“Mamá, papá, quiero un pintalabios”: ¿a qué edad recomiendan los expertos empezar a maquillarse?
El dilema no es nuevo, pero se ha acentuado. Según las expertas consultadas, la realidad que ven los adolescentes y los niños en redes suele ser “sesgada, prefabricada y en muchos casos financiada por empresas que quieren vender sus productos”. Una realidad en la que el ideal de belleza está cada vez más presente, siendo al mismo tiempo más inalcanzable que nunca
Penelope Disick, la hija de Kourtney Kardashian y Scott Disick, tiene solo 11 años, pero en su cuenta de TikTok (5,4 millones de seguidores) comparte vídeos en los que se maquilla, se hace manicuras o prepara su rostro con múltiples productos. Su prima North West ya apareció con los labios pintados de rojo cuando tenía cinco años, en la cuenta de Instagram de su madre, Kim Kardashian (362 millones de seguidores). En una entrevista reciente con Bustle la estrella confesó que se arrepentía, “¿lo volvería a hacer?, probablemente no”, pero su hija, ahora con 10 años, aparece frecuentemente maquillada en el reality de la familia. Eso sí, ya con productos más sutiles que un carmín.
Las pequeñas del clan Kardashian no son representantes de toda una generación, pero sí ejemplo para muchos. Como ya hicieron sus progenitoras con el ideal del cuerpo hace una década (y, más recientemente, retirándose prótesis y rellenos para aspirar a una delgadez con menos curvas), sus decisiones marcan y son expresión de una tendencia innegable: los menores cada vez acceden antes al mundo de la belleza.
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En Corea del Sur, probablemente la sociedad más entregada a las apariencias físicas de todo el mundo, un 43% de las niñas de la escuela primaria (hasta 12 años) usan maquillaje a diario según el investigador Kim Ju-duck, en una serie de datos inquietantes recogidos en el libro de Elise Hu, Flawless. Muchos aseguran que el país marca el futuro y el camino que después va recorriendo Occidente, algo que ya ha sucedido, por ejemplo, con las intervenciones de medicina estética. En este lado del mundo el fenómeno de los Sephora Kids ha rellenado ya demasiados bits en internet, mientras la industria cosmética se frota las manos y entrena cómo seducir a los alfa (los menores de 15 años), un ingente nicho de negocio que en 2025 estará formado por 2.200 millones de personas. El auge en las últimas temporadas del gloss (un sutil brillo de labios que suele ser el primer cosmético de color para muchas adolescentes) o del colorete seguramente vayan en esta línea.
Gabriel Llano, peluquero, maquillador y propietario de un salón homónimo en Madrid confirma el aumento de la petición de servicios entre adolescentes: “A partir de los 16 años ya vemos una mayor demanda de maquillajes para eventos, pero no solemos recibir peticiones de maquillaje para edades inferiores”. Entonces, en su salón apuestan por centrar el look en la luminosidad: “Maquillajes muy suaves, jugosos, con pocos artificios”.
Un brochazo con muchas aristas
El dilema sobre cuándo dejar a un menor utilizar maquillaje no es nuevo y cualquier lector de la generación que sea podrá recordar batallas caseras similares por salir a la calle con unas mejillas subidas de tono. Pero el escenario hiperconectado actual, más agresivo que nunca, ha rebajado las edades y elevado las presiones. “El acceso al mundo y la forma de enfrentarse a él es, en su mayoría, a través de una pantalla”, señala Rocío Rodríguez Dionisio, psicóloga sanitaria y psicoterapeuta especializada en trastornos de la conducta alimentaria e imagen corporal. “Es frecuente el acceso ilimitado a información, a veces sin supervisión y a veces inapropiada para la edad y momento del desarrollo que atraviesan, algo que puede ser perjudicial para la salud mental. Además, la realidad que se les revela de las vidas de las personas en las redes sociales suele ser sesgada, prefabricada y en muchos casos financiada por empresas que quieren vender sus productos”. Una realidad en la que el ideal de belleza está cada vez más presente, siendo al mismo tiempo más inalcanzable que nunca.
Como con la disyuntiva sobre cuándo dejar un teléfono móvil, prohibir el maquillaje a perpetuidad no es una opción. La primera aproximación que los niños tienen con él, generalmente por imitación, forma parte del juego. Sara Noguera, experta en crianza, autora de Ser madre es fácil (cuando no tienes hijos) y de la comunidad Kimudi Crianza, prefiere hablar entonces de pintarse: “El juego es un derecho y, sobre todo, tiene que ser un disfrute. A edades tempranas los niños y niñas no quieren jugar a maquillarse, quieren jugar a pintarse la cara: como un tigre, una mariposa, un superhéroe… no buscan ocultar sus rasgos, quieren impersonar para dar realismo a su juego. Si el juego es pintarse, no hay una edad apropiada, será cuando sea que lo disfruten; pero maquillarse entra dentro de un marco social más complejo y es importante esperar a que sus cerebros estén más maduros”.
