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Consiguió derribar a ‘Los nueve viejos de Disney’ gracias a Roosevelt: la extraña historia de la dibujante Mary Blair

Con su mano trazó personajes tan emblemáticos como Dumbo, la Cenicienta o Peter Pan, con un estilo influenciado por sus viajes a Latinoamérica.

Arte: Ana Regina García
Arte: Ana Regina García©Walt Disney/ Everett Collection / Cordon Press / Getty Images

En nuestro archivo mental conservamos infinidad de personajes y escenas de los dibujos animados creados por la factoría Disney. Creemos reconocer al dedillo su estilo, pero ciertos ejemplos de los años 40 y 50 del siglo XX nos sorprenderían por sus intensos colores y por su alejamiento de las leyes de la perspectiva en busca de lo conceptual: son los diseños de Mary Blair, la ilustradora estadounidense que trabajó para Walt Disney durante varias décadas como directora de arte. Pocos saben que su mano está detrás de Dumbo (1941), Saludos, Amigos (1942), Los tres Caballeros (1945), Cenicienta (1950), Alicia en el País de las Maravillas (1951) y Peter Pan (1953), y que la frescura de su estilo bebe en gran medida de sus viajes por Latinoamérica.

Blair nació en 1911 y estudió en una importante escuela de arte de Los Ángeles llamada Chouinard. La acuarela se le daba estupendamente: por algo siempre ha sido la técnica favorita de los artistas viajeros, al ser portátil y manejable. Terminó sus estudios en 1933, un mal momento para encontrar trabajo, pues la Gran Depresión estaba en su apogeo tras la caída de la bolsa en 1929. Pero no le faltaba talento, así que pronto fue contratada como animadora para productoras de Hollywood incluida la Metro-Goldwyn Mayer, hasta que en 1940 comenzó a trabajar para Disney en un entorno muy masculino liderado por ‘Los nueve viejos’, apodo que se le dio al equipo de animadores clásicos de la productora.

De las tenues acuarelas, la artista dio pronto el salto al gouache, una técnica que le fue permitiendo más contrastes y efectos cromáticos hasta llegar a su reconocible paleta de colores, un despliegue atrevido de tonos que probablemente se originó en su periplo de tres meses por Latinoamérica con Walt Disney y otros animadores de la compañía en 1941.

¿Qué y quién llevó a ese grupo de artistas estadounidenses a recorrer Brasil, Argentina, Chile, Perú, Bolivia y México? Ni más ni menos que el gobierno del presidente Roosevelt y su ‘Programa de Buenos Vecinos’. Roosevelt estaba preocupado por la influencia en Latinoamérica del Bloque Berlín-Roma-Tokio, de ahí que planease estrechar lazos económicos y políticos con sus vecinos de abajo por la clásica vía diplomática. La idea fue enviar a representantes de distintas disciplinas para que ejercieran con disimulo el soft power, por ejemplo a diecisiete animadores de Walt Disney Pictures entre los que se encontraba Mary Blair.

Una de las misiones del grupo fue documentarse sobre aspectos culturales y cromáticos de los distintos países. Es decir, aprender las diferencias entre las naciones de Latinoamérica para que las películas aportasen matices precisos y fuesen más exportables y, por tanto, exitosas. Así que en pleno mes de agosto de 1941 la tropa de animadores e ilustradores aterrizó en Brasil para proseguir su viaje por Argentina, Chile, Perú, Bolivia y México, países donde fueron muy bien recibidos debido a la popularidad de los personajes de Disney en todos ellos.

En una fotografía en blanco y negro tomada durante el periplo aparece Mary Blair con su falda plisada, sus sandalias planas y un práctico sombrero de tela. Se encuentra en una zona rural abocetando a una madre con un bebé entre vasijas de barro. La foto, de tonos apagados, está en las antípodas cromáticas de las ilustraciones de ese viaje que después produciría Blair, como la icónica de aquel niño peruano con su poncho rojo a rayas, su flauta dulce y su zurrón color rosa chicle.

Los primeros frutos de aquella misión especial fueron películas de estética y temática latinoamericana como Saludos Amigos (1942) y Los tres caballeros (1944), en las que Mary Blair se ocupó de la dirección de arte. Al verlas nos damos cuenta de que ciertamente habían captado la idea de que Latinoamérica no era un solo bloque indistinguible, sino una serie de países con diversas culturas y tradiciones. Además, el hecho de que el Pato Donald apareciera en ambas películas fue de gran utilidad para su difusión: sin querer, se convirtió en un embajador más del gobierno de Roosevelt.

En los años cincuenta tenemos a Blair trabajando como freelancer en Nueva York, ya lejos del epicentro californiano del dibujo animado. A partir de ahí su trabajo aparecería en escenografías, libros infantiles, revistas y campañas publicitarias. Disney también siguió haciéndole encargos, pues tanto a él como a muchos de ‘Los nueve viejos’ les fascinaba su imaginería juguetona, de colores vivos y aparente ingenuidad.
En los años sesenta, aquel largo circuito por América Latina y su acercamiento libre de prejuicios a otras culturas volvieron a dar frutos, esta vez en un formato mucho más elaborado: la atracción It´s a small world (Qué pequeño es el mundo) para los parques de Disney. La experiencia consiste en un paseo en bote a lo largo del cual trescientos encantadores animatrónicos vestidos con trajes regionales del mundo entero nos saludan con sus manitas al son de una canción pegadiza. La atracción es el perfecto antídoto para la saturación de pantallas que nos invade y por eso hoy sigue dejando boquiabiertos a niños y niñas de todo el planeta. Comenzó a funcionar en la Disneylandia de California en 1966 y después en el resto de parques de atracciones de la compañía.

A Mary Blair la han comparado con Matisse por su audacia en el uso del color: «Ella trajo el arte moderno a Walt de un modo en que nadie más lo hizo. A él le entusiasmaba su trabajo», comenta el animador Marc Davis, que colaboró con ella en la atracción mencionada más arriba. Virtuosa y de aparente perfil bajo, Blair sobrevivió a un entorno laboral casi totalmente masculino y logró atravesar el techo de cristal, entre otras razones porque supo encontrar un compañero que valorase su talento: fue Lee Blair, al que conoció en la escuela de arte cuando estudiaban juntos.

Mary Blair murió en 1978 tras crear un universo propio del que dan fe sus libros, películas, diseños escenográficos y un enorme mural de cerámica multicolor que se encuentra en Florida, en el vestíbulo del Contemporary Hotel de Disneyworld.

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