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Son los Preysler-Vargas Llosa de la generación Z: por qué la ruptura entre Paul Mescal y Phoebe Bridgers ha roto el corazón de Internet

La cantante y el actor se hicieron pareja a la vista de todo el mundo en Twitter e Instagram. Su ruptura ha provocado un gran duelo en Internet. Analizamos los motivos.

Phoebe Bridgers y Paul Mescal en la Gala Met en mayo de 2022.
Phoebe Bridgers y Paul Mescal en la Gala Met en mayo de 2022.Getty (Getty Images)

Es el Shakira/Piqué de las personas terminalmente online, el Preysler/Vargas Llosa de la gente que ha visto Aftersun, lee a Ottessa Moshfegh y sabe sin necesidad de buscarlo de qué estás hablando si mencionas “el PDF de Lorde y Jack Antonoff”. La separación, aún no confirmada, del actor Paul Mescal (Normal People) y la cantante Phoebe Bridgers, ha roto el corazón de quienes se denominan, con autoironía, “chicas de Internet” –que no tienen por qué ser chicas–.

Los rumores se pusieron en marcha a finales de diciembre. Como casi todas las noticias de la prensa rosa internacional, el origen de la noticia está en Deux Moi, la página en la que se cuelgan anónimamente avistamientos de famosos fuera de cautividad. En este caso, el podcast de Deux Moi, Deux U, se hizo eco de una cita en el teatro Connelly de Nueva York entre Bridgers y el cómico y cineasta Bo Burnham, que habían sido vistos “besuqueándose”, según el informante. Al mismo tiempo, Matty Healy, el cantante de The 1975, colgó en su cuenta de Intagram una foto en la que aparecían él y Bridgers dándose un pico con Burnham detrás como si estuviera bendiciendo ese beso. Incluso, al igual que se ha hecho con Vargas Llosa, se han aportado pruebas literarias. En la canción que Bridgers escribió hace unas semanas para SZA, Ghost in the Machine, habla de “estar sola” y de pelearse con alguien en el hotel Ludlow de Nueva York, lo que se ha considerado una prueba irrefutable. “Dices que tengo a todos mis amigos a sueldo, no te equivocas. Eres un capullo / Gritándonos en el Ludlow, era tuya gratis”, dice la letra que la compositora firmó por encargo hace unas semanas.

Paul Mescal y Phoebe Bridgers en LACMA Art + Film Gala presentada por Gucci.
Paul Mescal y Phoebe Bridgers en LACMA Art + Film Gala presentada por Gucci.Getty (WireImage)

Desde entonces, se ha visto a Mescal tomando café con Angelina Jolie en Londres, en presencia de una de las hijas de Jolie, Shiloh, aunque se cree que no hay nada entre ambos. Jolie estaría felicitando a Mescal después de ver su interpretación en Un tranvía llamado deseo en el teatro Almeida.

Cuando se conoció la noticia, las redes se llenaron de lamentos hiperventilados del tipo “no puedo seguir viviendo en un mundo en el que Paul Bridgers y Paul Mescal no están juntos”. Un usuario citó un tweet sobre el fin del mundo según el calendario maya diciendo: “Sí, pero hoy se ha conocido la ruptura, así que eso es peor”. En Tik Tok se hicieron montajes lacrimógenos con escenas de Normal People, la serie que hizo famoso a Mescal, y fotos de ambos en la Met Gala, y el hashtag #paulmescalandphoebebridgers alcanzó los 3,2 millones de visualizaciones.

¿De dónde venía tanta inversión emocional en una pareja que solo llevaba junta año y medio y de la que apenas existen un puñado de documentos gráficos? Hay varios motivos que explican este duelo público tan nicho y generacional. Para empezar, la cultura internetera tiene cierto derecho a considerar esta ex pareja algo de su creación y hasta de su propiedad, ya que se formó ante sus ojos. La primera cita entre Bridgers y Mescal se produjo a la vista de todo el mundo, en un Live de Instagram, y su primer contacto se produjo en Twitter.

Corría mayo de 2020, el punto álgido del primer confinamiento pandémico. Como todo el mundo, Phoebe Bridgers vio en su casa Normal People, la serie basada en la novela de Sally Rooney que acababa de estrenarse, y tuiteó: “Acabo de ver Normal People y ahora estoy triste y cachonda”, a lo que Mescal, que al parecer ya era fan de la cantante, respondió: “Estoy oficialmente muerto”. Continuando con el flirteo público, que recibió centenares de miles de likes en un momento en el que no había eventos, ni estrenos, ni entregas de premios que contemplar, Bridgers replicó: “Oh, no te mueras, eres muy talentoso”.

Poco después de eso, la revista Wonderland tuvo los reflejos de invitarlos a su famosa cita de Instagram (que más de tres millones de personas han buscado en los útimos días en Tik Tok). “What’s the craic?”, empezaba él, la manera irlandesa de decir “qué onda”, “cómo va”. “Creo que está bien documentado que soy fan de tu música”, siguió. En los minutos siguientes, él le presentó virtualmente a su planta Henry.

