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“En serio, trae papel. Urge”

El objetivo del día era comprar cereales, pasta y arroz a granel, pero se acabó el papel higiénico en casa. Buscar uno que no estuviese envuelto en plástico se convirtió en una difícil misión

Cuando el paquete de rollos envuelto en papel llegó finalmente a casa, se abrió con urgencia.
Cuando el paquete de rollos envuelto en papel llegó finalmente a casa, se abrió con urgencia.
Patricia Gosálvez

El tercer día de mi semana sin plásticos quería ir tranquila con el tema porque tenía mucho trabajo. Así que decidí comprar cereales, pasta y arroz sin envoltorios. Esta me la sabía. Hace varios años que soy clienta de Granel Madrid, una de esas tiendas de productos al peso que se han puesto de moda. Pim pam, hice mi comprita no contaminante (en la entrega de mañana contaré los detalles) y me fui a trabajar en mis otros pendientes. Y entonces la vida me dio un apretón de realidad.

Más información
Día 1 | Así embarqué a mi familia en el reto de vivir una semana sin plástico
Día 2 | La loca de los táperes

12:00_ “No hay papel higiénico”.

13:00_ “Compra”.

14:00_ “Acuérdate del papel”.

15:00_ “Si no vas a ir, compro yo en el Express aunque lleve plástico”.

16:00_ “Pati, en serio, TRAE PAPEL. Urge”.

A intervalos horarios los mensajes de mi pareja fueron cayéndome como una gota malaya en el WhatsApp. Es de esos que necesitan tener stock de sobra y comprar con previsión, mucho más desde los hijos (en su defensa diré que en mi casa se hace mucha caca, y si no tienes niños no sabes cuánta es MUCHA caca). Yo sin embargo soy de apurar aún ahora hasta el último rollo. Viviendo peligrosamente la mediana edad pequeño burguesa. Así que se me echó la tarde encima haciendo entrevistas, respondiendo mails y sin haber comprado el papel higiénico envuelto en papel no higiénico.

A lo largo del día había socializado en Twitter y en vivo mi escatológico drama del primer mundo: ¿Cómo consigo papel higiénico plastic-free? ¿Quién pasa? Me llovieron consejos. El más repetido: “Róbalo”. Amigos, lo haría, pero en el periódico hay rollos de esos gigantes, llevo el bolso petado, y convertirme, además de en la loca de los táperes, en la loca del rollo bajo el brazo, pues mira no. “Ve a un supermercado ideal sin plásticos que hay en el barrio de Salamanca”. Me pilla muy a trasmano, tengo curro, ya no llego. “Pídeselo al vecino”. ¿En serio? ¿Qué es? ¿1974? No conozco a mis vecinos, prefiero robarlo. “¿Tienes bidé?”. ¡Aaaaargh!

Varios tuiteros me recomendaron una conocida marca que tiene una gama envuelta en papel. Así que, desesperada, hice algo peor que robar: saqué el comodín de periodista. Llamé a las oficinas de Renova y hablé con el director de Márketing de la marca en España, porque este reto y el trasero de mis niños lo valen.

“Soy de EL PAÍS… estoy haciendo una serie de reportajes… bla, bla, bla… ¿Dónde vendéis el papel ese envuelto en papel?”. “Mujer, si te pasas por aquí, yo te doy”, me contestó Lorenzo Cárdenas muy amable. “Uy, no, no, yo quiero comprarlo como la gente ‘normal”, contesté muy digna. Me contó que lo venden en varios hipermercados de las afueras, en algunas tiendas de conveniencia de grandes cadenas y en el súper ese ideal del barrio de Salamanca. Hice el levísimo esfuerzo de buscar en Google Maps si alguno me pillaba entre el periódico y mi casa. Y no. La oficina del director de Márketing, sin embargo, estaba justo a medio camino, así que le volví a llamar para aceptar lo que en la jerga periodística se denomina “un cohecho” o “un colacao”. Vale que como cohecho mis ocho rollos de papel higiénico (y dos de cocina, que no pude rechazar) es un chiste, humilde e intrascendente, pero, en contra de lo que se cree, hay muchísimos periodistas a los que nos incomodan las cosas gratis más que hablar de cómo vamos al baño. Y los medios tienen códigos éticos al respecto (sobre lo de los regalos, sobre lo del baño espero que no, porque estoy perdida). En fin, mi higiénico regalo cumplía de sobra el código ético, así que para allá que fui a recogerlo.

