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Twitter y el embrollo de las maletas perdidas

Una historia de cómo la red social ayuda a encontrar objetos perdidos en la inmensidad de los trenes

Juan Cruz
Las dos maletas extraviadas.
Las dos maletas extraviadas.

Dos maletas iguales vagaron tres días con sus noches por el espacio más anónimo de los trenes, donde los pasajeros dejan a voleo sus equipajes. Ocurrió durante este último fin de semana en los trayectos Zaragoza-Valencia y Zaragoza-Barcelona. Twitter fue el imán que puso al fin cada equipaje en sus manos respectivas. Mientras tanto sucedió una historia de novela que, como dijeron los funcionarios de Adif que tramitaron el episodio final, podrían haber escrito Kafka o Andrè Breton, pues adquirió aires “kafkianos o surrealistas” para cada una de las víctimas de la pérdida.

Las dos maletas eran exactamente iguales. Ambas negras, onduladas, ligeras de estructura, anónimas como su color triste o implacable. Imposible saber a quién avisar del extravío. Ninguna llevaba identificación que indicara la identidad de sus respectivos propietarios. Conscientes de esta circunstancia común, los dos pasajeros, uno en Barcelona, el otro en Valencia, cada uno con la maleta ajena, dieron por perdidas sus pertenencias.

Una de las maletas pertenecía a Edna Avinent, una chica araucana de Colombia, de 26 años, desde los ocho en Barcelona, que hacía viaje desde Zaragoza a Barcelona, donde realiza estudios de recursos humanos. Y la otra, perteneciente a un viajero al que dejaremos en el anonimato, hacía el recorrido que lleva de la capital maña a Valencia, con transbordo en Camp de Tarragona. Este último trayecto hace también escalas en Lleida y Castellón.

Ambos pasajeros vivieron conscientes del calvario que supone perder, en la inmensidad anónima de los trenes, equipajes que no han sido identificados. El de Edna tenía candado. El de su compañero de extravío estaba libre de trabas, y pesaba tanto, dijo Edna, “que los funcionarios de Adif que lo recibieron sintieron que debían investigar si llevaba materiales ilegales”. Solo llevaba libros.

La alarma por el extravío alcanzó a Edna Avinent en su destino final, Barcelona. El único equipaje que quedó en los vagones que ella misma recorrió fue el de una maleta idéntica a la suya. El otro pasajero descubrió, antes de llegar a Valencia, que la maleta que creyó suya en un principio pesaba poco, estaba candada y, sobre todo, no le pertenecía. El interventor le dio pocas esperanzas de un reencuentro con su propio equipaje. La hipótesis de que alguien la distrajo, creyéndola suya, en Castellón, se fue difuminando a pesar de las pesquisas realizadas por los distintos turnos en las oficinas de objetos perdidos de Adif en Castellón y Valencia, donde quedó depositada la maleta que llevaba candado.

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El usuario que acabó sin maleta en Valencia sintió el domingo, después de las infructuosas gestiones que situaron su maleta en el limbo de los equipajes, que quizá Twitter podía ayudar a localizar a quien se la hubiera llevado por error. Miles de usuarios retuitearon la petición de auxilio, a la que se adjuntó la maleta que viajó por error a Valencia. Ese mensaje destinado al infinito alcanzó al fin el corazón del extravío.

La maleta perdida había viajado a Barcelona por culpa, además, del usuario al que hemos dejado en el anonimato. Aturdido quizá por la abundancia de equipajes, optó por llevarse a su siguiente trayecto una maleta que se parecía a la suya, y la dejó reposar entre otros equipajes hasta que, cuando acababa su trayecto, se dio cuenta de que el peso y el candado eran novedades que no se correspondían con lo que él había arrastrado desde Zaragoza.

A esas horas, Edna había arrastrado, resignada a haber perdido su propio equipaje, el voluminoso fardo que había heredado. Mientras que su colega de pérdidas dejó en manos del interventor la maleta que no le correspondía, ella fue a Objetos Perdidos de Adif en la estación de Sants, y allí la dejó, en reposo, acaso para siempre. Sin maleta y sin esperanza de que su propio equipaje volviera a sus manos, Edna aguardó hasta que el lunes se deshizo el nudo, gracias a Twitter.

La hermana de una de las funcionarias de Objetos Perdidos que trabaja en Adif en Sants, que a la vez hace igual trabajo en Tarragona, le comentó a esta que había aparecido en su departamento un equipaje cuyas características le hacían pensar que, “probablemente”, pertenecía a alguien relacionado con el periodismo o las letras. “Tiene en el equipaje un libro de José Luis Cuerda, por ejemplo”.

A la vez, Edna entró en su propia cuenta de Twitter para anunciar al pasajero extraviado en Valencia que al fin se había resuelto el embrollo. Añadió, además, por carta: “¡Qué alegría que exista un buen samaritano en estos tiempos! No sé cómo sucedió el intercambio, es algo surrealista, como dicen en Adif. Mi hipótesis fue que alguien se llevó mi maleta y dejó la suya por error, la dejé en objetos perdidos. La próxima vez llevaré mi maleta con mis datos de contacto, por si vuelve a suceder. ¡Aunque no deseo otro susto así!” El encargado de Objetos Perdidos de Adif en Barcelona fue más concreto en su comunicación por mail: “Hemos visto su tuit y en Objetos Perdidos de Barcelona tenemos una maleta que podría ser la suya”.

El otro viajante prefiere no despertar de su anonimato y añade, tan solo, que la culpa del enredo fue suya y que si no hubiera sido por Twitter y por Adif y por Edna Avinent el libro de Cuerda hoy estaría perdido en el anonimato indescifrable de los trenes.

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