El mundo se pone la mascarilla
La OMS y países como España estudian seguir el ejemplo asiático y recomendar el uso de protección a toda la ciudadanía, como ha hecho este viernes EE UU, ante el contagio asintomático del virus
Cada vez parece más claro que los españoles saldrán de esta pandemia con una mascarilla puesta. Pese a que las recomendaciones tanto de la Organización Mundial de la Salud (OMS) como del Ministerio de Sanidad siguen siendo hasta ahora que solo deben llevar las mascarillas quirúrgicas las personas con síntomas y las de filtro aquellas que cuidan a enfermos, cada vez más países están generalizando el consejo de uso para toda la población. El propio ministro de Sanidad, Salvador Illa, dijo este viernes, semanas después de que estallara la crisis, que el Gobierno prevé recomendarlo a la ciudadanía española. “Estamos estudiando un conjunto de medidas y probablemente las vamos a implementar”, añadió.
España no es el único país que reconsidera su postura. Este viernes por la tarde, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha anunciado que los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC) de Estados Unidos recomiendan ahora a los estadounidenses el uso de máscaras “de paño, no médicas”. El jueves ya anunció que los CDC lo estaban evaluando y podrían modificar su recomendación pronto. El presidente, no obstante, ha asegurado que él mismo no seguirá la recomendación de sus expertos. “Lo pueden hacer. No lo tienen que hacer. Yo elijo no hacerlo”, ha dicho Trump.
Ya hay un buen número de Gobiernos centroeuropeos que han reconsiderado su postura y la OMS está en pleno debate sobre el asunto. Es una medida que vienen implementando desde hace tiempo los países asiáticos, que son también los que mejor han contenido la pandemia, y ciudades como Nueva York o Los Ángeles, muy golpeadas por el virus.
Hay varias razones por las que hasta ahora la mascarilla no es de uso obligatorio, ni siquiera recomendada, en muchos países occidentales. Sin saber utilizarla, explican los expertos, llevarla puede suponer más inconvenientes que beneficios. Al no manipularla bien y tener una mayor sensación de protección, es posible que incluso se incremente el riesgo de contagio. Las mascarillas quirúrgicas, además, no están pensadas para protegerse a uno mismo, sino para atrapar las partículas de saliva de una persona enferma en las que viaja el virus, de forma que evite que esta contagie.
Pero a medida que se van conociendo más detalles de la enfermedad se va comprobando que la transmisión asintomática es muy posible, así que si todo el mundo las llevara, defienden sus partidarios, se reduciría la propagación. Hay estudios que muestran que en otras enfermedades, como la gripe, pueden hacerlo, si bien no de una forma significativa. Es decir: pueden ser útiles como una pequeña ayuda adicional si se usan bien, pero no son la solución definitiva.
Un problema añadido es que las mascarillas, para que sean eficaces, hay que cambiarlas con frecuencia y, hoy por hoy, no hay suficientes para todo el mundo. Como son clave para enfermos y en centros hospitalarios, recomendarlas masivamente sin suficiente disponibilidad podría suponer un mayor desabastecimiento donde realmente son más útiles.
Varios expertos consultados piensan que, cuando se supere la escasez, la recomendación se generalizará. “Poco a poco se está imponiendo en muchos países la visión que, a mi juicio, terminará prevaleciendo, al menos por un tiempo: recomendación generalizada de mascarillas en cualquier sitio público. Una razón es por respeto y minimización del estigma, dado que si la mascarilla se asocia a personas que padecen síntomas habrá un riesgo evidente de rechazo”, argumenta José María Martin Moreno, catedrático de Medicina y Salud Pública de la Universidad de Valencia.
Michael J. Ryan, director ejecutivo de la OMS, dijo este viernes que están estudiando todas las evidencias que se publican y que el organismo está abierto a cambiar de postura —en cualquier caso, su papel es meramente consultivo— si concluye que las mascarillas tienen un efecto positivo. “Llevamos hablando de forma muy intensa en los últimos días del tema, evaluaremos si puede añadirse a la estrategia como un aspecto más, pero lo primero que tenemos que asegurar es que los trabajadores sanitarios, que son los que necesitan protección de alta calidad, la tengan”, dijo.
Ryan insistió en que las mascarillas no son un elemento para protegerse, sino para que otras personas no se contagien de quien la lleva. Mencionó un estudio en Singapur que ha alimentado esta semana el debate, ya que asegura que el 6% de los positivos en este país se infectó a través de personas asintomáticas. “No lo voy a cuestionar, pero también podemos darle la vuelta al argumento: quiere decir también que el 94% se contagia de personas que tenían síntomas, por lo que es crucial cortar esas cadenas de transmisión”, añadió.
Mientras la OMS se decide, muchos Gobiernos ya se están adelantando y cambiando sus recomendaciones. Este viernes se subió a este carro el consejero de Interior de la Generalitat de Cataluña, Miquel Buch: “Desde el primer día, estamos recomendando si salimos a la calle, guardar distancias de seguridad, llevar guantes porque sabemos que las manos son una fuente de contacto, y llevar mascarilla y, si no se tiene, elementos de barrera para evitar intercambio de micropartículas. No hay obligación de salir con la mascarilla, pero son consejos de autoprotección. Ahora es una recomendación para la ciudadanía”.
En Washington, el presidente Trump ha insistido en que las máscaras médicas deben reservarse para el personal que lucha en primera línea contra la enfermedad. Ya el jueves recomendó al resto de estadounidenses cubrirse la cara con bufandas. “Dependiendo del tejido del que estén hechas, las bufandas pueden ser muy efectivas”, dijo. Este viernes ha explicado que él no lo hará porque no lo considera apropiado. “De alguna manera, sentarme ante mi escritorio en el Despacho Oval, llevando una mascara mientras saludo a presidentes, primeros ministros, dictadores, reyes, reinas... No lo veo”, ha dicho.
Utilización obligatoria en Centroeuropa
Austria es uno de los países que ha decidido introducir el uso de mascarillas en ciertos ámbitos públicos. A partir de este lunes, llevarlas será obligatorio para los clientes de los supermercados. Del reparto de la protección se encargarán los propios establecimientos a la entrada, según anunció el pasado lunes el canciller austriaco, Sebastian Kurz, quien reconoció, ante las críticas por la falta de mascarillas suficientes, que la medida tardaría unos días en poder implementarse. El Gobierno no descarta extender su uso a todo lugar público. La medida se aplica ya en países vecinos con menos enfermos y fallecidos que en Austria.
Es el caso de Eslovenia, Eslovaquia y República Checa, donde, además, se han aprobado multas de hasta 10.000 coronas (366 euros) a posibles infractores. Hasta el punto de que la policía llamó al orden a varios nudistas el pasado fin de semana por no llevar mascarilla, según la agencia France Presse. El Gobierno checo ya decretó el 18 de marzo la obligación de cubrirse la boca y la nariz en lugares públicos, mediante mascarilla o pañuelos y bufandas. En Eslovenia, un periodista de la AFP vio cómo se le prohibía el acceso a un cliente en un supermercado porque no llevaba mascarilla.
Con información de Sara Velert, Pablo Guimón y Jessica Mouzo.
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