados”, se queja. La presión asistencial del último año, con los hospitales volcados en atender enfermos de covid y la atención primaria desbordada con casos leves y el rastreo de positivos y contactos, ha entorpecido la accesibilidad al sistema de salud. Las consultas se retrasan y los diagnósticos se demoran.

La Organización Europea del Cáncer calcula que alrededor de un millón de casos de cáncer han podido quedar sin diagnosticar y, además, se han dejado de hacer 100 millones de pruebas de detección precoz, como la de sangre en heces o las mamografías, durante la crisis sanitaria, lo que provocó diagnósticos en etapas posteriores y una disminución de la supervivencia general. “El 30% de los pacientes con cáncer que operábamos estaban diagnosticados por screening [las pruebas rutinarias]: los operabas y el 90% se quedaba curado con la cirugía. Estos pacientes, sin embargo, ya no los tenemos ahora. Pero la enfermedad está. Sigue ahí”, apostilla Lacy.

Tras un análisis que recopila estudios, informes y entrevistas con el sector oncológico, la Organización Europea del Cáncer estima que los médicos europeos vieron 1,5 millones de pacientes menos con cáncer en el primer año de pandemia en toda Europa y los retrasos en los tratamientos oncológicos a causa de la crisis sanitaria llegaron a afectar a uno de cada dos pacientes con cáncer —ahora calculan que afecta a uno de cada cinco—.

Rafael López, jefe de oncología del Hospital de Santiago y presidente de la Fundación para la Excelencia y la Calidad de la Oncología (ECO), alerta de que “los daños colaterales de la covid van a ser más importantes que la propia pandemia”: “El desastre es muy grande. Los ingleses calculan que la mortalidad en cáncer crecerá un 30%. La época más dura fue a finales del año pasado, en la que veías auténticas monstruosidades, tumores tan avanzados que no podías hacer nada. Eso ahora se ha reducido, pero los tumores avanzados los vamos a seguir viendo, van a ir apareciendo en los próximos meses o años”.

Los efectos del parón asistencial no son plenamente cuantificables, pero empiezan a brotar las primeras cifras del impacto. Según un estudio de varias sociedades científicas españolas, durante la primera ola, los nuevos diagnósticos cayeron un 21% y las pruebas para detectar posibles tumores, como las citologías, bajaron hasta un 30%. Una investigación en Inglaterra señala también reducciones en la incorporación de pacientes al circuito oncológico, sobre todo durante el primer azote de la pandemia, que pueden provocar un importante exceso de muerte por cáncer en un año. También un estudio en Francia ha reportado retrasos en los tratamientos de pacientes recién diagnosticados, sobre todo, en tumores de mama, próstata y en las neoplasias no metastásicas.

López advierte que el auge de la quinta ola perpetúa las demoras y todos los daños colaterales que subyacen de los retrasos en el diagnóstico y la atención a una patología que es esclava del tiempo: cuanto más tarde se aborde, peor pronóstico. “Esta nueva ola significa más retrasos en diagnósticos y la sociedad nos va a juzgar por esto. No hemos sido capaces de adaptarnos. Es entendible que la primera ola nos pillara descolocados, pero no es de recibo estar en una quinta ola sin una estructura que mantenga el resto de patologías”, lamenta López.

El presidente de la Fundación ECO alerta, además, de que algunos pacientes siguen teniendo miedo a acudir al hospital. No es el terror al contagio de la primera ola, pero persisten las reticencias. Salvador Morales, presidente de la Asociación Española de Cirujanos señala que estos temores, junto a la falta de pruebas de detección precoz y las dificultades de acceso a una atención primaria “desbordada” alentaron los retrasos asistenciales: “Un paciente me dijo que en el confinamiento tuvo un sangrado en heces, pero no vino al hospital por temor al virus. Hay que decirle a la gente que no tenga miedo y que busquen la fórmula de acceder al sistema. Hay que retomar las pruebas diagnósticas y apoyar a la atención primaria”. En este mensaje coincide Enriqueta Felip, vicepresidenta de la Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM): “Atención primaria está colapsada, pero el circuito preferente para las sospechas de cáncer sigue existiendo. Si una persona tiene síntomas, tiene que consultar”.

