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Aitana o cómo el nuevo significado del vestido de la venganza se aleja de los viejos clichés machistas

El papel simbólico del little black dress que Diana de Gales vistió en 1994 con aire rupturista al conocerse la infidelidad de su marido marcó un antes y un después en la percepción de este tipo de prenda y del concepto “vestirse por venganza”. Atribuido a cada famosa que aparece tras una ruptura, ¿ha conseguido con el tiempo librarse del peso de la mirada patriarcal? ¿Cómo y por qué se usa ahora en Tik Tok?

aitana

No hacía falta que llegara el estreno de la quinta temporada de The Crown, donde se pormenoriza el divorcio de Carlos y Diana de Gales (interpretados por Dominic West y Elizabeth Debicki), para que el término revenge dress volviera a la palestra. Nunca se fue. Lo demuestran los comentarios que ha suscitado el vestido con el que la cantante Aitana ha reaparecido tras su ruptura con Miguel Bernardeu.

Desde que en el verano de 1994 se usara para definir al vestido corto negro con pliegues de la diseñadora Christina Stambolian que la princesa llevó a una fiesta solidaria de Vanity Fair, el mismo día que la BBC emitiría la entrevista en la que su marido admitió que le había sido infiel con Camilla Parker Bowles, el término “vestido de la venganza” ha echado raíces en la cultura popular. Ha pasado de copar los titulares tendenciosos y machistas que los tabloides británicos dedicaron a los hechos (como el famoso “The Thrilla he left to woo Camilla”, de The Sun) a protagonizar vídeos en TikTok donde las usuarias visten su propia versión de la prenda. Pasando por el uso (y abuso) de este cada vez que una famosa que lo ha dejado con su pareja reaparece públicamente. ¿De qué hablamos cuando hablamos de “vestirse por venganza” en 2022?

La manera más rápida de responder a la pregunta es echando un vistazo en Google. Además de las menciones al revenge dress original por su reciente aparición en la serie de Netflix, los resultados de noticias más recientes que devuelve el buscador incluyen: los looks de la “revenge campaign” de Shakira para Burberry tras su separación de Piqué, el vestido blanco palabra de honor de Meghan Markle en una aparición que coincide con la emisión del polémico documental Harry y Meghan (Netflix), la nueva imagen de Julia Fox tras su ruptura con Kanye West y hasta dos “vestidos de la venganza” distintos atribuidos a Olivia Wilde en menos de un mes tras conocerse su ruptura con Harry Styles. El último eslabón de un listado de vestimentas “de venganza” posruptura que con los años han engrosado otras famosas —y ningún famoso— como Reese Witherspoon, Katie Holmes, Jennifer Lopez o Bella Hadid.

«¿Qué es la venganza? Nos vestimos para el p***o matriarcado”, contestaba la estilista Karla Welch a los titulares sobre el último look de Olivia Wilde a través de Stories de Instagram. Ella es la artífice del estilismo que la directora de Don’t Worry Darling llevó en los People’s Choice Awards, donde la película ganó como mejor drama. Un traje negro de encaje con trasparencias que firma Dior cuya elección, a tenor de las palabras de Welch, no tenía intención alguna de lanzar un recado vengativo a Styles y que además está alineado con el estilo que la artista lleva en este tipo de ocasiones.

El uso del concepto revenge dress, dice a S Moda Rita Rakosnik, historiadora del arte, crítica y conductora de la sección sobre moda Vestir Santas de Tardeo (RPS), “se podría interpretar como una idea conservadora. Como si dentro de un mundo que oprime a la mujer, la mujer engañada no pudiera pensar en otra forma de castigar a su amante infiel que no sea exhibirse en público de manera voluptuosa o extravagante con un vestido deslumbrante. Pero creo que caer en una afirmación categórica de que el revenge dress es una idea conservadora o machista es peligroso porque sería banalizar el poder de la moda como lenguaje y sistema de signos. En el caso de Lady Di, el valor simbólico de aquel icónico little black dress ha sido analizado una y otra vez. Comprado tres años antes de su aparición, permaneció arrinconado en su armario por considerarlo demasiado “atrevido”, según recogía TIME a partir de las declaraciones de la diseñadora del mismo en el documental Princess Diana’s Dresses: The Auction (2013). Como repasaba la crítica de moda Vanessa Friedman en The New York Times, la princesa pasó de los cuellos de bebé, lazos, mangas abullonadas y faldas midi que definieron su estilo mientras estuvo casada con el ahora rey de Inglaterra, a los “trajes ceñidos de firma” de su era de divorciada liberada del peso de la institución. “Aquel era un vestido muy atrevido para los estándares de la casa real británica”, dice Rakosnik. “Para mí es un ejemplo del poder de presentación femenino. En ese momento Diana estaba sometida a un escrutinio mediático bestial y no tenía prácticamente ninguna oportunidad de usar su voz. Usó su apariencia. Una manera también de adueñarse de su narrativa y transformar su tragedia de algún modo en un triunfo”.

