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Silicon Valley: cuando los autodidactas se enfrentan a los universitarios

El autor reflexiona sobre la importancia de los reconocimientos académicos a la hora de encontrar trabajo en la meca de la tecnología

Qué requisitos curriculares son los más demandados por Google, Facebook, Amazon, Twitter, Uber, Apple, Tesla, Netflix, Oracle, Intel o Microsoft? ¿Qué valoran más a la hora de atraer y retener a sus empleados?

A principios de febrero, The Economist publicó un análisis sobre el retorno económico que genera tener un título universitario en el ámbito de la OCDE. Según este informe, el porcentaje de licenciados entre los jóvenes de 25 a 34 años ha pasado del 20% a un notable 43% durante las tres últimas décadas (España se encuentra en la media, mientras que en otros países como Corea del Sur el porcentaje asciende hasta un 70%). Sin embargo, la correlación entre tener un título y ganar más renta es apenas inexistente. Cerca del 49% de las profesiones actuales, que cuentan con empleados mejor formados que nunca, ha sufrido desde 1970 un descenso en su retribución salarial media o en su capacidad adquisitiva real.

Pero los desarrolladores de software, el perfil más demandado por las tecnológicas de Silicon Valley y Seattle, pertenecen a la otra parte de la ecuación, la ventajosa. Si durante los setenta los desarrolladores ganaban una media de 65.000 dólares de la época y solamente el 42% de ellos eran universitarios, hoy su salario es de unos 95.000 dólares y los empleados con título universitario dentro de esta familia profesional se ha duplicado.

En este caso concreto, tener un título parece que importa y es rentable, pero un estudio de 2017 de Stack Overflow, una de las comunidades de desarrolladores más populares de EE UU, demuestra que para entender lo que ocurre en el sector tecnológico hay que revisar más datos. Del total de ocupados con título universitario, un 26% de ellos no vienen de carreras relacionadas con tecnología, programación o ingeniería y el 32% de los que sí están vinculados con esas disciplinas reconoce que su educación formal no ha sido un factor decisivo para su éxito presente ni menos para el futuro.

Entonces, ¿cuál es el resorte que según ellos provoca aspirar a un empleo realmente atractivo? La respuesta para el 90% de los encuestados es contundente: ser autodidacta y mantenerse compulsivamente informado e instruido en los últimos avances.

Este argumento tan sencillo y directo se traslada a la cultura de las empresas dominantes, con el fin de que el aprendizaje, como valor y modelo de conducta, forme el núcleo de su ADN corporativo. Los integrantes de estas compañías entienden y comparten que los medios más decisivos para garantizar la viabilidad de sus modelos consisten en optimizar los procesos y hacer crecer los conocimientos disponibles para generar saltos en la tecnología. Por ello, estas organizaciones reconocen como prioridad estratégica la necesidad de mejorar sin tregua el nivel competencial de sus empleados. En otras palabras: como cada vez es más caro buscar e incorporar nuevos talentos, les resulta más eficiente invertir en su equipo actual.

Esta tendencia convive con el hecho de que Google, por ejemplo, no se conforma con que en su fuerza laboral abunde un tipo de desarrollador sobresaliente y que cumple con unas actitudes personales que le permiten superar el célebre test LAX. Pretenden contratar al 1% de los programadores y tecnólogos más brillantes y aventajados del mundo. Incluso una vez que el talento está dentro y toda la composición de una plantilla posee un nivel sobresaliente, sería un error creer que todo está hecho. Hay que gestionar el potencial que has acumulado para realmente aprovecharlo, comprometerlo y que evolucione con el tiempo.

"Dejar la universidad fue una de las mejores decisiones que pude haber tomado". Steve Jobs durante su conocido discurso en Stanford

Estar en posesión de una titulación universitaria se ha convertido en un requisito casi inamovible para que los más jóvenes opten a los empleos más suculentos del sector tecnológico (para acceder a los procesos de selección, poseer grados y másteres brinda ventajas). Pese a ello, los acontecimientos están empezando a dar un giro y los reclutadores ya no pueden permitirse el lujo de perder un “diamante en bruto” por el hecho de que no haya pasado por la universidad. En consecuencia, lo que adquiere más valor es que los conocimientos del candidato estén actualizados al máximo y que posea una cierta experiencia en llevarlos a la práctica.

Una vez identificado un talento con una pericia técnica tan elevada que le posiciona como escaso en el mercado, el reclutador debe medir cómo será su evolución de futuro, analizando su mentalidad, carácter y trayectoria vital.

El camino a seguir, en lo que al talento se refiere, pasa por testar las inquietudes, la curiosidad o el gusto por afrontar problemas complejos, aspectos que dibujan un tipo de persona que de un modo natural siempre estará aprendiendo, independientemente de si se graduó o no en la Academia. Platón sentenció que el eslabón más importante para llegar a ser un hombre sabio consistía en cultivar nuestra capacidad para transmitir conocimientos. Quizás ahí residan algunas de las razones por las que Google ha empezado a plantearse contratar filósofos.

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