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Los enfermos que la pandemia ocultó vuelven a las consultas

La atención primaria retoma su rutina con dolencias que dejaron de llegar a los centros de salud por miedo al contagio

La doctora María Nualart atiende a su paciente, Longina Villaverde, en una consulta del centro de atención primaria Casernas de Barcelona.
La doctora María Nualart atiende a su paciente, Longina Villaverde, en una consulta del centro de atención primaria Casernas de Barcelona.Albert Garcia (EL PAÍS)
Jessica Mouzo

El trajín de batas blancas eclipsa una sala de espera casi vacía en el centro de atención primaria (CAP) Casernas de Barcelona. Solo Longina Villaverde, de 84 años, empuja cabizbaja su andador por el pasillo rumbo a la consulta de María Nualart, su médica de cabecera. Demasiadas semanas sin verse. A la anciana le duele la cabeza, está cansada y teme que se le haya descompensado el azúcar. Durante la pandemia, cuando se han limitado mucho las visitas presenciales, la doctora Nualart la ha ido llamando, como a cualquier otro enfermo crónico, para hacer un seguimiento de su estado. “Pero Longina es muy nerviosa y por teléfono no acaba de entender. Por eso la llamé para verla y hacerle una analítica”, apostilla la doctora. La prueba ha salido bien, pero era mejor asegurarse. “Hay gente que se nos ha descompensado. Sobre todo, diabéticos, porque no se mueven y comen más. He tenido que ingresar a un paciente, por ejemplo, con una situación familiar compleja y que se había deshidratado”, advierte Nualart.

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La atención primaria no ha parado desde el inicio de la pandemia. El grueso de casos con covid-19 se atendió en los centros de salud, que combinaron la atención a la pandemia con el seguimiento telefónico de enfermos crónicos y las urgencias. Pacientes como Jorge Capmopulos, que está operado de riñón y va cada día al centro de Casernas a cambiarse la bolsa de la nefrostomía. “Ahora se ve un poco más de gente que antes”, apunta.

Con la desescalada, la atención primaria intenta retomar cierta normalidad recuperando consultas presenciales demoradas. Pacientes que, por miedo, retrasaron su consulta o personas que, ante la vorágine de la crisis sanitaria, dejaron correr ese dolor incómodo. Son los enfermos que la pandemia ocultó. “Mucha patología se ha quedado en casa, a veces, dolencias importantes. Atendimos a un chico que estaba en casa aguantando con un dolor abdominal que pensaba que era gastroenteritis y era apendicitis. Lo mandamos al hospital y en dos horas lo estaban operando”, señala Mari Luz Talavera, enfermera y portavoz del Foro Catalán de Atención Primaria (Focap). El Ministerio de Sanidad también ha alertado de que, pese a mantener abiertos los programas de vacunas para que los menores de 15 meses continuaran con el calendario habitual, se han detectado retrasos en la administración de inmunizaciones a los más pequeños.

El trasiego de pacientes ya empieza a notarse discretamente en los centros de salud, aunque la asistencia telemática sigue primando —hay que evitar aglomeraciones en las salas de espera—. Pero la bajada de tensión en el circuito covid, anima a retomar la actividad ordinaria habitual. “Alguna patología que no hemos visto, como lumbalgias o cólicos de riñón viene ahora. Son problemas banales que provocan incomodidad al paciente”, valora Jordi Acezat, director del equipo de Casernas.

Patologías agudas

Sin embargo, el presidente de la Sociedad Española de Medicina Familiar y Comunitaria (Semfyc), Salvador Tranche, va más allá y apunta que también les están llegando patologías más agudas. “A los pacientes crónicos les hemos dado mucho soporte estos meses, aunque seguro que se nos habrán quedado flecos sin cubrir. Pero lo que me sorprende es que personas con una patología aguda, por su propia decisión de no venir antes, lleguen ahora con una situación clínica complicada: alguien con dolor de pecho que no vino hasta ahora y te encuentras con un infarto”, apunta. La Sociedad Española de Cardiología ha registrado una reducción del 40% de los infartos durante el estado de alarma.

Los problemas de salud mental por el impacto del confinamiento empiezan a aflorar. “Vemos un repunte que ya sospechábamos de patología anímica, más ansiedad, porque la gente lo ha pasado muy mal: hay problemas laborales, pérdida de familiares”, sañala Acezat. Coincide Carlos Eirea, vicepresidente de la Asociación Galega de Medicina Familiar e Comunitaria: “Las rutinas son importantes para los equilibrios mentales y la pandemia lo desequilibró todo. Hay más ansiedad, depresión y algún brote psicótico más del que veíamos. Acabarán apareciendo casos también por consumo abusivo de alcohol”.

El parón de actividad ordinaria en los hospitales por la crisis augura, además, unas listas de espera más largas y la atención primaria empieza ya a notarlo. “Son constantes las preguntas sobre qué pasa con algunas pruebas y muchos pacientes se ponen nerviosos”, avisa Eduardo Díaz, portavoz del sindicato médico madrileño Amyts. El Ministerio de Sanidad cifró en 705.000 las personas en espera para operarse (121 días de media) en diciembre de 2019, antes de la pandemia. Ahora las demoras se alargarán. “Tengo una paciente pendiente de una punción de tiroides para saber si es un tumor o un nódulo. Otro con piedras en el riñón que aguanta con calmantes para operarse. Hay gente en casa angustiada esperando una prueba”, advierte Talavera.

Las consultas telemáticas que impuso la pandemia han optimizado las agendas y aspiran a quedarse. En muchos centros, como el de Casernas, el paciente llama y son los profesionales los que deciden si la consulta se resuelve por teléfono o requiere visita presencial. “Te elimina muchos “ya que”. Gente que viene por un problema, pero ya que están aquí te consultan otras tres cosas”, ejemplifica Eiroa. El teléfono ha sido resolutivo para cuestiones más burocráticas y banales, como un cambio en el plan de tratamiento. Pero tiene inconvenientes. “Hay temas que necesitan exploración y es difícil manejar la incertidumbre de los síntomas sin ver la cara. Vino una paciente con una crisis hipertensiva que estaba aguantando. Empiezas a indagar y descubrimos un maltrato del marido desde el inicio del confinamiento. Eso por teléfono no lo puedes captar”, explica Talavera.

La pandemia ha cambiado todas las dinámicas y la atención primaria enfrenta el reto de detectar y seguir los casos de covid-19, recuperar el seguimiento habitual de sus pacientes crónicos, estar pendientes de las residencias de ancianos y asumir los efectos de las listas de espera. “Nos tocará revisar lo que hemos dejado de hacer y darle salida de forma priorizada”, concluye Acezat.

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Jessica Mouzo
Jessica Mouzo es redactora de sanidad en EL PAÍS. Es licenciada en Periodismo por la Universidade de Santiago de Compostela y Máster de Periodismo BCN-NY de la Universitat de Barcelona.

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