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Los años de esclavitud en Libia que acaban en un puerto de Cádiz

Los 15 migrantes del ‘Open Arms’ se enfrentan al asilo, que podría resultarles favorable por sus países de procedencia

Jesús A. Cañas
Uno de los 15 inmigrantes desciende del buque 'Audaz' en Cádiz.
Uno de los 15 inmigrantes desciende del buque 'Audaz' en Cádiz.JORGE GUERRERO (AFP)

Enfundada en su chándal azul, mochila a la espalda del mismo color y dos trenzas en el pelo, se gira resuelta para despedir con una sonrisa a los militares que la miran desde el buque Audaz. Es la única mujer de entre los 15 rescatados por el Open Arms, llegados este viernes a las costas de Cádiz, y la única que se atreve a sonreír nada más pisar el puerto de San Roque. La angustia de vivir 19 días bloqueados en el mar, aterrorizados de pensar en que les devolvieran a Libia, el país que les retuvo y esclavizó hasta seis años, pesa demasiado.

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Ese miedo al regreso que sufrieron tras ser rescatados a primeros de agosto en aguas del Mediterráneo central, junto a otras 136 personas, es una de las pocas emociones que los 15 recién llegados han tenido tiempo de contar a los voluntarios y técnicos que les atendieron. “Están muy agradecidos. Las entrevistas han sido relajadas y fluidas, en buena medida gracias a la participación de los intérpretes”, explican fuentes policiales.

La barrera idiomática fue el primer escollo que se ha tenido que salvar para poder hablar con los migrantes. Procedentes de distintos países del sur de África —cuatro son de Eritrea, tres de Sudán, otros tres de Gambia, dos de Ghana y los tres últimos de Nigeria, Liberia y Etiopía—, solo hablan inglés, francés o árabe. Algunos hablan lenguas poco comunes entre los migrantes que llegan por el Estrecho de Gibraltar, como el amhárico, lengua oficial en Etiopía.

Pese a ello, los migrantes pudieron relatar a voluntarios de Acnur, la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR) y Cruz Roja —entidades que el viernes estuvieron presentes en la primera atención— el sufrimiento vivido en un periplo migratorio que les ha ocupado años y miles de kilómetros. Su último calvario fue a bordo del Open Arms, 19 días rehenes de un conflicto político-migratorio europeo. “Dicen que fueron jornadas angustiosas. Su mayor miedo era volver a Libia”, relatan fuentes de las ONG.

Pese a tener solo de los 18 a los 30 años, los 15 migrantes han explicado que lo peor de su viaje fue su paso por Libia. Allí sufrieron una retención media de dos a tres años, uno de ellos llegó a estar bloqueado en el país “hasta seis años”, según apunta un profesional de una de las entidades que les atendieron. Estrella Galán, directora general de CEAR, no es la primera vez que sabe de este padecimiento: “Encaja con lo relatado por otras personas: allí quedan atrapados, son usados como esclavos y ni les dejan volver atrás”.

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En el caso de la mujer nigeriana que, agradecida, se despedía de la tripulación del Audaz, el drama es aún mayor. “Ella llevaba tres años atrapada en ese país, donde además tiene hermanos que continúan allí con una situación terrorífica”, explica el técnico que la atendió. No hubo mucho más tiempo de hablar. Tras cinco horas en el Centro de Atención Temporal de Extranjeros (CATE) de Crinavis, los migrantes partieron a su nuevo destino con un volante de manifestación para solicitar asilo y una autorización excepcional de entrada.

La joven ha sido trasladada a unas instalaciones de Almería y los 14 hombres a Campano, un centro habilitado por el Ministerio de Trabajo y Migraciones en un campamento de Chiclana de la Frontera (Cádiz). La autorización especial de entrada por razones humanitarias durará siete días en los que podrán formalizar su petición de asilo. Los 15 acogidos en España —dentro una cuota de reparto europea en la que han participado Portugal, Luxemburgo, Alemania, Francia y Rumanía— han mostrado su intención de acogerse a esta solicitud, según confirma en CEAR.

Un permiso excepcional

El permiso especial que ya ha comenzado es bien diferente de lo que ocurre con los migrantes que llegan por el Estrecho, que reciben expedientes de expulsión del país el mismo CATE. Por este motivo, a los 15 acogidos del Open Arms no fue necesario que les atendiese un letrado en turno de oficio, como explica Alberto Ibars, presidente de la Comisión de Extranjería de este Colegio de Abogados de Cádiz. Pese a ello, la entidad les ofrecerá un servicio gratuito de asesoramiento.

“La clave será saber cuál es su proyecto migratorio. Si quieren quedarse en España o marcharse a otro país”, explica el experto. Su voluntad manifestada de querer acogerse a ese derecho ligará, en principio, su estancia a este país hasta que se resuelva un trámite que durará meses. Todo ello, pese a que a los migrantes no les preguntaron si preferían vivir en España. “Les informaron dos horas antes de embarcarse en el Audaz. Uno de ellos tiene familia en Inglaterra, pero están contentos”, apunta quien se entrevistó con ellos.

Fuentes policiales consideran que, debido a sus países de origen, tienen “perfiles con posibilidad de que le acepten el asilo por persecución étnica, religiosa o los conflictos armados”. Pero Galán espera que también se tenga en cuenta lo vivido “no solo en su país de origen, sino en Libia también”. “Si el asilo no tiene consistencia legal suficiente, estos perfiles son susceptibles de una protección subsidiaria dado el tránsito”, apunta la directora de CEAR. Lo que cuenten en los próximos días será clave en el proceso. “Se tienen que ir abriendo, son el último eslabón de la pobreza, gente que sufre mucho”, remacha Galán.

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Sobre la firma

Jesús A. Cañas
Es corresponsal de EL PAÍS en Cádiz desde 2016. Antes trabajó para periódicos del grupo Vocento. Se licenció en Periodismo por la Universidad de Sevilla y es Máster de Arquitectura y Patrimonio Histórico por la US y el IAPH. En 2019, recibió el premio Cádiz de Periodismo por uno de sus trabajos sobre el narcotráfico en el Estrecho de Gibraltar.

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