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Brasil supera las 150.000 muertes por covid-19

El país reduce el promedio diario de víctimas, pero los números siguen siendo altos. Las ciudades levantan las restricciones y siguen sin coordinación

Un trabajador cava tumbas para víctimas de covid-19 en Manaos, Brasil, en junio.
Un trabajador cava tumbas para víctimas de covid-19 en Manaos, Brasil, en junio.MICHAEL DANTAS (AFP)
Beatriz Jucá

Brasil ha superado las 150.000 muertes por coronavirus en un momento en que celebra pequeñas victorias por la ralentización de la pandemia, aunque sigue inmerso en un escenario grave y sin una política nacional eficaz contra la crisis. Un tercio de los decesos por covid-19 en el país se han registrado en los dos últimos meses. Esto significa que al menos 50.000 personas fallecieron por la enfermedad precisamente en el período en que las cifras oficiales de propagación del virus empezaban a mostrar signos de contención de la crisis sanitaria.

A partir de agosto, justo después de que el país alcanzara las 100.000 muertes, la tasa de contagio comenzó a disminuir e incluso estuvo en algunos momentos por debajo de 1, considerado el umbral del descontrol. El promedio de más de 1.000 muertes diarias registradas hasta entonces también ha bajado. Los datos más recientes parecen prometedores: el Imperial College ha informado esta semana de que Brasil ha mantenido la tasa de transmisión del virus por debajo de 1 durante dos semanas consecutivas por primera vez desde abril. Y el promedio diario de muertes en la semana del 27 de septiembre al 3 de octubre cayó hasta 654, lo que representa una reducción del 5%. Brasil es el segundo país con mayor número de muertos, después de Estados Unidos. Cuando se calculan las muertes proporcionales a la población, el país se encuentra en tercera posición, con 695 muertes por millón de habitantes. Por delante están Perú, con 989, y Bélgica, con 867. España, que enfrenta una segunda ola, tiene 686 muertes por millón de habitantes.

Pero estos avances no son suficientes para sacar al país de la fase preocupante, aunque dan a la población una sensación de mayor seguridad para reanudar algunas actividades. Solo 33,8 millones de brasileños (el 16% de la población) siguen un aislamiento riguroso, según los datos de la Encuesta Nacional por Muestreo de Domicilios (PNAD) del Instituto Brasileño de Geografía y Estadística. Este número se redujo en 1,6 millones entre la segunda y la tercera semana de septiembre, según una encuesta publicada este viernes.

En cualquier caso, no se puede pasar por alto el hecho de que en Brasil se registran diariamente más de 600 muertes por coronavirus. “Es una pérdida brutal”, cuenta Gabriel Erick dos Santos, que perdió a su hermana, Erika Regina Leandro dos Santos, una actriz que vivía “como si nunca fuera a morir”. Con diabetes, hipertensión y sobrepeso, solía tener problemas de salud, pero siempre se recuperaba. Hasta que se infectó de coronavirus. Erika falleció a los 39 años sin que su hermano pudiera devolverle los cuidados que ella le había brindado hace un año durante una convalecencia. “Lo que más me duele es que no pude estar a su lado ni despedirme”, se lamenta Gabriel. La pandemia ni siquiera le permitió rendirle el homenaje que Erika se merecía, especialmente por haberlo criado después de que murieran sus padres, cuando eran pequeños. “Era una persona muy abierta, era muy fácil acercarse a ella y tenerle cariño”, cuenta. Gabriel recuerda que lo más terrible fue el funeral, en el que únicamente estaban seis personas (casi toda la familia), que solo pudieron dirigir una breve oración mientras los trabajadores del cementerio se apresuraban al entierro. “Ni siquiera pude colgar en el ataúd una cinta con su nombre grabado, un recuerdo de familia”.

Un país con contagios y acciones políticas diferentes

Cada Estado brasileño enfrenta la pandemia a diferentes velocidades y con distinta intensidad. Algunos Estados del noreste que fueron brutalmente afectados en los primeros meses de la crisis, como Ceará, parecen, de hecho, haber frenado la transmisión. Pero no se puede bajar la guardia, como revela el caso de Amazonas: el Estado alcanzó un violento pico de infecciones entre abril y mayo y, tras un período con una tasa de transmisiones mínima, los casos han vuelto a aumentar. Por ahora, los expertos evitan hablar de una segunda ola, pero piden la atención de las autoridades políticas y sanitarias.

Por otro lado, São Paulo, la ciudad que fue la puerta de entrada del virus en el país, ha concentrado el mayor número de casos y muertes desde el comienzo de la crisis. Fue una de las primeras capitales en implementar el confinamiento parcial para tener tiempo de preparar su sistema sanitario. La demanda de camas en los hospitales se redujo a lo largo de los meses, e incluso se desactivaron los hospitales de campaña. Pero, actualmente, la populosa megalópolis todavía registra más de 100 muertes por covid-19 al día. Y se está preparando para entrar en una fase aún menos restrictiva con relación a las medidas para evitar el contagio: a partir de este sábado São Paulo permitirá la reapertura de espacios culturales, como cines y museos. Los impactos de las nuevas medidas deberán analizarse a lo largo de las próximas semanas.

