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El niño que soñó El Gordo

Joel Fernández Godos asegura que vio mientras dormía cómo daba el premio

Jesús Ruiz Mantilla
Público asistente al sorteo extraordinario de Navidad en el Teatro Real
Público asistente al sorteo extraordinario de Navidad en el Teatro RealLUIS SEVILLANO (EL PAÍS)

Entre ensueños, exitosas pesadillas publicitarias cercanas al bombazo neogótico y ansia de suerte, se presentaba en los minutos previos al comienzo, el excitado ambiente del sorteo de la lotería de Navidad de 2013. Una intriga, que a eso de las 10.45 de este domingo se resolvió en el Teatro Real de Madrid, donde se ha celebrado por segundo año consecutivo. Fue a cargo de los niños Joel Fernández Godos y Andrea Ladrón de Guevara. El primero, espabilado, de chamán no tiene pinta. De iluminado, tampoco. Parece saber lo que quiere: para empezar, ser ingeniero informático. Pero, a corto plazo, si alguien se anima a hacerle un regalo después de haber repartido por toda España el gordo navideño de este año —62246—, que sepa bien lo que le apetece: “Una Play Station o una Smart TV”.

Por pedir… Es lo que desearía que le trajeran los Reyes Magos o Papá Noel o, más concretamente, algún agraciado, a este alumno de San Ildefonso. “Lo soñé, lo soñé, soñé que lo daba”, comentaba Joel, poco después de que su madre, Elsa, llegada de Perú hace 17 años, avisara de que apenas había pegado ojo. “Cuatro millones, no sabía el número, podían ser muchos, solo recuerdo que Andrea me lo mostraba”.

Andrea, madrileña, como él, psicóloga en ciernes, se encargó de cantar la cantidad 15 minutos antes de las 11.00. Ambos lo hicieron escoltados por las encantadoras, avispadas y diminutas Erika y Lorena, que han vivido este domingo 22 su día de gloria en el Teatro Real.

El cuarteto fue lo más animado en el lugar donde se realizó el sorteo. Hubo déficit de frikismo y ningún altercado. Nada comparable al año pasado, cuando algunos colectivos —los trabajadores de Telemadrid, en pleno ERE y los sanitarios de la Comunidad— aprovecharon el foco para montar sus protestas.

ANDREA COMAS (REUTERS)

Este año, ni una broma. La Policía Nacional estaba dentro de la sala para prever desalojos. Los seguratas, en guardia vigilante perpetua. Los clásicos asistentes con disfraz, un tanto eclipsados por el mes de galería de los horrores que había circulado por las redes a costa del anuncio con parodias al kilo a costa de Bustamante, la Niña Pastori, Marta Sánchez, Raphael o la Caballé.

No ha sido buscado, afirman tanto Juan Antonio Gallardo, director comercial de Lotería y Apuestas del Estado, como Verónica Seguí, de la agencia Tactics, creadora del anuncio. Pero sí, quizás bienvenido. Ambos, sin duda, sí admiten que la fiebre provocada les ha venido de perlas. Gallardo porque, según él, pese a la ligera bajada de ventas —un 4,18% con respecto a 2012, un total de 2.362 millones de euros— supone un repunte, ya que el año pasado fue del doble. Y Seguí porque han reventado todas las previsiones, gracias al trabajo parodiado hasta la saciedad del spot que ha filmado Pablo Berger, y alcanzado el interés de la juventud.

Que el anuncio ha animado el sorteo es evidente. Y que haya influido en las ventas, muy probable. Para Gallardo, el hecho de que la lotería sea —a excepción de la Primitiva, que ha subido un 1%— el sector del juego que menos se la ha pegado en las preferencias del mercado hace que estén más que satisfechos con la performance. “Sin duda, ha sido nuestro anuncio con más impacto en los últimos 20 años”.

Puede que ahí nos haya dado una clave de la espantada de Eurovegas, pero ante todo, lo que Gallardo desea es vender el producto. Un producto, según él, “que está en nuestro ADN”. Tanto que hasta un corresponsal de la CNN se empeñaba en transmitirlo como un fenómeno typical spanish entre el público, asegurando ante su audiencia global, que cada español se había gastado una media de 50 euros, con excepciones como la de Soria, donde sus habitantes se han desmelenado: 194 euros por habitante. Misterios…

La mañana comenzó con sorpresa. Un premio en directo para el canario Jesús Lorente. Cuatro horas de espera a bajo cero en la puerta le rentaron. No hacía media hora que habían echado a rodar los bombos cuando el empleado de hotel tinerfeño escuchó que su número, el 79.712 había conseguido el segundo premio. Los 125.000 euros del mismo caerán en toda la familia. Aunque no mostró el décimo en papel —solo con su móvil— las dudas de que fuera un chico llegado a la Península para reivindicar su cuarto de hora de gloria warholiana se fueron disipando a medida que transcurría la mañana.

Con aire de fiesta mayor se presentó este año en la sala Fernando Vázquez. Para recordar. Vestido con su capa española de Seseña —“hace 30 años la compré y solo me la he puesto 10 veces”—, la ocasión lo merecía. En 1954, este señor fue el niño que cantó el gordo de aquel año: el 53.584.

La vida después le llevó a Asturias, se dedicó a la construcción y pasó de convertirse en entrenador de fútbol después de haber jugado en el Leganés. “Eso que en mi promoción también estudiaron Amancio, Pirri y Gento, pero murió mi madre y me desanimé: ¿Para qué quería eso? ¿Para ir gratis al fútbol?”. No se arrepiente. Pero dejarse llevar por la nostalgia de los años en el colegio, sí. Y de cómo se vivía aquello. “Entonces, el Gordo era el primer villancico del año y se cantaba con un tintineo bastante agradable allá, en la calle de Montalbán”. Hoy, la suerte de este acontecimiento anual perpetuo, sigue rodando. Y con el mismo éxito.

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Sobre la firma

Jesús Ruiz Mantilla
Entró en EL PAÍS en 1992. Ha pasado por la Edición Internacional, El Espectador, Cultura y El País Semanal. Publica periódicamente entrevistas, reportajes, perfiles y análisis en las dos últimas secciones y en otras como Babelia, Televisión, Gente y Madrid. En su carrera literaria ha publicado ocho novelas, aparte de ensayos, teatro y poesía.

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