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El capitán de la Guardia Civil que pactó con el narco

En prisión el jefe de la Policía Judicial de Algeciras, acusado de revelación de secretos y pertenencia a organización criminal

Joaquín Franco (i), responsable de la Policía Judicial de Algeciras, en 2018. En vídeo, declaraciones del ministro del Interior sobre el caso.Vídeo: MARCOS MORENO / EFE

Media vida en la Guardia Civil de Algeciras. Primero como suboficial, después como teniente y finalmente de capitán, responsable máximo de la Policía Judicial de Algeciras. Joaquín Franco llevaba más de 20 años enredado con los narcos. En 2009 fue condecorado por la Subdelegación de Gobierno de Cádiz por su lucha contra el tráfico de estupefacientes en el Estrecho; y el pasado miércoles por la tarde lo detuvieron sus propios compañeros de Asuntos Internos por cometer presuntos delitos de revelación de secretos, omisión del deber de perseguir delitos, prevaricación y pertenencia a organización criminal. A casi nadie le sorprendió.

“Mucho han tardado”, comentaban el jueves agentes de las unidades de estupefacientes. “Era vox pópuli”, señalaban, para denunciar que supuestamente facilitaba información a los narcotraficantes a cambio de dinero. Hasta 27.000 euros en metálico encontraron los investigadores en el registro de su casa.

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Franco, como era conocido en la zona, fue, según fuentes policiales, uno de los artífices del polémico acuerdo que dejó a Abdellah El Haj Sadek, el Messi del hachís, en libertad provisional. Tras ser detenido, Messi huyó a Marruecos y fue precisamente el capitán Franco quien ejerció de mediador para que regresara y se entregara en noviembre de 2017. El pacto —avalado por el fiscal jefe de Algeciras, Juan Cisneros— consistía en que pagase una fianza de 80.000 euros y quedase en libertad a la espera del juicio. Y así fue, hasta que Messi decidió irse de nuevo en marzo de este año porque, según dejó escrito, sufría demasiada presión policial. Desde entonces está en busca y captura. Franco “era el que se whatsapeaba con el Messi”, apunta un agente que actúa en la zona del Campo de Gibraltar. Las conexiones sospechosas del capitán Franco con los narcos se acumulaban para sus propios compañeros. Según las fuentes consultadas, sus propios compañeros tenían la impresión de que Franco se involucraba en las investigaciones con el propósito de saber quiénes eran los sospechosos. Y como jefe de la Policía Judicial de Algeciras tenía acceso a las principales investigaciones.

Doble vida

Su coartada saltó definitivamente por los aires en una venta situada en el kilómetro 101 de la N-340 en dirección a Tarifa. Allí, un día del pasado mes de enero, la policía descubrió cómo a la cita del narcotraficante Emilio Mazuelo, conocido como El Moroy sucesor del Messi, acudía Joaquín Franco, cada vez más dado a la ostentación, al igual que los traficantes de droga con los que se codeaba.

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El invitado que se coló en esa cita con El Moro tampoco fue una sorpresa para los propios agentes de la Policía Nacional que llevaban meses siguiendo las pistas del narco, posteriormente detenido junto a otras 16 personas en el marco de la Operación Lupita. Sospechaban del elevado tren de vida de Franco en Tarifa, localidad en la que residía con su pareja y donde se dejaba ver conduciendo sus dos coches de alta gama. También “le gustaba presumir de galones”, dice otro vecino de Tarifa, acostumbrado a verle ir y venir por el pueblo.

La doble vida del capitán Franco terminó el jueves con su entrada en la prisión de Botafuegos (Algeciras). El Juzgado de Instrucción número 4 de la ciudad dictó prisión provisional sin fianza para el agente.

Los investigadores del caso creen que el capitán empleaba su cargo para vender información a bandas de narcotraficantes que operan en el Campo de Gibraltar. Es la principal hipótesis que manejan para justificar que, por accidente, apareciese mencionado en escuchas policiales relacionadas con movimientos de mercancías sospechosas en la costa de Algeciras o para que estuviese en esa cita secreta con El Moro. “Demasiadas cosas anormales”, señalan los responsables de la investigación, que le convirtieron en objetivo principal de sus propios compañeros.

Tras su detención, los agentes registraron su vivienda en Tarifa y su despacho oficial en la comandancia. Y allí incluso uno de sus subordinados advertía: “Aún queda mucho más por salir”.

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