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París recupera “el arte de vivir a la francesa”, pero con lluvia y sin euforia

Francia reabre cafés, museos y teatros tras casi siete meses sin actividad de un largo invierno pandémico

Coronavirus Paris
Una terraza de París este jueves.Francois Mori (AP)
Marc Bassets

Era un momento para la alegría, una liberación tras el largo invierno pandémico y los más de 100.000 muertos, una inyección de optimismo para la ciudad de los cafés y los museos que, desde el cierre hace más de medio año de los cafés y los museos, había perdido algo de su esencia. París ha sido este miércoles una ciudad con más alegría y ligereza de lo habitual, pero no fue una fiesta.

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Roissy (France), 25/04/2021.- Passengers arriving from countries listed as Covid19 red zones register for Covid19 tests upon arrival at Roissy Charles de Gaulle airport in Roissy near Paris, France, 25 April 2021. Passengers arriving in France from Brazil, Chile, Argentina, South Africa, India and Guyana must submit to a Covid19 antigenic test and follow a 10 day quarantine at home, to curb the spread of Covid19 coronavirus variants. (Brasil, Francia, Sudáfrica) EFE/EPA/IAN LANGSDON /POOL
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El inicio de la reapertura, un proceso por etapas que debe terminar al final del próximo mes, quedó deslucido por los aguaceros y por la reticencia de muchos franceses a lanzar campanas al vuelo un año después del primer desconfinamiento. Si alguien esperaba una explosión de júbilo o una sensación de liberación colectiva tras meses de cierre, salió decepcionado.

La fiesta iba por barrios. Medio vacíos los cafés sin un renombre especial o alejados de las zonas más concurridas y algunos comercios cerrados definitivamente, daños colaterales de la crisis; colas, fotógrafos y cámaras ante en los establecimientos célebres, como en los legendarios Deux-Magots y Flore, en el barrio de Saint-Germain-des-Près, frecuentados en los años cuarenta y cincuenta por Simone de Beauvoir, Jean-Paul Sartre y sus amigos existencialistas.

“Los franceses se han visto privados de una forma de libertad y de convivialidad, y ya sabe que en Francia nos gusta pasar el rato discutiendo, debatiendo en las terrazas”, comentaba en Deux-Magots, Patrick Roger, director general de la emisora Sud Radio. “Se ha abierto una compuerta, ahora bien: no hay que olvidar que muchos restauradores han decidido no abrir: sus terrazas son pequeñas y no es rentable, o no tienen protección ante la lluvia. Hay un sentimiento mitigado”.

La terraza del Café de Flore de París este jueves.
La terraza del Café de Flore de París este jueves.BERTRAND GUAY (AFP)

Eran las diez de la mañana, y Roger acaba de presentar el programa matutino de Sud Radio en una mesa en la terraza del café que, a esa hora, ya estaba lleno. Las tacitas con café solo y los croissants sobre las mesas habían vuelto a formar parte del paisaje de las calles parisinas. Cinco personas esperaban su turno para sentarse. Alguien pidió una botella de champán.

“¡París es la libertad! ¡Es reencontrar un poco de ganas de vivir!”. Emmanuel Delhoume, profesor de ajedrez de 50 años, hace cola ante el vecino café de Flore junto uno de sus cinco hijos, Caïus, de 10 años. “Le he dicho: ‘Caïus, hoy tiene derecho a no ir a la escuela. No: tienes la obligación de no ir’. A los diez años, no quiero que se acuerde solo del confinamiento. Quiero que se acuerde que, en este día, estuvo en el café.”

Y así es como ha decidido pasar con él una jornada de cafés. El culto a la terraza, que como decía Roger es el culto a la conversación, pero también a las horas perdidas o de trabajo, a la convivencia con extraños, al “arte de vivir a la francesa”, como proclamó el presidente Emmanuel Macron al anunciar, a finales de abril, un calendario para la reapertura en el que el 19 de mayo estaba marcado con el jour J, el día D, el principio del fin.

Macron se apresuró a demostrarlo, a primera hora de la mañana, con un vídeo de él, junto a su primer ministro, Jean Castex, en una terraza cerca del palacio del Elíseo, la sede presidencial. Fue el día de las fotos y las selfis en las redes sociales. No de personas inyectándose la vacuna —ya son 30,8 millones quienes han recibido al menos una vacuna en Francia, un ritmo acelerado tras los titubeos iniciales—, sino de personas en la terraza, símbolo, tanto o más que la vacuna, de la liberación.

En parte debido a una incidencia del virus elevada en la tercera ola de la covid-19, la desescalada —o desconfinamiento, como dicen en Francia— ha sido más lento que en otros países y por eso más ansiado.

En la primera etapa, abren las terrazas, pero no los interiores de restaurantes y cafés. En los cines solo se permite llenar un 35% del aforo. Los museos podrán acoger una persona por cada ocho metros cuadrados. El toque de queda se aplaza de las 19.00 a las 21.00 horas. En la segunda etapa, a partir del 9 de junio, restaurantes y cafés podrán abrir del todo y el toque de queda se aplazará a las 23.00. En la etapa final, el 30 de junio, se levantará el toque de queda y las restricciones.

Una de las imágenes del día fue la cola antes los cines desde las ocho de la mañana, cuando empezaban las primeras sesiones. Louna, una estudiante de 20 años, vio la recién estrenada Drunk, de Thomas Vinterberg, en una de esas sesiones madrugadoras. Al mediodía hacía cola junto a su amiga Clara, de la misma edad y estudiante también, ante el cine de reestreno Le Champo, en el Barrio Latino, para ver su segunda película del día: L’avventura de Michelangelo Antonioni.

“Echaba de menos poder estar con otras personas en la sala, y la pantalla”, dijo Louna. “Es tan diferente ver una película en casa que en un ordenador”, añadió Clara.

En frente, el café Le Sorbon solo tenía tres mesas ocupadas. “Con la pandemia no hay estudiantes, ni turistas, aunque ya viene de antes”, lamentaba Philippe Roche, el patrón. Ni colas ni selfis, nada que ver con el Flore o el Deux-Magots. El desconfinamiento no era una fiesta para todos. Lo difícil viene ahora.

Varias personas toman fotografías en el interior del Museo del Louvre, en París, este miércoles.
Varias personas toman fotografías en el interior del Museo del Louvre, en París, este miércoles.Thibault Camus (AP)

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Marc Bassets
Es corresponsal de EL PAÍS en París y antes lo fue en Washington. Se incorporó a este diario en 2014 después de haber trabajado para 'La Vanguardia' en Bruselas, Berlín, Nueva York y Washington. Es autor del libro 'Otoño americano' (editorial Elba, 2017).

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