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Tribuna
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Hacia la cultura de la igualdad: un cambio en las reglas del juego

Los asesinatos de 1.000 mujeres desde 2003 por violencia de género son la prueba más dramática del peligro que supone perpetuar la cultura machista que configura nuestra sociedad

Una mujer sostiene un cartel con el lema
Una mujer sostiene un cartel con el lema ALBERT GARCÍA

Los asesinatos de 1.000 mujeres en España desde 2003 por violencia de género son la prueba más dramática y dolorosa del peligro que supone seguir perpetuando la cultura machista que configura la sociedad en la que vivimos. Y no es la única cifra a tener en cuenta. Esta violencia ataca también a los menores. Desde 2013 han sido asesinados 28 menores y hay 243 niños y niñas huérfanos. Familias devastadas a quienes debemos todo nuestro apoyo y nuestro respeto.

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En este momento, hay más de 57.000 mujeres con seguimiento policial y en otros 1.200 casos son protegidas a través de dispositivos telemáticos de control de medidas de alejamiento. La dimensión de estos datos, sin embargo, ni siquiera muestra este grave problema en toda su magnitud. Las estadísticas arrojan que el 70% de las mujeres asesinadas nunca denunciaron a su agresor.

La violencia de género resulta en muchos casos invisible gracias a la cultura machista sobre la que se ha construido nuestra realidad. Nos hemos acostumbrado a ella como los ojos lo hacen a la oscuridad. La sociedad parece desenvolverse con naturalidad en esta permanente penumbra, pero lo cierto es que estamos ante una gran anomalía que tenemos que ser capaces de desenmascarar para poder combatir eficazmente.

España ha alumbrado, no sin enormes resistencias, leyes que contemplan una concepción moderna y progresista de la igualdad entre hombres y mujeres, en línea con la normativa europea e internacional. La Ley de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género en 2004, la Ley de Igualdad Efectiva de Mujeres y Hombres en 2007, así como la ratificación del Convenio de Estambul en 2014 nos han dado el soporte legal que nos permite articular todo un sistema de atención y protección hacia las víctimas, sin olvidar la prevención y sensibilización ante un tipo de violencia muy específica. La violencia de género, tal como define el marco legal internacional, es consecuencia de la desigualdad entre las mujeres y hombres. Una desigualdad debida a una concepción machista del mundo. Ese es el origen del problema y para erradicarlo tendremos que arrancar esas raíces firmemente ancladas en todos los ámbitos de nuestra vida.

Para combatir la desigualdad de forma efectiva es necesario un cambio en las reglas de juego que de paso a una cultura de la igualdad que lo impregne todo.

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La clave para lograr la plena igualdad requiere un cambio estructural que pasa por la reformulación del modelo social, económico, político y cultural, enfocado desde la igualdad entre mujeres y hombres, que permita eliminar los estereotipos y prejuicios de género. En definitiva, tenemos que integrar la igualdad en el ADN de la sociedad ampliando el foco de acción y arrojando luz sobre las muchas sombras en las que se camufla la cultura machista. Respecto a la manifestación más cruel y radical de esta desigualdad, la violencia de género, el primer paso para su erradicación pasa por el reconocimiento del propio concepto –consolidado en las normas nacionales e internacionales– por toda la sociedad. Negar esta violencia y querer emboscarla en el término de violencia doméstica, no solo la invisibiliza, sino que la hace desaparecer. Sin embargo, la realidad y las cifras de asesinatos y denuncias exigen su consideración como objetivo de una política de Estado. El Gobierno de España tiene una función de primer orden respecto a la lucha contra la violencia de género. En este sentido, hay que seguir desarrollando con firmeza y madurez, desde las diferentes responsabilidades, las medidas que el Pacto contiene. El Pacto es una herramienta básica para avanzar en este objetivo que debemos desarrollar junto al resto de administraciones públicas, comunidades autónomas, ayuntamientos, diputaciones e instituciones del Estado. El enemigo es tan poderoso que es absolutamente necesario contar con el compromiso real de todos los actores implicados. De manera firme, decidida y sin fisuras.

La lucha contra la violencia género no solo es penal, policial o asistencial. Es ante todo una lucha ética y, por tanto, cultural. Esta lucha contra la violencia de género y el cambio en las reglas del juego para lograr una cultura de la igualdad es una responsabilidad que debe ser compartida por el conjunto de la sociedad: por las instituciones y administraciones, la sociedad civil y el sector privado.

En este sentido, el papel de los medios de comunicación y la educación en igualdad son determinantes para articular una estrategia integral de comunicación para la igualdad que fomente la imagen de las mujeres en positivo y extienda el rechazo social de la desigualdad y la violencia contra las mujeres.

El Gobierno considera necesario dar un impulso político y social para avanzar hacia ese nuevo modelo social. Necesitamos una nueva cultura que deje atrás al machismo, para situar a la igualdad en España no en el futuro, sino en el presente. Un cambio de reglas con el que todos ganamos, mujeres y hombres; que no discrimina a nadie y que permite que todos seamos libres e iguales, construyendo un futuro más digno y luminoso para las siguientes generaciones.

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