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Enfermedades
Tribuna
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La regulación del Bisfenol-A por la EFSA significa una victoria para la salud en España y toda la UE

El organismo europeo ha reconocido que la exposición actual a esta sustancia, a través de la dieta, constituye un elevado riesgo para la salud humana

Bisfenol-A
El Bisfenol-A se encuentra en la mayoría de los plásticos y de las resinas de epoxi que se utilizan en objetos cotidianos, incluyendo el envasado de comida o bebida.Andres Victorero (Getty Images/iStockphoto)

La mayoría de las enfermedades cuya prevalencia está aumentando año tras año, como son la obesidad, la diabetes, el autismo, las alteraciones de la función tiroidea, los problemas de fertilidad y el cáncer, son debidas a la interacción de nuestros genes con el ambiente en el que vivimos. No podemos cambiar nuestros genes, pero sí podemos mejorar el ambiente, hacerlo más saludable, y así disminuir la probabilidad de sufrir estas enfermedades. Nadie duda de que la química nos ha proporcionado grandes avances que han mejorado y siguen mejorando nuestra vida, pero el peaje que pagamos es el efecto deletéreo de la contaminación en la salud humana y el medioambiente. Parece lógico que, como afectados, exijamos que nuestro peaje sea mínimo.

Los compuestos denominados disruptores endocrinos son una parte importante de la contaminación química de nuestro medioambiente. Se denominan disruptores endocrinos porque actúan alterando la acción de nuestras hormonas, como la insulina liberada por la célula-β del páncreas o la tiroxina, liberada por la glándula tiroides. Lo hacen de manera sutil, a concentraciones bajas a las que la mayoría estamos expuestos, alterando la expresión de nuestros genes, sobre todo durante el desarrollo fetal y la infancia. Como resultado, una parte de la población se vuelve más propensa a la obesidad, diabetes, autismo y al cáncer de testículos y de mama.

El Bisfenol-A (BPA) es el disruptor endocrino más estudiado en la actualidad, habiéndose demostrado su relación con numerosas enfermedades. El BPA se encuentra en la mayoría de los plásticos y de las resinas de epoxi que se utilizan en objetos cotidianos, incluyendo el envasado de comida o bebida y se ha detectado en la orina de prácticamente todos los habitantes de la UE.

Desde el 19 de abril de 2023, la salud de las ciudadanas y los ciudadanos europeos está en mejores condiciones debido a que la Autoridad Europea de Sanidad Alimentaria (EFSA, por sus siglas en inglés) ha reconocido que la exposición actual al BPA, a través de la dieta, constituye un elevado riesgo para la salud humana. El nuevo informe considera que los actuales límites de exposición al BPA subestiman con creces el daño que este componente de los plásticos causa a la salud humana, y establece que el nuevo umbral de exposición debe ser 20.000 veces inferior al actual. En la práctica significa eliminar el BPA de todos aquellos productos en contacto con comida o bebida, y se espera que la Comisión Europea adopte las medidas oportunas para ello.

Sin embargo, el problema de los disruptores endocrinos va mucho más allá del BPA. La Comisión Europea tiene una lista de más de 500 sustancias sospechosas de actuar como disruptores endocrinos, de la que se ha priorizado el estudio de más de 100. Es importante destacar algunos puntos en el documento publicado por la EFSA sobre el BPA, y deberían adoptarse como norma en el futuro para regular el resto de compuestos químicos sospechosos de actuar como disruptores endocrinos.

El actual documento analiza los resultados obtenidos por laboratorios científicos independientes, algo que no siempre ha ocurrido y que no sucede en las agencias equivalentes a la EFSA en otros países; debe seguir siendo así y debería suceder en las agencias a nivel global, incluyendo la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición.

El documento reconoce que el BPA actúa a dosis bajas, es decir, a los niveles a los que los humanos estamos expuestos. Por lo tanto, debe aceptarse que otros disruptores endocrinos también pueden hacerlo. El documento reconoce que el BPA tiene efectos diferentes a dosis bajas y a dosis altas. De hecho, la ausencia de efecto de las dosis altas no significa que las dosis bajas sean seguras. Esta propiedad, relativamente común en el caso de los disruptores endocrinos, tiene consecuencias muy importantes a nivel regulatorio y debe ser aceptada de manera general.

Los problemas de salud causados por el BPA y otros disruptores endocrinos son globales, y en consecuencia el documento de la EFSA debe ser considerado por las agencias regulatorias de todo el mundo si se pretende mejorar la salud humana a nivel global. Sin duda, el resultado de la nueva reevaluación de la EFSA es una buena noticia para la salud pública de la UE, que hoy por hoy posee las normativas más protectoras de la salud en el mundo, pero que son claramente mejorables.

Profesionalmente, he participado del recorrido científico y regulatorio del BPA desde sus inicios a mediados de los años 90 del pasado siglo. El grupo de investigación que dirijo ha sido pionero en desentrañar el mecanismo molecular que inicia los efectos celulares del BPA y en desvelar su papel como factor de riesgo para la diabetes. Esta noticia me ha alegrado, pero con la sensación de que llega tarde. La ciencia se mueve a una velocidad mucho mayor que la regulación. La visión de los científicos y de las autoridades regulatorias sobre un mismo problema suele ser diferente. Es necesario que la ciencia y la regulación viajen juntas si queremos afrontar con eficacia los problemas generados en nuestra salud como consecuencia de la alteración del medioambiente por la actividad humana.

Ángel Nadal es catedrático de Fisiología y subdirector del IDiBE en la Universidad Miguel Hernández de Elche.

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