Las víctimas de abusos sexuales cometidos por maestros budistas tibetanos forman su #MeTooGuru
Un grupo de afectados entregará una carta al Dalai Lama en Ámsterdam en la que le piden que evite nuevos casos
El movimiento #MeToo suma un nuevo colectivo: las víctimas de abusos sexuales supuestamente perpetrados por maestros budistas tibetanos, monjes y laicos. Se agrupan en torno a la etiqueta #MeTooGuru, y este viernes 14 de septiembre serán recibidos por el Dalai Lama. Van a entregar una carta en la que 12 afectados, hombres y mujeres de diez países, denuncian a cinco maestros. El líder espiritual del Tíbet y premio Nobel de la Paz en 1989, inaugura este sábado en Ámsterdam (Holanda) una muestra sobre la vida de Buda, y los firmantes de la misiva son la avanzadilla de un grupo ansioso por corregir lo que califican de “imagen estereotipada del budismo donde estas agresiones no tienen cabida”.
La frase es de Rob Hogendoorn, investigador y experto holandés en esta doctrina, que describe los problemas del Dalai Lama, de 83 años, para poner fin a las agresiones. “Las cifras de víctimas son superiores a los firmantes de la nota. Los maestros budistas tibetanos pueden ser monjes célibes, o bien laicos con esposa e hijos. Pero el budismo es diverso, y hay gran confusión entre lo que es una enseñanza y aprovecharse del alumno. Hay escuelas que dicen que el sexo con el estudiante es una tradición tantra. Es decir, que utiliza la intimidad con fines espirituales, cuando hay seguidores que han sufrido abusos sexuales y maltrato. Y hay casos así en Bélgica, Francia, Alemania o España, entre otros. Es cierto que el Dalai Lama ha animado a no aceptar a ciegas al maestro si no se confía en él. Sin embargo, ayudaría que [el líder espiritual] dejara claro que deben ser juzgados como cualquiera si cometen abusos”, asegura. Añade que el budismo carece de jerarquía eclesial, “y en el tibetano, los lamas están divididos en múltiples escuelas y órdenes monásticas”. “Se supone que él los une y si aprieta a un grupo, puede perder su apoyo y provocar una reacción en cadena. Pero debe distanciarse de estos abusos, que en algunos casos conoce al menos desde los años noventa, porque ha recibido informes, y ejercer su autoridad moral. Si no, la causa del Tíbet en Occidente puede resentirse”.
Oane Bijlsma buscó en 2010 respuestas en la meditación. “Estoy segura de que hay maestros budistas tibetanos que ejercen bien su labor. Mucha gente llega como yo, indagando algo más en la vida, y al principio todo fluye. Aunque se exige una devoción hacia el maestro antinatural. Como si fuera un Dios viviente”, dice. Conoció a uno de los maestros budistas tibetanos más famosos, Sogyal Lakar Rimpoche, título este último reservado a los lamas reencarnados. “Un hombre rodeado de jovencitas y ayudantes, que vivía entre grandes lujos y gastaba miles de euros en hoteles, comida y puros habanos. Y que pegaba y gritaba y maltrataba. Lo sé porque tuve un novio que estaba con él. Sogyal justificaba el abuso como una forma de desmontar el ego, para convertir los sentimientos de repulsa que ello implica en un logro espiritual”, recuerda.
Ella estuvo en el sur de Francia, en Lerab Ling, un centro de retiro cercano a Montpellier, donde se convirtió en la asistente de una de las mujeres más cercanas a Sogyal. Allí conoció a su pareja. “Él había sido estudiante suyo y venía de Londres. Estaba cerca del líder, y yo no sufrí abusos, pero vi cómo trataba a la gente y su hipocresía. Derrochaba, y sus ayudantes pedían donativos a los seguidores. Mi novio me confesó que le había pegado durante 15 años, pero sigue dentro. Cuando me marché en 2012 avisé a la dirección de Rigpa en Holanda, la red internacional de centros budistas tibetanos creada por el propio Sogyal. No me creyeron. Decían que el maestro tendría sus razones. Rompí con mi novio, que dirige ahora la organización en Reino Unido”, indica.
Rigpa ofrece cursos de meditación y compasión, así como “un estudio completo, y su práctica, de cada estadio de las enseñanzas de Buda”, según su página web. La misma que publica los resultados de la investigación independiente efectuada sobre las acusaciones de maltrato contra su maestro. “Algunos estudiantes de su círculo íntimo han padecido abusos sexuales, físicos y emocionales graves; y varios miembros de Rigpa con puestos relevantes lo sabían y callaron, exponiendo a otros a esos riesgos”, indica el texto. Sogyal, autor de El libro tibetano sobre la vida y la muerte, que ha vendido unos dos millones de copias, fue apartado. El Dalai Lama, presente hace una década en la inauguración de Lerab Ling, dijo que “había hecho algo vergonzoso”.
La posibilidad de que haya abusos se agrava ante la falta de controles o certificados de calidad del enseñante. “Cualquier tibetano puede decir que es un lama budista y la gente le cree. Cuando se necesitan 20 o 30 años de estudios para lograrlo. Solo en Holanda hay 57.500 ciudadanos budistas, según las estadísticas oficiales. Y en la Unión Budista holandesa, que tiene 40 agrupaciones, 20 tienen un líder acusado de abusos sexuales”, dice Rob Hogendoorn, que ultima un libro sobre Sogyal. “La gente debe saber lo que pasa. Lo que yo buscaba, conocerme y saber lo que quiero, no se encuentra ahí”, concluye Bijlsma.
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