_
_
_
_
_
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Conocimiento y compromiso social: los pilares de nuestro sistema sanitario

Los fundamentos que hicieron excelente a nuestra sanidad se han descuidado y cuestionado

Una farmacia de la Comunidad de Madrid.
Una farmacia de la Comunidad de Madrid.CARLOS ROSILLO

La forma en la que protegemos la salud de las personas nos define como sociedad. El esfuerzo colectivo que invertimos en la lucha contra las enfermedades es una señal transparente e inequívoca del nivel de respeto por la vida humana en una sociedad como la nuestra, cuya aspiración siempre debe ser un mayor nivel de justicia y de igualdad. También ante las tribulaciones de la vida.

Nuestro sistema sanitario fue construido sobre los pilares del conocimiento y del compromiso social. Nuestra joven democracia lo levantó con mucho esfuerzo, gracias a la energía que otorgan las grandes ideas de progreso. Este impulso transformador dotó de una gran inercia al sistema, permitiéndole hacer frente a las fuerzas de retroceso que lo han puesto en peligro posteriormente, en especial a raíz de la gran crisis económica vivida a partir de 2008. Utilizando una analogía de física elemental, cuando un objeto de masa enorme se mueve a mucha velocidad es necesario aplicar una energía descomunal para detenerlo. Y, en efecto, no han conseguido pararlo; por eso nuestro Sistema Nacional de Salud sigue siendo uno de los mejores del mundo.

Sin embargo, los riesgos son reales; los fundamentos que hicieron excelente a nuestra sanidad se han descuidado y cuestionado. Uno de estos elementos esenciales fue el respeto por el conocimiento en su dimensión más amplia y ambiciosa. Casi dos décadas después de que culminase el proceso de transferencias sanitarias a las comunidades autónomas, resulta doloroso comprobar cómo la falta de inversión en investigación y la escasa consideración profesional de la ciencia por parte de los responsables de los distintos sistemas de salud han debilitado la generación y transmisión de conocimiento y han golpeado con ímpetu los esfuerzos previamente realizados para incorporar investigadores en los hospitales de forma estable y sostenible. Las carreras científicas en el ámbito sanitario se han precarizado hasta situarlas frente al abismo de la desaparición. La protección del derecho y el deber que tienen los profesionales de incorporar a su práctica clínica el conocimiento generado en el ámbito académico se ha banalizado y mercantilizado. Globalmente, el ejercicio de la Medicina y otras disciplinas sanitarias se ha empobrecido y encorsetado en esquemas simplistas de provisión de servicios, que no dejan ni espacio ni tiempo para la creatividad, la innovación o el encuentro humano con los pacientes, que son quienes necesitan las respuestas que aún no están en los libros.

El otro pilar, el compromiso necesario con todas y cada una de las personas, tiembla también, de forma sorda y amortiguada. El Gobierno de España, actualmente en funciones, dio un paso decisivo en la recuperación de la universalidad de la Sanidad hace poco más de un año, un punto de inflexión imprescindible en un camino en el que hay que seguir trabajando. Pero más allá de la universalidad necesaria, debemos recordar también el compromiso de garantizar la equidad en el acceso a las mejores técnicas de prevención, diagnóstico y tratamiento. Las que existen y las que están por descubrir. La exclusión y la inequidad adquieren formas no siempre evidentes, pero crecen de forma continua en nuestro Sistema Nacional de Salud. Así, la vulnerabilidad desatendida e invisible vinculada a la edad y a otros factores, las desigualdades sociales en salud, o el desamparo que perciben las personas con enfermedades raras, nos sitúan frente un espejo social incómodo que nos devuelve una imagen que dista mucho de los valores que muchos defendemos como individuos y en los que se basó la construcción colectiva de nuestra democracia y nuestro sistema sanitario.

Es tiempo de consolidar lo logrado, reconstruir lo perdido y preparar de forma sólida el futuro. Para ello es preciso un análisis riguroso y profundo, que huya de la improvisación y rechace la reactividad efectista, la ignorancia, y la falta de propósito. El rigor en los planteamientos, la imaginación, la chispa de la genialidad y la dedicación infatigable, que crecen de forma espontánea al amparo de la ciencia y sus maestros, son herramientas indispensables en el apasionante proceso de trasformación de la atención a la Salud al que apenas comenzamos a asomarnos. Ciencia y medicina han caminado juntas desde la antigüedad y han crecido alimentadas por raíces comunes que se hunden en los valores humanistas, de forma que no pueden entenderse la una sin la otra. Sin embargo, esta interacción recíproca de enorme riqueza, en la que descansa la esperanza de pacientes con enfermedades que creíamos incurables, requiere de protección, inversión y confianza para poder desarrollarse en la dirección adecuada.

Las grandes empresas farmacéuticas han sabido aprovechar esta riqueza, generando indudables avances en la lucha contra las enfermedades y, de forma simultánea, crecimiento económico. Sin embargo, por su propia naturaleza, las empresas deben guiarse por intereses comerciales y estos no siempre permiten dar respuesta a la necesidad de proteger la salud de todos y cada uno de los ciudadanos. Cuando es preciso dar respuesta a situaciones de desigualdad, vulnerabilidad, exclusión y desatención en el desarrollo y el acceso a medicamentos, generadas en el seno de un sistema dominado por el mercado, la responsabilidad debe ser necesariamente pública, es decir, de todos los ciudadanos, a través de los poderes e instituciones que nos representan. Con este propósito, el Instituto de Salud Carlos III (ISCIII), el principal organismo público que fomenta la investigación biomédica y sanitaria en España, ha lanzó este verano una convocatoria de ayudas a la investigación clínica independiente con medicamentos y terapias avanzadas con el mayor alcance y dotación económica de los últimos 10 años. Esta acción persigue ofrecer recursos a los investigadores de los hospitales para que puedan realizar, con independencia, ensayos clínicos con medicamentos de alto interés sanitario pero escaso interés comercial, así como proyectos de investigación clínica en poblaciones especiales y vulnerables no representadas adecuadamente en los ensayos clínicos de la industria farmacéutica.

Si se aplicase de forma aislada, esta acción sería un paso minúsculo comparada con la enorme tarea necesaria para afrontar los grandes retos de la salud pública, pero a la vez ejemplifica una visión que es preciso cultivar, cuidar y extender: generar conocimiento es una parte imprescindible y una responsabilidad ineludible del Sistema Nacional de Salud. Promoverlo, con el concurso de una comunidad científica y sanitaria ansiosa por devolver a la sociedad el fruto de ese conocimiento, supondrá mayores cotas de equidad, eficiencia y sostenibilidad del sistema en beneficio de todos los ciudadanos. Investigar, apostar por la creatividad y facilitar el impulso transformador en los hospitales no es una opción, ni un adorno, ni un entretenimiento. Es la mejor manera de proteger la salud de todas las personas, sin exclusiones. Y esto es lo que nos define como sociedad.

Raquel Yotti, es cardióloga, investigadora clínica del Sistema Nacional de Salud, y actualmente directoral general del Instituto de Salud Carlos III.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_