«Lo interesante cuando hablamos del revenge dress es pensar cómo lo estamos leyendo y cómo lo estamos utilizando”, dice la socióloga especializada en feminismos Marina López Baena. “Creo que el término ha tenido tanta difusión porque casaba o conecta con el imaginario patriarcal: por un lado, la idea de que las acciones de las mujeres son siempre o principalmente para atraer la mirada y el deseo heteromasculino”. Por otro, añade, porque ha contribuido a reproducir dos figuras: “La de la despechada y la de la pelea entre mujeres; el revenge dress también puede interpretarse como un mensaje hacia ‘la otra’ —por la que te ha dejado tu pareja— o ‘las otras’ —con las que estará tu pareja a partir de ese momento—”. El punto, dice la socióloga, está en poner la atención en “quién es el sujeto activo”. “Al llevarlo, puede ser que Diana (o cualquier otra persona) esté lanzando un mensaje con el que esté resignificando y apropiándose de lo estético y lo físico como algo terapéutico, rupturista”. Según explica a este medio la también socióloga especializada en género Amparo Lasén, profesora de la Universidad Complutense de Madrid, es importante enmarcar la aparición de estas prendas en su “contexto social” para evitar una “sobrelectura” de sus significados. “Chenoa bajó en chándal tras conocerse su ruptura con Bisbal porque estaba en su casa y estaba así vestida”, y Olivia Wilde “apareció con este vestido de encaje porque estaba en la alfombra roja haciendo su trabajo”. Que mediáticamente se hayan “sobrerrepresentado” estos momentos, dice, atiende a dos mandatos de género que se dan en nuestra sociedad: “El hecho de que a las mujeres se las mida por su apariencia” y “se las defina en función a su relación de pareja”. “Esto hace que se mire todo lo que llevan puesto en ese sentido”.

En toda la amalgama de apariciones y estilismos etiquetados bajo la idea de “vestimenta de venganza”, late la búsqueda de esa energía triunfalista que encapsula el apenas medio minuto en que Lady Di baja del coche y se dispone a saludar en la archicitada noche del 24 de junio de 1994. O la de las fotos de Nicole Kidman brincando felicísima tras firmar su divorcio de Tom Cruise. O el aire relajado pero luminoso de Katie Holmes con su exclusivo conjunto posruptura que la actriz viralizó y Zara acabó replicando. Todos esos momentos tienen ese algo que instantáneamente los eleva suscitando interés y admiración, y que los medios y el fandom se empeñan en replicar a base de colgar a ciertos looks una etiqueta que retrotraiga a ellos. “Es una cosa como muy nostálgica, querer recrear o aproximarnos a ese momento icónico en la historia de la moda y de la cultura pop. Pero forzarlos o intentar prefabricarlos suele salir mal”, dice Rita Rakosnik.

De esa nostalgia pop participa fuertemente la generación Z. «El revenge dress perdura y está tan presente en la cultura de internet, en primer lugar, porque Lady Di sigue siendo un icono por su forma de vestir y su lifestyle muy importante para esta generación”, dice Janira Planes, periodista analista de cultura digital y autora de la newsletter sobre tecnología e internet Truffle Season. Sus looks noventeros a base de mallas de ciclista y sudaderas de la etapa posdivorcio de Carlos, como señala Planes, son “microtendencia en TikTok” y aglutinan miradas ávidas de inspiración estilística en la red social bajo etiquetas como #ladydioutfits. “Todo lo que ella hiciera es susceptible de ser replicado, va a ser visto como icónico o revisitado por estas generaciones”.

