De Kate Moss a Jeremy Allen White: la fórmula secreta de la ropa interior blanca más famosa de la historia
La combinación de sexo, fotógrafo estrella y modelo cincelado con feromonas lleva siendo un éxito desde que Calvin Klein empapeló Nueva York en los años ochenta
A principios de los años ochenta, Calvin Klein era ya una figura en Nueva York. Creador de los vaqueros “de diseñador”, era habitual de Studio 54 junto a Grace Jones, Donna Summers, Salvador Dalí, Cher o Warhol y estaba a punto de patentar el minimalismo en la moda. Para aquel momento, el diseñador sabía ya dos cosas: lo primero, que el sexo vende, algo que en 1980 comprobó cuando colocó a una quinceañera Brooke Shields ante el objetivo de Richard Avedon con insinuaciones eróticas (“¿Quieres saber qué se interpone entre mis Calvins y yo? Nada”, rezaba el anuncio).
La polémica desatada consiguió vender miles de vaqueros solo horas después del lanzamiento. La segunda lección que tenía ya aprendida el señor Klein era el poder de la imagen: “La única manera de hacer publicidad es no centrarse en el producto”, dijo en una ocasión. Así, sobre esos dos pilares, el diseñador estadounidense convirtió la ropa interior en un emblema de estatus, a sus portadores en símbolos sexuales y a su marca, que había lanzado con tan solo 10.000 dólares en 1968, en la fotografía de las aspiraciones populares a lo largo de las siguientes décadas. Hoy sus campañas siguen teniendo repercusión, y desatando polémicas: Jeremy Allen White (The Bear) ha protagonizado la última publicidad viral de la firma y la cantante británica FKA Twigs ha lamentado la retirada del anuncio que ella protagoniza en el Reino Unido, donde ha sido acusado de mostrar una imagen “excesivamente sexualizada” de la artista: “No veo el ‘objeto sexual estereotipado’ con el que me han etiquetado. Veo a una hermosa y fuerte mujer negra cuyo cuerpo increíble ha superado más dolor del que puedes imaginar”, ha dicho Twigs en su cuenta de Instagram.
No son las únicas imágenes de la compañía que han dado que hablar a lo largo de su historia. Calvin Klein debutó con su primer anuncio de ropa interior en 1982. La línea Underwear, lanzada ese mismo año, era la gran apuesta comercial de Klein (la femenina llegaría un año después) y el americano sabía que necesitaba una campaña que la colocara en el imaginario colectivo. Y así fue.
El elegido fue un hombre tan portentoso en el deporte como a simple vista: el saltador de pértiga y atleta olímpico de origen brasileño Tom Hintaus. El fotógrafo fue el legendario Bruce Weber (nacido en 1946 a las afueras de Pittsburgh, y en aquel momento reconocido fotógrafo de GQ y Vogue) y la sesión se hizo en Santorini: el deportista aparece, cual dios griego, apoyado sobre la típica piedra blanca de la isla vestido únicamente con unos calzoncillos blancos en cuya cinturilla se puede leer la marca. La pose la analiza el experto en estudios de género David Coad en su libro The Metrosexual: Gender, Sexuality, and Sport. Según este autor, la postura recordaba a las estatuas griegas del Período Arcaico, las llamadas Kouroi, que eran “grandes esculturas de cuerpos masculinos desnudos que servían como ofrendas devocionales a los dioses”. Poco después la imagen de Hintaus llegó a Nueva York a lo grande, literalmente, con un cartel de 40 metros de largo por 15 de ancho desplegado en pleno Times Square. Calvin Klein también empapeló con el anuncio las paradas de autobús de toda la ciudad y lo que ocurrió después narra a la perfección el la euforia que desató el anuncio: numerosas marquesinas fueron vandalizadas, y el póster, robado.
Aquella imagen decretó que la ropa interior era más que ropa interior: los calzoncillos blancos de Calvin Klein estaban diseñados para ser vistos (de hecho en los siguientes años la tendencia de enseñar la cinturilla con la marca se vio muy favorecida con la moda de los pantalones vaqueros de tiro bajo), pero es que además conferían un estatus. Eran unos calzoncillos totémicos.
Como analiza The New Yorker, las imágenes de Hintaus tenían una grandeza mayor que la evidente: el anuncio evocaba un fetiche de la subcultura masculina gay de los años ochenta como es el calzoncillo ajustado de color blanco y, además, la celebración del hombre como objeto sexual reflejaba la creciente visibilidad de la cultura homosexual. “Lo que había estado escondido dentro de las salas de cine para adultos de Times Square ahora estaba en público y en un pedestal”, escribe Coad en su libro.
En los siguientes años las campañas de ropa interior de Calvin Klein se convirtieron en un reconocible elemento visual de la imagen de Manhattan, al igual que los taxis amarillos, e incluso la revista neoyorquina les dedicó un homenaje a través de una portada en 1994.
La campaña de Hintaus fue la primera en crear un lenguaje visual de identificables coordenadas (fotógrafo estrella, protagonista cincelado con feromonas, calzoncillo blanco) que definió la publicidad y la moda en los siguientes años, hasta llegar a la campaña protagonizada por Jeremy Allen White este mismo 2024.
