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Retrato preelectoral de otra España

Galicia y el País Vasco, que votan el 5 de abril, son dos bastiones inexpugnables del PP y el PNV donde no entra Vox. Viven una realidad paralela sin apenas crispación

El presidente de la Xunta de Galicia, Alberto Núñez Feijóo, durante un acto preelectoral en Vigo. En vídeo, Feijóo se reivindica independiente y ERC pide unidad del independentismo en Cataluña.Foto: atlas | Vídeo: EFE | ATLAS
Carlos E. Cué

La última vez que la política española se jugó en Galicia fue en 2009. En pleno caso Gürtel y tras su segunda derrota electoral contra José Luis Rodríguez Zapatero, Mariano Rajoy necesitaba una victoria en Galicia para frenar la revuelta interna que se estaba fraguando. Se volcó en esa campaña, y lo logró, ayudado por el empuje de Alberto Núñez Feijóo, que se presentaba por primera vez. El PP consiguió la mayoría absoluta por la mínima, después de cuatro años de bipartito PSOE-BNG. Desde ese momento, Galicia se instaló en una realidad política paralela en la que apenas tiene influencia lo que pasa en el resto de España. El PP se hundió más tarde en todo el país, menos allí. Ciudadanos y sobre todo Vox devoraron la base de los populares en todas partes: Andalucía, Madrid, Comunidad Valenciana, Murcia, hasta Castilla y León, pero no en Galicia, a pesar del declive del último año. Y la vuelta a las esencias del PP más españolista avanzó en todo el país, menos allí, donde Feijóo sigue defendiendo una visión del PP diferente, más transversal, que ha logrado garantizar éxitos electorales uno detrás de otro. Hasta ahora.

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El PP defiende en los comicios del próximo 5 de abril su último bastión de mayoría absoluta —la necesita porque es su única fórmula posible de gobierno si no entra Vox— con un discurso ajeno al de Pablo Casado. Pero esta vez, si gana, gana Feijóo, y si pierde, también será él el responsable. Casado no se juega el puesto en Galicia como Rajoy en 2009.

Ajeno también a la crispación y a la dinámica de la política nacional vive el País Vasco. Otro bastión, pero este del PNV, que como Galicia solo tuvo una breve experiencia de Gobierno del PSOE para volver al nacionalismo que domina casi toda la escena. Aunque aquí, con una política históricamente muy fragmentada y con partidos fuertes muy asentados, al estilo europeo, no hay mayorías absolutas y el PNV necesita a los socialistas para gobernar.

Euskadi siempre fue un eje de la batalla de la política española. Pero la desaparición de ETA y la apuesta del PNV por un nacionalismo no rupturista ha logrado que la política española ya mire muy poco al País Vasco. Tanto que el Gobierno de Pedro Sánchez está muy cómodo con la presumible victoria del PNV, que le consolidaría como un aliado estable para la legislatura sobre todo si sigue necesitando los votos del PSE para gobernar.

Después de un ciclo electoral interminable y dramático, con repeticiones y bloqueos, las urnas vuelven a tener protagonismo en abril pero ya sin dramas, en dos comunidades donde casi todo está resuelto —salvo la sorpresa que daría una campanada progresista en Galicia— y nada se vive como en el resto de España. Aunque aún queda la traca final del año, que esa sí será crispada y decisiva para la política española: las elecciones catalanas.

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