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La mujer que llevó a juicio los bebés robados encuentra a su familia biológica

La madre de Inés Madrigal, soltera, la dio en adopción, pero fue inscrita como hija de una mujer estéril. Un banco de ADN internacional la puso en contacto con un familiar

Inés Madrigal (d), con sus cuatro hermanos biológicos.Vídeo: FOTO FAMILIAR / EFE
Natalia Junquera
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Treinta y dos años [desde que supo que sus padres la habían adoptado] y siete pruebas de ADN con distintas personas después, Inés Madrigal, la mujer que sentó en el banquillo al doctor Eduardo Vela en el primer juicio por un presunto robo de bebés, ha logrado encontrar a su familia biológica. “Estoy muy feliz. Ahora tengo cuatro hermanos: tres chicos y una chica. Mis hijos tienen ocho primos. Sé de dónde vengo. Ha sido una pena que Vela no hablara antes porque si lo hubiera hecho podría haber llegado a conocer a mi madre”. Pilar murió en 2013, a los 73 años, en Madrid. “He visto fotos suyas. ¡Nos parecemos tanto!”, explica, emocionada, a EL PAÍS.

Ambas familias se buscaban mutuamente. Sus hermanos, que se llevan dos años de diferencia entre sí, le contaron que Pilar se quedó embarazada en 1968, estando soltera, y dio al bebé en adopción. “Nunca llegó a saber si había sido niño o niña”, cuenta Madrigal. “Tampoco sé si en algún momento ella se arrepintió porque aunque lo hubiera hecho, no habría podido —entonces había un plazo de seis meses para que las madres biológicas pudieran recuperar a su hijo antes de que la adopción fuera plena— porque Vela falsificó mi documentación y simuló que era hija biológica de mi madre adoptiva —el doctor firmó como asistente al parto de Inés Pérez, que no podía tener hijos. En la instrucción reconoció su firma y durante le juicio dijo no recordar nada—.

En ese proceso de búsqueda, Madrigal entregó muestras de ADN en tres laboratorios privados españoles, y en el Instituto Nacional de Toxicología. Finalmente, a principios de año, recurrió a un laboratorio americano porque allí, explica, le facilitaban información sobre su perfil genético ante posibles enfermedades hereditarias. Este laboratorio, 23andMe, le remitió una carta con esos datos médicos y otros que fueron clave para el reencuentro. “El laboratorio me dijo que tenía mil parientes, porque busca afinidad hasta de quinto grado, y entre ellos, uno muy cercano”. Resultó ser Aitor, un primo segundo, con el que contactó poco después. “Era la primera persona de mi familia biológica a la que conocía y hablar con él fue muy emocionante. Sobre todo porque cuando pasó todo esto yo había tirado ya la toalla. Pensé que nunca iba a conocer mis orígenes”, recuerda Madrigal. Entre los dos, empezaron a tirar del hilo. La primera prueba genética con el padre de Aitor mostró que no tenían parentesco, pero por la vía materna sí. “Así es como dimos con mis hermanos. La confirmación defiintiva nos llegó hace muy poco”. El pasado 3 de julio, el Instituto Nacional de Toxicología remitió a la Fiscalía su dictamen tras analizar los perfiles genéticos de Madrigal y quienes creía que eran sus hermanos, y en el que concluía que la compatibilidad genética era “78.802 veces más probable” entre ellos “frente a que lo sea una persona tomada al azar de la población”.

Documento en el que el doctor Vela certifica que Inés Pérez (mujer estéril) había dado a luz a una niña.
Documento en el que el doctor Vela certifica que Inés Pérez (mujer estéril) había dado a luz a una niña.

Madrigal había puesto al corriente a la Fiscalía de los avances en su búsqueda, y este jueves volvió a agradecerles su labor. La Audiencia de Madrid absolvió el pasado octubre al doctor Vela, de 85 años y exdirector de la clínica San Ramón, epicentro de las denuncias por presunto robo de bebés y adopciones ilegales. El tribunal le consideró entonces “autor” de los tres delitos de los que le acusaba la fiscalía y por los que pedía 11 años de cárcel —detención ilegal, suposición de parto y falsificación en documento oficial—, pero le absolvió al entender que habían prescrito. Madrigal recurrió entonces al Supremo, que tiene pendiente pronunciarse sobre el plazo de prescripción —si empieza a contar desde la adopción o desde que la víctima es consciente de su situación—. Otros afectados que han visto archivados sus casos por ese mismo motivo confían en que el alto tribunal se pronuncie a su favor para que puedan practicarse diligencias que les ayuden a saber su origen. La Fiscalía aclaró en una nota que no puede considerarse a Vela como autor de uno de los tres delitos por los que fue juzgado, el de detención ilegal.

Madrigal no fue una niña robada, aunque su adopción, como otras muchas documentadas por este diario, fue absolutamente irregular. Decenas de mujeres han llevado a la justicia en los últmos años denuncias que reflejaban un mismo modus operandi —las sedaban durante el nacimiento, al despertar les decían que su bebé había muerto y no les permitían ver o enterrar el cuerpo— y a los mismos médicos, centros y monjas. Sor Maria Gómez Valbuena, imputada en otro caso en el que madre e hija lograron reencontrarse gracias, sobre todo, al apoyo del padre adoptivo, que entregó facturas de la monja, murió antes de llegar a juicio, a los 88 años. Pero en esa trama de vidas robadas, como ha revelado EL PAÍS, había muchos casos de coacciones a madres solteras, pobres o con otros hijos ya a su cargo. Las presiones, como revelaron algunas de ellas, venían en ocasiones de sus propias familias —existían pisos para esconderlas durante el embarazo antes de que entregaran al hijo— y otras veces, de religiosas, como denunció María Luisa Torres tras encontrar a su hija, 29 años después del parto. Una ex monja, Mercedes Sánchez, relató a este periódico en 2011 que su superiora en la casa cuna de Tenerife dio a una niña en adopción sin consentimiento de su madre, a la que vio gritar en la verja reclamando a su hija.

Madrigal teme que su caso avive a “los negacionistas” y hace una petición al Estado: un banco genético gratuito para todos los que están buscando madres, hijos o hermanos.

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Sobre la firma

Natalia Junquera
Reportera de la sección de España desde 2006. Además de reportajes, realiza entrevistas y comenta las redes sociales en Anatomía de Twitter. Especialista en memoria histórica, ha escrito los libros 'Valientes' y 'Vidas Robadas', y la novela 'Recuérdame por qué te quiero'. También es coautora del libro 'Chapapote' sobre el hundimiento del Prestige.

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