Con campañas como las de Calvin Klein, la publicidad de los años ochenta vivió una revolución en mensajes, lenguaje y estética. De pronto los claims de los anuncios de ropa interior comenzaron a ser modernos y creativos, más sugerentes y atrevidos, incluían el deseo como elemento común y abrieron la puerta a una nueva masculinidad. Mientras Hintaus revolucionaba Nueva York, en España fueron los años dorados de Abanderado, cuya publicidad pasó de ser familiar y orientada a padres e hijos, para empezar a mostrar a chicos jóvenes con slips de colores e incluso transparencias.
En los siguientes años, Klein siguió coqueteando abiertamente con la sensualidad: en 1983 organizó un desfile de ropa interior en el que las modelos, que solo llevaban bragas, se tapaban el pecho con los brazos, y en 1984 encargó a Weber otra sugestiva campaña para Calvin Klein Underwear en la que tres modelos, dos hombres y una mujer, aparecían tendidos sobre una cama, vestidos únicamente con bóxer y bragas. Un par de años después, en 1989, Weber volvió a tomar el erotismo griego como inspiración para otra campaña en blanco y negro, y revolcó entre sábanas a Maltbie Napoleon y Susan Hess para la campaña de Primavera/Verano de aquel año. La idea del desnudo tomó fuerza en la marca y el fotógrafo americano puso ante su objetivo a numerosos modelos completamente desnudos (como Justin Lazard, Tim Schnellenberger, Blake Daniels, Paul Wadina, Ana Drummond y Lisa Marie Smith en 1987, o Rick Arango y de nuevo Lisa Marie Smith en 1989) para las campañas del perfume Obsession de la marca.
Poco después llegó el momento que catapultó los calzoncillos CK a la fama mundial. En 1992 Mark “Marky” Whalberg protagonizó una de las campañas más icónicas de las décadas siguientes, agarrando con actitud su paquete, luciendo músculos de gimnasio y promocionando los bóxers blancos con el logotipo en la goma. Tenía 21 años y el año anterior, en 1991, había alcanzado el número 1 en las listas de Billboard de EE. UU. con la canción Good Vibrations. En el videoclip del tema ya mostraba su cuerpo, vistiendo unos petos de tejido vaquero y una pelota de béisbol. El vídeo llamó la atención de Neil Kraft, quien en ese momento era un alto ejecutivo de Calvin Klein, encargó los anuncios: Whalberg representaba el rostro y el cuerpo ideales pero también el estado de ánimo y los deseos del momento. Años después, Kraft explicó por qué fue una elección perfecta: Wahlberg atraía a todo el mundo, a las mujeres, a los hombres homosexuales y a los hombres heterosexuales que querían ser como él. Aquello lo lanzó al estrellato. El fotógrafo fue Herb Ritts, las fotos no fueron retocadas y de nuevo la imagen era de lo más minimalista: en blanco y negro, y de estudio.
La siguiente campaña fue ya un éxito estratosférico: en 1993 una jovencísima Kate Moss, en topless con tan solo 17 años, acompañaba a Whalberg en los anuncios. De nuevo, las fotografías las firmaba Herb Ritts. La propia Moss contaría años después que aquella sesión de fotos la hizo sentir vulnerable y asustada, y que tuvo que tomarse Valium para sobrellevar la ansiedad que suponía enfrentarse a una campaña tan grande. Sin embargo, aquella imagen afianzó la identidad visual de Calvin Klein hasta convertirla en una marca tan potente cuya influencia en la cultura pop se comparaba a la de Coca-Cola o McDonalds.
Lo que es evidente es que aquellas fotografías transformaron la cultura visual global y se convirtieron en referencia no solo para la cultura pop sino también para las marcas de ropa emergentes que en la década de los 90 esperaban dejar su huella.
Los años iban pasando y protagonizar o fotografiar la campaña de ropa interior de Calvin Klein también se convirtió en un símbolo de estatus. La supermodelo Christy Turlington relevó a Kate Moss, y tras Mark Whalberg comenzaron a llegar superestrellas como Travis Fimmel, Jamie Dornan, Justin Bieber, A$AP Rocky, que posaban ante el objetivo de famosísimos fotógrafos como Steven Meisel, Mario Testino, Steven Klein o Mert Alas.
Todas ellas han contribuido a contar la cultura de su tiempo pero probablemente ninguna de ellas haya tenido tanta repercusión desde la de Whalberg como la última campaña de la marca, protagonizada por Jeremy Allen White.
Fotografiado por Mert Alas en su ciudad natal, Nueva York, la campaña ratifica el momento de oro de Allen White. “No podías apartar la mirada de las vallas [de Calvin Klein]”, ha explicado White a GQ. “Eran enormes. Siempre las asocié —y las sigo asociando— con la propia ciudad de Nueva York”. Esta inesperada oportunidad le llegó a Jeremy Allen White en el mejor momento: el actor venía de rodar The Iron Claw el invierno anterior, acaba de ganar un Globo de Oro por su papel en The Bear y, según se ha publicado, mantiene una relación con Rosalía. En las imágenes de la campaña interpreta de nuevo al hombre musculoso, con un aspecto un tanto rudo y con actitud de barrio que hizo famoso a Whalberg hace 32 años. Gigantescas vallas publicitarias decoran ahora Nueva York con su imagen en calzoncillos y ahora la viralidad de su efecto se mide en internet. Muchos ya lo han coronado en redes sociales: “Motopapi”.
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