Descompensados

Desde la puerta de entrada al sistema sanitario, la atención primaria advierte de que los daños colaterales de la covid van mucho más allá del cáncer. Salvador Tranche, presidente de la Sociedad Española de Medicina Familiar y Comunitaria, insiste en que a las consultas llegan “cuadros muy evolucionados que derivarán en una mayor mortalidad”. Y enumera tres grandes efectos colaterales que trajo la pandemia: la reducción de las actividades preventivas, como los cribados de cáncer, que retrasan el diagnóstico y el tratamiento; la afectación sobre enfermedades tiempo-dependientes, “con infartos y apendicitis muy evolucionadas o tumores sin posibilidad de abordaje quirúrgico”; y, en tercer lugar, la descompensación de los enfermos crónicos. “Encontramos cuadros clínicos que no habíamos visto en años, con un deterioro de los niveles de control de patologías como la diabetes o la insuficiencia respiratoria. Se ha descompensado, además, toda la patología mental y hay muchas demoras para pruebas diagnósticas. Veo el futuro con mucha preocupación porque estamos cansados y faltan recursos humanos”, señala Tranche.

El sistema ha aprendido a combinar la covid con la atención rápida a las patologías agudas y urgentes, pero suspende en la asistencia a los pacientes crónicos, arguye Ángel Cequier, presidente de la Sociedad Española de Cardiología. Los pacientes con insuficiencia cardíaca, “que necesitan un ajuste muy fino, se desestabilizan con más facilidad”, apunta, y el control de la diabetes y la hipertensión, que requiere analíticas y visitas frecuentes, se ha perdido en muchos pacientes. “El problema es ver cómo vamos a recuperar la calidad y el seguimiento de los pacientes cardiovasculares. La covid también puede desestabilizar estas dolencias y condiciona un incremento de la mortalidad. Vamos a pagar el impacto de la pérdida del continuum asistencial”, agrega Cequier. El cardiólogo avisa de que las barreras en el acceso a atención primaria, “que es quien identifica y da la alarma de una patología cardiovascular”, limitarán el diagnóstico; y la reducción de pruebas, como los cateterismos, repercutirá en el abordaje terapéutico.

Una de las grandes paradojas que ha dejado la pandemia, sostiene Albert Goday, jefe de sección de Endocrinología del Hospital del Mar de Barcelona, es que “la diabetes y la obesidad son los factores de curso clínico más desfavorables ante la covid”, pero estas y otras dolencias “han quedado relegadas” dentro del sistema sanitario. Incluso pese a ser decisivas ante una infección por coronavirus. Ante el aluvión de casos en la quinta ola en Cataluña, los hospitales tuvieron que volver a suspender actividad quirúrgica y, en su hospital, señala Goday, “el primer programa que se suspendió fue la cirugía bariátrica”, un procedimiento para tratar la obesidad cuando el paciente no responde a tratamiento. “A una persona que llevaba dos años esperando esta intervención, que hace un sprint final para intentar adelgazar y llegar lo mejor posible a la operación, la tienes que llamar y decirle que no se va a operar. Esto es durísimo. Había hecho mucho esfuerzo personal para cambiar de hábitos y tiene que seguir esperando. Es terrible”, lamenta el endocrinólogo. Y asume que los retrasos en intervenciones y pruebas suponen un aumento de peso en los obesos, parones en los tratamientos y empeoramiento de su situación clínica. “Llegaremos más tarde a tratarlos”.

Lo peor fue la primera ola, concuerdan los especialistas consultados. Pero de aquellos barros, estos lodos. La pandemia no ha dado tregua y el sistema no se ha recuperado. El retraso suma y sigue. “Los intervalos sin olas son tan cortos que no hemos remontado. El continuum asistencial está muy deteriorado”, avisa Cequier.

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Sobre la firma

Jessica Mouzo
Jessica Mouzo es redactora de sanidad en EL PAÍS. Es licenciada en Periodismo por la Universidade de Santiago de Compostela y Máster de Periodismo BCN-NY de la Universitat de Barcelona.

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