“El nivel de contagio en Brasil todavía es preocupante, tanto nacionalmente como en determinados lugares. Nunca hemos implementado medidas que prevengan el contagio en sí. Lo que hemos hecho es tomar medidas de distanciamiento mitigadoras y costosas, como permanecer en cuarentena”, considera Rafael Lopes, investigador del Observatorio Covid-19. Lopes afirma que los gestores públicos brasileños se centran en manejar el contagio para poder reactivar la economía, pero el país no tiene una estrategia para controlar realmente la pandemia. “Brasil es un país continental, tenemos realidades y epidemias diversas, el déficit de pruebas todavía es muy grande. No podemos utilizar las pruebas que tenemos para descubrir nuevos casos, las utilizamos solo para confirmarlos. Sería muy importante que hiciéramos pruebas de manera amplia para identificar las cadenas de contagio y romperlas”, defiende.

Ausencia de coordinación nacional

Tras más de siete meses de crisis, Brasil no tiene una política nacional sólida para controlar la pandemia. Las decisiones importantes, como la desescalada de la cuarentena, las siguen adoptando los administradores locales —según decidió el Supremo Tribunal Federal—, pero sin que haya ninguna orientación nacional explícita. En general, los gobernantes locales se basan en datos como la tasa de ocupación de las UCI, la velocidad de transmisión del virus y la tasa de positividad en las pruebas para determinar la reapertura de la actividad económica, con sus propios criterios. Toda esta situación se someterá a una prueba adicional a principios de noviembre, cuando se celebrarán las elecciones municipales de forma presencial en los más de 5.000 municipios del país. En muchas ciudades, los actos de campaña simplemente han ignorado los protocolos de seguridad. El Ministerio de Sanidad, tradicionalmente responsable de coordinar y transmitir las políticas sanitarias a otras entidades federativas, se ha centrado en distribuir materiales y realizar acciones que corroboren las ideas del presidente Jair Bolsonaro, un negacionista que contrajo la enfermedad pero que sigue minimizando la gravedad de la pandemia.

Recientemente, el Ministerio suspendió una acción llamada Día D para estimular el tratamiento precoz en pacientes con síntomas de covid-19. Todavía no existe ningún medicamento o tratamiento capaz de curar la enfermedad y la comunidad científica lo interpretó como una acción para estimular el uso de cloroquina, un medicamento ampliamente defendido por Bolsonaro aunque la ciencia haya demostrado que es ineficaz contra la covid-19. En respuesta al supuesto día D de la cloroquina, investigadores y exministros de Sanidad llegaron incluso a realizar un evento en defensa de la ciencia.

Y es que se había divulgado en todo el país un protocolo con directrices sobre el uso de la cloroquina para tratar la covid-19 por orden del ministro Eduardo Pazuello, un militar que recientemente admitió haber asumido el cargo más delicado en la lucha contra la pandemia sin conocer siquiera el Sistema Único de Salud (SUS) de Brasil, el mayor sistema sanitario público del mundo. “Ni siquiera sabía qué era el SUS. Toda la vida me he tratado en instituciones públicas del Ejército, solo he conocido el SUS ahora y he comprendido la magnitud de esta herramienta que Brasil nos ha dado”, afirmó durante un evento sobre el cáncer de mama la semana pasada.

Las apuestas del Ministerio de Sanidad para superar la pandemia parecen centrarse ahora en las vacunas para el coronavirus, que están en fase de ensayos clínicos. Brasil —que ya había firmado un contrato con Aztrazeneca para comprar dosis y los derechos para producir el fármaco en el país— se unió recientemente a un consorcio mundial para adquirir otras siete posibles vacunas. El secretario ejecutivo del Ministerio de Sanidad, Elcio Franco, afirma que el país espera empezar la campaña de vacunación el primer trimestre del año que viene y que ha desarrollado una estrategia para garantizar 140 millones de dosis de vacunas hasta mediados de 2021.

La Agencia Nacional de Vigilancia Sanitaria brasileña (Anvisa) ya ha adaptado los procedimientos necesarios para intentar acelerar el registro de las vacunas tan pronto como los ensayos revelen que son seguras y eficaces, analizando parte del proceso antes de que termine la investigación. También admite que puede reducir de un 70% a un 50% la tasa de eficacia exigida, porque entiende que, en una pandemia de esta gravedad, este nivel de inmunización ya surtiría efectos importantes en la salud pública. “Flexibilizar los criterios de eficacia de las vacunas no significa renunciar a la seguridad. Esta es la prioridad que le damos”, destacó Gustavo Mendes, director general de Medicamentos y Productos Biológicos de Anvisa. Un grupo de especialistas trabaja con el Ministerio para diseñar un programa de inmunización. Las estrategias parecen prometedoras. Veremos si la ciencia consigue, de hecho, desarrollar una vacuna segura.

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Sobre la firma

Beatriz Jucá
Reportera de EL PAÍS Brasil, escribe sobre política, salud y derechos humanos. Tiene un máster de periodismo EL PAÍS/Universidad Autónoma de Madrid y está especializada en Periodismo Literario. Fue becaria de los programas '5 Sentidos' y 'Periodismo de Soluciones' de la Fundación Gabo. Licenciada en Periodismo por la Universidad Federal de Ceará.

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