Con Lady Di como punto de partida, el revenge dress se ha abierto paso en TikTok con su propio relato. “El concepto [y los vídeos en los que las usuarias recrean sus propias versiones de este] se enmarcarían dentro de otra categoría-tendencia de la red social: el breakup glow up o post breakup glow up (brillo posruptura)”, apunta Janira Planes. Una etiqueta que en TikTok acumula 634 millones de visualizaciones —123 millones en el caso de revenge dress— y que da pie a “una narrativa: lo he dejado con mi pareja, estoy en la mierda, tengo que empezar a quererme y voy a empezar un cambio”. Esto, apunta, “hay chicas que lo llevan al extremo: se ponen fillers en la cara, se van a hacer deporte, se compran un armario nuevo y cambian su estilo de vida”, cuyo colofón llega “el día que salen con su revenge dress”.

Esta idea del brillo posruptura, como otras derivadas del concepto como el revenge body (cuerpo de la venganza), que Khloe Kardashian introdujo y capitalizó con el programa de televisión homónimo donde, inspirados por su cambio físico radical tras separarse de Lamar Odom, los participantes buscaban vengarse de sus ex parejas consiguiendo lo propio; ponen el foco de manera casi exclusiva en el plano físico. En ese sentido, Planes apunta que el uso del término puede resultar “problemático” y “machista”: “Nos hace centrarnos mucho en la superficialidad, en reforzarnos nosotras mismas esa idea de que lo único que importa es nuestro físico. No es un revenge de ‘me voy a hacer dos másteres y me voy a leer toda la biblioteca de clásicos’. Aunque hay vídeos que sí incluyen otro tipo de cuidados, como la meditación”. Hay sin embargo una cara b: “Esta narrativa puede también llegar a generar un sentimiento de comunidad. ‘Hay otras personas que están pasando por esto, voy a unirme a esta trend’. Y es como que me siento menos sola en ese aspecto. Además, me van a comentar otras chicas, generalmente dándome ánimos y diciéndome que estoy guapísima. Al menos, momentáneamente, me puede hacer sentir mejor”.

A pesar de sus nuevas acepciones, en el imaginario colectivo el vestido de la venganza sigue teniendo una serie de atributos específicos: es un vestido negro, ceñido y escotado. Así lo replican marcas como Reformation o Urban Outfitters y plataformas de venta de moda rápida como Shein, que los comercializan bajo este nombre. Un tipo de vestido que, dice Nacho M. Segarra, profesor de periodismo en la Universidad Complutense de Madrid, a S Moda: “Lleva siglos señalando a las malas mujeres, que no se ajustan a lo establecido por el patriarcado”. El también especialista en género y comunicación apunta que “existe un famoso cuadro de Singer Sargent que puede ser considerado el antecedente moral” del revenge dress: Retrato de Madam X, “que escandalizó al París de 1884 por retratar a Madame Gautreau —expatriada, riquísima e infiel—. Frente al blanco y los volúmenes de la mujer decente, el negro ajustado de la indecente”. Lo que, bajo su punto de vista, “define a la mujer fatal y a Lady Di y a Wilde es que son mujeres que toman elementos de la educación tradicional patriarcal —estar bella, sexy, deseable— para atacar a los hombres: a los peleles, los examantes o los maridos infieles. Por eso este tipo de imágenes siguen siendo tan llamativas, porque siguen produciendo miedo”.

Encarnar esa energía, ocupar un espacio o reapropiarse unos valores estéticos que atávicamente se han usado contra las mujeres son también intenciones con las que ponerse un revenge dress. “Aquello que tradicionalmente se ha asociado al mandato patriarcal nos cuesta identificarlo como un espacio en el que puede haber agencia o resignificación. Y qué aburrido sería si no pudiéramos hacerlo”, dice la socióloga Marina López Baena. “Me parece importante que nos demos la oportunidad de ponernos un revenge dress o de hacer que cualquier otra aparición pública de las mujeres pueda ser por divertirnos, por un ataque de rabia o porque estamos siendo incómodas”. Probablemente, con este mismo espíritu contestatario lo canta Taylor Swift en Vigilante Shit (Midnights): “No me visto para las mujeres, no me visto para los hombres. Últimamente, me visto para vengarme”.

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