Marimer Pérez, ginecóloga: “Hay aspectos que pensé en tratar con mi psicólogo que la menopausia me ha resuelto”
A través de su popular cuenta de Instagram busca dar mensajes positivos sobre la menopausia. Nos habla sobre las luces de este proceso, el papel y la actitud del hombre en los problemas de infertilidad actuales y la necesidad de que las mujeres cambien el “no estoy tan mal” por “estoy muy bien”
Una de las indiscutibles bondades de las redes sociales es que se han convertido en un escaparate para que profesionales del mundo de la salud eduquen y conciencien con sus mensajes al tiempo que hacen de la empatía un arma (casi) tan poderosa como los medicamentos. Gracias al universo digital hemos conocido a doctoras que con su didáctica actividad online logran que la medicina esté algo más cerca de todas gracias a unos perfiles repletos de consejos y explicaciones en los que la información y la cercanía caminan de la mano. La prestigiosa Marimer Pérez, ginecóloga y obstetra, es un gran ejemplo de esta corriente de doctoras 3.0. Al bagaje y la sapiencia acumulados a lo largo de 24 años de profesión y a la confianza, naturalidad y trato humano que ofrece a sus pacientes, hemos de sumar su cercanía, sentido del humor y, cómo no, su inmensa empatía. Fundadora de WoMer, un centro integral de salud situado en Barcelona nacido de la sororidad, es una conocida divulgadora sobre la menopausia, un proceso por el que ella misma está pasando desde hace dos años.
Experta en comunicar a través de su perfil de Instagram cómo vivir una menopausia en plenitud, cuando un medio le pide que hable sobre sus síntomas, se niega rotundamente. “Que den una vuelta de tuerca al tema: no quiero hablar de sofocos ni de cosas que se pueden leer en otro lado… ¡Cuántos mensajes negativos! Y la eutanasia, ¿para cuando?”, nos pregunta con su característico humor. Hablamos con ella para darle esa vuelta de tuerca a la menopausia, conocer su lado más alegre e intentar borrar el estigma que persigue a la mujer que no solo no es madre, sino que asegura que el trabajo es lo que más feliz le hace. Sobre estos temas, y sobre su particular Roland Garros, por cierto… Pero no nos adelantemos. Comencemos el partido.
Usted habla de su menopausia abiertamente en las redes. ¿Por qué sigue este tema avergonzado a tantas mujeres?
No sé qué nos pasa. A la gente le sorprende el hecho de que no me dé vergüenza decir que estoy en menopausia, porque piensan que los hombres no me van a ver atractiva. “Doctora, piénselo bien: los hombres no la van a ver igual”, me dicen con todo el cariño, haciéndome ver que creen que la menopausia nos hace transparentes. Me escriben muchas mujeres diciendo que les da vergüenza decirlo, y lo importante sería hablar de ello abiertamente para que todo el sector masculino nos entienda. El problema está en que como este tema nunca se ha puesto bien sobre la mesa, ni se han descrito ciertos síntomas que nuestras parejas han de entender, parece que la menopausia no va con ellos. Sin embargo, la menopausia no incumbe solo a las mujeres: es un tema de todos. Junto al miedo y a la vergüenza tenemos que sumar esa especie de convencimiento social del “ya lo pasaremos”. Esto no va así: no tenemos que sufrir, soportar o limitarnos a abanicarnos únicamente. Parece que este sufrimiento fuera parte de la mujer: somos Juanas de Arco continuamente, y al parecer, tenemos que serlo en todas las etapas por las que pasamos.
¿Nota que ha cambiado la actitud de las mujeres en la primera visita ginecológica?
Las adolescentes están mucho más espabiladas que nosotras. Llevo 24 años en esta profesión, y veo que ahora tienen una conciencia eco muy clara y hablan sin tapujos de anticoncepción, de las ETS… Me llama la atención que con la madurez no se nos haya pasado la vergüenza. Ahora, las más jóvenes enfocan el sexo de una manera que te caes de la silla. Lo han desromantizado, mantienen relaciones por placer y tienen las cosas claras. La palabra vergüenza no existe para ellas.
Por lo que comenta, ¿con el paso de los años no dejamos atrás el miedo y la vergüenza?