Me alegro de haberlo aceptado. La charla con el director de Márketing fue entretenidísima porque a mí no hay nada de lo que me guste más hablar que de caca, culo, pedo, pis (¡sorpresa!). Me enseñó una encuesta de 2015 con datos maravillosos y terribles.

- Uno de cada 17 hogares españoles no compra papel higiénico en absoluto (no han investigado si es porque lo mangan de los bares, usan el bidé, o quién sabe qué).

- Los españoles usamos de media un rollo por persona y semana.

- En Valencia tienen los traseros más finos, son los que gastan más en papeles prémium; y en Castilla y León, son los más espartanos con la calidad.

- Los madrileños somos los que menos gastamos per culus en un mercado nacional que mueve 488 millones de euros al año y consume tantas toneladas de papel “como [pesarían] tres titanics”, según la encuesta.

Imaginen el plástico necesario para envolver tres titanics en el fondo del mar.

Porque solo una diminuta parte de todas esas toneladas vendidas no están plastificadas. Renova estrenó su línea Paper Pack el año pasado (y fue noticia) con la idea de que sea un producto “transversal, para el consumidor normal, no destinado al rincón eco”. Por ello tienen cuatro calidades, de “reciclado” (para los concienciados medioambientalmente, menos suave) a “ultra soft” (blanquísimo y de cuatro capas, para los que no están tan concienciados, pero no quieren plásticos). Cárdenas me aseguró que todos los días reciben llamadas como la mía preguntando dónde los venden. El precio oscila entre 2,40 y 3 euros por cuatro rollos dobles. Es un 15% más de lo que cuestan esos mismos rollos cuando la marca los vende forrados en plástico. La explicación sobre esos 35-45 céntimos de diferencia por paquete: “La velocidad a la que se envuelve en papel es inferior, se producen muchas roturas…”.

Me fui pensando en si estaré dispuesta a pagar esos céntimos de más cuando se me acaben los rollos de regalo. Preguntándome si en casa deberíamos usar papel reciclado, comprarlo online en paquetes gigantes en un sitio eco, dejar de decirle al mayor, que está aprendiendo a limpiarse, que se enrolle bien la mano no se vaya a manchar. Pensé en el bidé y en cuánto costará un váter japonés de chorrito que nunca he probado. Me perseguía la imagen de los tres titanics de papel higiénico navegando hacia el desastre medioambiental. También el hecho de que nunca antes de este reto me había planteado qué papel higiénico cojo al tuntún en el súper, la droguería, la gasolinera, la tiendita 24 horas... Las albricias de los niños cuando llegué a casa con la misión cumplida me quitaron el triste. Destrozaron el paquete y se fueron rollo en mano al baño. Su padre ya no estaba enfadado, había llegado a tiempo. Fue difícil, pero salvé el culo.

Lecciones del día:

- Para que pudiese llevarme los rollos a casa, el director de Márketing me regaló otras dos bolsas de tela para mi colección. Voy a acabar nadando en tote bags. Esto es un sinsentido, tengo que recordar llevar una siempre en el bolso.

- La producción de papel higiénico tiene sus propias problemáticas medioambientales (más información aquí o aquí) y a poco que leas, el bidé no parece tan mala idea. Pero mi guerra esta semana es conseguir que mi familia no consuma plásticos de un solo uso y por ahora no puedo abrir más frentes.

- Vaaaale, mi novio tenía razón. Si no quieres acabar comprando papel de cualquier manera conviene reponer antes de apurar.

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Sobre la firma

Patricia Gosálvez
Escribe en EL PAÍS desde 2003, donde también ha ejercido como subjefa del Lab de nuevas narrativas y la sección de Sociedad. Actualmente forma parte del equipo de Fin de semana. Es máster de EL PAÍS, estudió Periodismo en la Complutense y cine en la universidad de Glasgow. Ha pasado por medios como Efe o la Cadena Ser.

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