La confirmación de que ambos se estaban viendo en carne y hueso también se produjo en Twitter, cuando el café Lemon Tree de la ciudad irlandesa de Kinsale tuiteó que los dos habían estado allí desayunando en julio de ese año. Más tarde, Mescal apareció junto a Phoebe Waller Bridge en el vídeo de la canción de Bridgers Savior Complex, pero la pareja aún tardaría un año más en hacer una aparición pública juntos, bendecidos y conjuntados por Gucci, en una gala del museo LACMA, en Los Ángeles. Para entonces, un segmento de la población ya había decidido que la cantautora y el actor irlandés eran su modelo de pareja ideal, unos Daniel Craig y Rachel Weisz para veinteañeros, una nueva versión de la dupla Alex Turner/Alexa Chung que sigue provocando suspiros diez años después de disolverse en cuentas de Instagram como @britcult. Difícil resistirse a una combinación equilibrada de atractivo, éxito, talento y ropa regalada —en su foto más famosa, que los ve a ambos abrigados en una playa, está bien visible el logo de Prada en la chaqueta de él—. Hasta su pelo era aspiracional y el punto justo de alternativo: un fashion mullet para él, el característico tinte gris platino para ella.

Shipear a gente que no conocemos, pero con quien creemos tener cierta intimidad —y más si les hemos visto en escenas sexuales de especial desnudez emocional, como es el caso de Mescal y escuchado hablar de la muerte de los amigos, el suicidio y la complicada relación con su padre, como pasa en las canciones de Bridgers— es la función final de lo que se conoce como “relaciones parasociales”. Se trata de relaciones que los espectadores o lectores de los medios establecen con las personas que aparecen en ellos. La expresión se popularizó en Estados Unidos y, bueno, en la República de Internet, hace algo más de un año con motivo de otro divorcio de famosos relativamente nicho. El cómico John Mulaney, que había incorporado a su esposa, la figurinista y fotógrafa Anne Marie Tendler en sus rutinas cómicas, anunció que se separaba de ella, y, poco después, que esperaba un hijo con la actriz Olivia Munn, y muchos usuarios de redes reaccionaron como si hubieran sido ellos los receptores de lo que se percibía como una traición cruel. “Cuando tienes una relación parasocial con alguien, los admiras e idealizas, y como resultado, quieres que sean felices y exitosas en cada faceta de su vida. Esperas que su relación funcione como una manifestación de un deseo para ti mismo”, explicaba en un artículo en Harper’s Bazaar la profesora de psicología Sally Theran, especializada en investigar ese tipo de proyecciones. Theran citaba como ejemplos extremos el hecho de que haya quien aún tenga esperanza de que vuelvan Brad Pitt y Jennifer Aniston —su estudiado saludo en un zoom pandémico envió vibraciones parasociales por todo el mundo— o la algarabía colectiva cuando se dieron una segunda oportunidad Jennifer Lopez y Ben Affleck.

La psicóloga clínica Arianna Brandolini d’Adda (que tiene su propio canal de YouTube) explicaba en un artículo en Repeller que el motivo por el que concedemos esta importancia a los divorcios de famosos tiene raíces en la teoría evolutiva. Como humanos, estamos programados para prestar atención a los individuos dominantes del grupo, en este caso las celebridades. “Si observas lo que hacen los individuos de alto estatus y aprendes de ello, es más probable que tú te conviertas en uno”, decía la experta. “Prestar atención a lo que hace la gente que se sitúa en la cumbre social tiene un objetivo político porque te equipa para funcionar en la escena social. Las celebridades representan una fantasía de lo que nos gustaría tener, así que es natural tener opiniones y emociones sobre su vida amorosa”. Esto ya era así en el primer Hollywood y antes, pero nunca nadie asistió en directo por Instagram a la primera cita entre Carole Lombard y Clark Gable. Parece evidente que el acceso aparentemente sin filtros a los famosos que proporcionan las redes sociales intensifica ese espejismo de intimidad y magnifica las reacciones.

En el teatro de las relaciones entre famosos, todavía muy centrado en los parámetros de la monogamia y la infidelidad entendida como traición —solo hay que asistir a la saga Falcó/Onieva para comprobarlo—, se suele reservar el peor papel a “la rompehogares”, la mujer que se percibe como causante de la ruptura de una pareja heterosexual muy querida. De momento, Bo Burnhan, otro novio pandémico de Internet (su especial de comedia en Netflix lo confirmó como cronista de la ansiedad digital) no está recibiendo el vitriolo que sí recibió, por ejemplo Olivia Munn. Como resumió un tweet: “Todo esto es como Brangelina para la gente que toma Lexapro”. A todos aquellos que habían hecho una inversión emocional en esa relación les queda repasar las fotos que Mescal hizo de Bridgers, y que están protagonizando muchos montajes musicales en redes, y esperar al próximo disco de la cantante, por si arroja claves sobre la ruptura.

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