Es que esa vergüenza me la encuentro en mujeres adultas. No es raro que me encuentre en consulta con pacientes que me preguntan cómo van a explicarles a sus maridos que les duele al practicar relaciones sexuales a causa de la menopausia. En realidad, es como decirle a tu esposo que te pones insulina porque eres diabética. Es un proceso fisiológico: como tienes menos estrógenos, habrá una mayor sequedad vaginal. Si explicamos bien el proceso fisiológico, los hombres lo tendrán que entender. Es importante que el sector masculino entienda que es un mal negocio vivir sin estrógenos. Vamos a vivir un tercio de nuestra vida sin la hormona principal que interviene en todos los procesos de nuestra vida, por lo que este no puede ser un tema que nos avergüence. Las mujeres tendríamos que hablar todo el rato de la menopausia y nos tendrían que dar una medalla de honor, pues sin ser algo fácil lo llevamos con mucha mucha dignidad.
¿Cuáles son los aspectos positivos de la menopausia?
Yo llevo dos años en menopausia y no estoy, ni mucho menos, en la peor etapa de mi vida. Por si fuera poco, a nivel mental hay cosas que me han beneficiado. Tengo más madurez y tener más andrógenos ha hecho que tenga una mentalidad con la que poner límites con facilidad. Yo era una fleuma [persona floja, en catalán]; todo me afectaba, y ahora… mucho menos. Hay aspectos que pensé en tratar con mi psicólogo que la menopausia me ha resuelto. Las cosas te empiezan a importar mucho menos. Lo mejor es que no tienes que hacer un ejercicio mental para pensar así y enfrentarte con esta actitud a las cosas: sencillamente, estás en ese mood.
¿Se abordan con normalidad los problemas sexuales que acarrea la menopausia?
Creo que el problema de la sexualidad es fácil de entender: el estrógeno aumenta el deseo sexual, por lo que al tener menos es lógico que no vayas a estar persiguiendo a tu pareja. Lo que hay que hacer es tener conversaciones nutritivas, de tú a tú, y explicarle a la pareja que no se tiene que agobiar, pero que iniciar las relaciones es complicado para ti ahora por estos motivos. Si pones el ejemplo de la testosterona, quedará aún más claro: si ellos tienen menos testosterona, se les complica la erección, ¿verdad? Por eso la pareja tiene que trabajarlo y buscar unos espacios de intimidad. Hay que aclarar a la otra persona que no se trata en absoluto de que ya no haya atracción. No vas a dejar de tener orgasmos, pero igual tendréis que cuidar más los preliminares. Creo que hay que empezar a ser más permisivas con nosotras mismas. Tenemos que entendernos y aprovechar lo bueno que puede venir de la menopausia. Cuando entiendes lo que te pasa y lo hablas con tus amigas sin reparo ves que estamos todas igual. Alguna vez he oído eso de “Me van a dar el Oscar a la mejor actriz, porque si vieras cómo me pongo cuando me busca y cómo le hago ver que estoy muy excitada…”. Tengo 12 o 14 ganadoras de Oscar cada año en mi consulta.
En los países anglosajones, el tratamiento hormonal sustitutivo está a la orden del día… ¿Por qué aquí sigue siendo un tema delicado?
¿Qué problema hay con tomar hormonas? El desconocimiento provoca miedo. Si a un hombre que no tiene erecciones le dices que si se toma una pastilla su problema se resuelve no te va a preguntar ni un efecto secundario. Te preguntará cuántas pastillas se tiene que tomar al día. En cambio, para dar una terapia hormonal sustitutiva de baja dosis a una mujer me cuesta sudor y lágrimas. Si fuera un hombre, la consulta duraría cinco minutos. Estamos con una cultura muy instaurada en la que tenemos en mente la frase “no estoy tan mal”. El problema es que no se trata de no estar tan mal, sino de “estar muy bien”.
¿Qué ocurre con el yugo estético a partir de cierta edad?
Ya no estamos quizás en una edad en la que queramos que los hombres se giren en un bar cuando entramos. Si pusiéramos el foco fuera del tema físico y nos centráramos en todas las cosas en las que estamos bien, como por ejemplo el trabajo, sacaríamos todo lo positivo que tiene envejecer. Los hombres lo han hecho bien: puede aparecer un señor con barriguita y calvo, pero si lleva la camisa remangada, sus gafitas y un buen reloj, pensamos que es bien aparente. Nosotras, en cambio, creemos que no podemos tener ni media lorza. Por cierto: él ni siquiera ve esa supuesta lorza. Somos nosotras las que nos castigamos cada día. ¿Acaso no tiene él barriga? ¿No ves que su erección es diferente? Tenemos un problema con nosotras mismas
¿Es una ginecóloga más empática que un ginecólogo, o no hay que hacer distinciones?