El uso precoz del maquillaje puede fomentar el rechazo de la propia imagen, influyendo de forma negativa en el autoconcepto y la autoestima.Rocío Rodríguez Dionisio, psicoterapeuta especializada en trastornos de imagen corporal
Preparar y dar las herramientas mentales antes que la brocha. Al igual que con el teléfono, el maquillaje no debe llegar hasta que el menor no esté listo. En este caso, preparado para saber hacer frente a las expectativas sociales en torno a la belleza (especialmente la femenina). Rodríguez Dionisio, la experta en trastornos de la imagen corporal, advierte: “El maquillaje, al igual que los filtros o los retoques en las fotos, puede condicionar y distorsionar la percepción de la propia imagen corporal. Hay adolescentes que no pueden salir sin él de sus casas, se sienten inseguras si se muestran sin esta ‘máscara’. El uso precoz del maquillaje puede fomentar el rechazo de la propia imagen, influyendo de forma negativa en el autoconcepto y la autoestima. Tenemos que pensar que cuanto más tardío sea su uso, más tiempo habrá tenido la persona para madurar y dispondrá de más recursos para no generar una dependencia con él”.
Es importante abrir un marco comprensivo y de diálogo. La presencia constante de ese ideal aspiracional en cualquier canal puede ser una oportunidad para abrir conversaciones, defiende Noguera: “Se puede aprovechar la publicidad de este tema para trabajar el pensamiento crítico y la toma libre de decisiones”. La divulgadora recuerda también la importancia del ejemplo en casa: “Está en nuestras manos de adultos cambiar el paradigma para que nuestros hijos e hijas sigan cuidando su aspecto, pero sin ponerlo en la cúspide de la escala de importancia. De nada sirve conversar sobre ello, si luego nos ven obsesionados con la estética o la apariencia. Madres y padres tenemos el papel de educar su ojo crítico, de preguntarles por qué toman determinadas decisiones y de llevarlos a la reflexión, para que decidan habiendo recapacitado el porqué. No porque la sociedad o la familia lo imponga o prohíba”.
Aunque estaría bien poder decir a los niños que las apariencias no importan, los datos indican otra cosa. Cada poco tiempo algún estudio ratifica que la belleza sigue abriendo puertas en diversos ámbitos. Rodríguez Dionisio invita a no seguir perpetuándolo virando la manera de pensar de las nuevas generaciones: “Que vivamos en un marco sociocultural que sobrevalora un ideal de belleza inalcanzable no significa que debamos resignarnos. Tenemos que animar a los jóvenes a que sean críticos con este planteamiento. Necesitamos deconstruir el concepto de belleza que nos han impuesto. Incluir belleza en todo aquello que va más allá de la apariencia y que tiene que ver con otras dimensiones de la persona como sus habilidades, competencias y recursos. El mito de la belleza del que hablaba Naomi Wolf en su clásico de los noventa y que no ha hecho más que fortalecerse desde entonces y del que, para zafarse, hará falta un esfuerzo conjunto: “Los lazos entre generaciones de mujeres deben restablecerse para poder salvarnos mutuamente del mito de la belleza y para salvar el progreso femenino de su antiguo destino histórico: la reinvención periódica de la rueda”.
La salud de la piel también es lo primero
Consideraciones éticas o estéticas aparte, ¿qué dicen los médicos de cubrir una piel todavía en formación con productos de maquillaje? A nivel dermatológico, ¿existen factores a tener en cuenta? “La piel de los niños y la de los adultos tienen algunas diferencias importantes”, advierte la doctora Lucía González, dermatóloga de Gedet (Grupo Español de Dermatología Estética y Terapéutica) de la AEDV (Academia Española de Dermatología y Venereología). En los más pequeños el grosor de la piel es menor, “lo que la hace más vulnerable a las quemaduras y la irritación”; su textura es más suave, con mayor cantidad de colágeno y poros de menor tamaño; tiene menor producción de sebo, hasta que entra en la adolescencia, y mayor capacidad de renovación celular, lo que hace que la piel de los niños tenga una curación más rápida.
“Pero durante la pubertad la actividad hormonal cambia”, explica la doctora Marta González, dermatóloga en IMR (Instituto Médico Ricart), algo que se nota intensamente en la piel, que abandona la textura de la infancia. “A nivel cutáneo puede resultar en un aumento de la producción de sebo, lo que hace que la piel se vuelva grasa o incluso que aparezca acné. De hecho, en torno al 80% de la población tendrá acné en algún momento de su vida, siendo la edad máxima de prevalencia entre los 14 y los 16 años”.
En términos dermatológicos no existe una edad concreta en la que “el uso del maquillaje esté exento de riesgos”, advierte González, “pero se pueden minimizar sus consecuencias con una buena elección y retirada del producto. Hay unas recomendaciones generales: antes de la adolescencia, cuando la piel es más fina y sensible, conviene evitar el uso del maquillaje y optar solo por productos formulados para este tipo de piel. En la adolescencia temprana (cuando la mayoría empieza a interesarse por el maquillaje) es importante reducir la frecuencia de uso, elegir productos no oil free y retirarlos por completo por la noche. Por último, en la adolescencia tardía, sigue habiendo probabilidad de acné por la influencia hormonal, por tanto, es crucial seguir optando por una buena limpieza y por productos no comedogénicos, para que no favorezcan la obstrucción del poro)”.
Sobre la limpieza incide también la doctora Cristina García Millán, dermatóloga responsable de la Unidad de dermatología pediátrica de Grupo Pedro Jaén, que además, recuerda que, “en cualquier etapa de la vida hay que buscar productos de cuidado de la piel y maquillaje adecuados para cada uno. En la adolescencia, lo más idóneo es escoger maquillaje de textura ligera, hipoalergénico y oil free, para evitar la obstrucción de los poros y el exceso de grasa que puede desencadenar o agravar el acné”. En este caso, señala, “lo mejor es que su composición sea lo más sencilla posible, solo con ingredientes básicos y preferiblemente sin perfume”.
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