_
_
_
_
_
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

No respetan ni Erasmus

Formar ciudadanos para una Europa unida es el reto de nuestro tiempo.

Nunca un nombre ha sido tan acertado. El programa europeo que ha impulsado la movilidad de los estudiantes universitarios recuerda a Erasmo de Rotterdam. Erasmo, el renacentista, el universitario de París, el pensador libre, el profesor de ideas independientes. Viajero por Inglaterra e Italia, en cuyas mejores universidades impartió sabiduría y rechazó con firmeza el autoritarismo. Viajero, curioso, enemigo de la rutina. Acaso estas cualidades debieran marcar las expectativas de los estudiantes Erasmus durante los últimos tiempos. También pudo llamarse Voltaire.

El italiano Cavour proclamaba, a mediados del siglo XIX, sus aspiraciones de unificación de su patria mediante la afirmación: “Hemos hecho Italia, ahora debemos hacer los italianos”. Tal deseo puede trasladarse a la construcción de una ciudadanía europea, real, apenas esbozada en los tratados de Niza y de Maastricht.

Formar ciudadanos para una Europa unida es el reto de nuestro tiempo. Más hoy que nunca, ahora que las debilidades aquejan el espíritu europeísta, en el que se funda la Unión Europea. Ahora que las dudas asaltan Europa —cuando es ella nuestra única certeza—, ahora que su pervivencia futura dependerá de cómo se formen sus jóvenes, ahora Wert y los suyos quieren regatearle unas pocas “migajas”. No les bastaba con recortar las becas, ni con aumentar desproporcionadamente las tasas, el daño también alcanzará a los que no se conformen con ser solo jóvenes universitarios sino que aspiren a ser universitarios europeos, conocedores de otros horizontes de nuestra patria común que es Europa. Son insaciables.

Las vivencias que comparten con jóvenes de otras culturas europeas no tienen precio. Nunca unos escasos euros pudieron hacer tanto bien a tantos jóvenes. El internacionalismo llevado a la práctica y los valores educativos compartidos tampoco tienen precio. Algunos que entienden más de la bolsa que de la vida descalifican la experiencia educativa que da Erasmus, y acusan a los jóvenes de que solo se interesan por la juerga. ¿Es qué los jóvenes no tienen todo el derecho del mundo a divertirse? Quiénes desconfían de ellos, y no valoran estas vivencias internacionales, merecen que se les recuerde aquello que decía Machado de que “desprecian cuanto ignoran”.

Francisco Michavila es catedrático de Matemática Aplicada y director de la Cátedra UNESCO de Gestión y Política Universitaria de la Universidad Politécnica de Madrid.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_