Se ha feminizado la profesión. Yo tengo ginecólogo, pero con la menopausia creo que voy a apostar por una ginecóloga. La empatía no entiende de género, pero hay temas, como la menopausia o la adolescencia, en los que creo que una ginecóloga resulta más empática. En la menopausia me parece que empatizas con la paciente enseguida.
¿Tiene esperanza respecto a la píldora anticonceptiva masculina?
Tengo pocas esperanzas en todo lo que dependa de los hombres. Ahora que por fin hemos conseguido que la vacuna del papiloma esté incluida en mujeres y niños, resulta alucinante el porcentaje de madres con hijos varones que no ponen vacunas a sus hijos. “El papiloma lo tienen ellas”, dicen. Es un tema arraigado culturalmente. No tengo esperanza, como ocurre cuando un hombre ve que su mujer ha pasado por tres cesáreas y no quiere ser madre de nuevo, y le comentas que se haga una vasectomía, se niega. En este aspecto, le recomendaría a la paciente que busque un urólogo empático y que pida hora para su marido. Las tasas de vasectomía son bajísimas, porque los hombres creen que es algo que toca su virilidad.
Cuéntenos algunos clásicos que se encuentra en consulta cuando hay un hombre presente acompañando a su pareja.
Imaginemos que hay una mujer acaba de parir, quiere dar el pecho y no la quiero hormonar… Me encuentro con que él no quiere usar el condón. En el 90% de los casos, hay que poner un DIU. Acabo antes. Como son vectores, portadores de todo, no lo padecen. Como tenemos pocos métodos fiables de cribado del papiloma, no les podemos asustar con datos. Luego está el tema de la infertilidad masculina. No os imagináis la cantidad de seminogramas que salen mal ahora, pero seguimos mirando hacia la mujer cuando hay infertilidad.
Hablando de infertilidad, cada vez hay más clínicas de reproducción…
Hay algo que estamos haciendo mal. Para empezar, se ha desplazado la edad en la que tenemos hijos: lo normal ahora es tener el primero a los 38 incluso. Vamos justitas. Creo que estamos haciendo bien divulgando que la fertilidad no es eterna. Eso sí: cada vez hay menos tabú en la criopreservación. Con el ritmo de vida que llevamos y con esa idea tan asentada de que tenemos que ser las mejores madres y las mejores empresarias, es imposible criar a tu hijo con todas las atenciones que requiere y cumplir de forma magistral con todos los deberes que nos hemos puesto. En general esa presión tiene repercusiones en la reproducción, y por eso el semen tiene la calidad que tiene en la actualidad. Ese hombre megaejecutivo que tiene un frenético ritmo de vida, no come sentado, se enfrenta a los nefastos factores ambientales que hay y tiene los hábitos de vida que tiene, verá cómo su semen ha sido afectado por todo ello. Sin embargo, pídele un seminograma y verás su cara. Le tienes que explicar por qué él puede tener un semen alterado. Yo los clavo siempre en consulta.
¿Le preguntan constantemente por qué no es madre?
Cada día, en mis stories, me preguntan cuántos hijos tengo. ¿No podemos hablar de otra cosa? Cada vez hay más mujeres que optan por no ser madres. Decir que lo que más me apasiona es mi trabajo sigue siendo un asunto complicado para mí. Se me hace nudo en la garganta no poder decirlo, porque no entiendo qué tiene de malo. ¡A un hombre le pondrían una medalla! No tengo padres médicos y soy una madrileña que ha abierto su clínica en Barcelona: es algo que me ha costado mucho. Cuando digo que lo que más me gusta del mundo es mi trabajo, al ser un tema delicado, es un disfrute en petit comité. Esto me pasa incluso con mi madre. Le pregunto si alguna vez se ha planteado que cuando estoy con mis pacientes, con mi bata, es cuando estoy súperfeliz. A veces, en partos heroicos, me pongo Freddy Mercury a todo trapo y digo: “¡Lo hemos dado todo!” No sé: a Rafa Nadal le aplauden. A mí, no. Sin embargo, me voy de ahí como si hubiera ganado el Roland Garros. En petit comité, me han dado la copa. Es un logro que socialmente es difícil de compartir, pero disfrutar así con tu trabajo es maravilloso. Me siento muy afortunada.
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