El PNV prosigue su giro soberanista al profundizar en los acuerdos con EH Bildu
La reforma del Estatuto acerca a las dos formaciones como no había ocurrido desde el pacto de Lizarra de 1998
El PNV y EH Bildu han vuelto a la senda de los acuerdos de calado como no había ocurrido en las dos últimas décadas. La sintonía que mantienen para reformar el Estatuto de Gernika, al que quieren infundir un giro soberanista, tiene carácter “histórico”, según Arnaldo Otegi, líder de la izquierda abertzale. Estas dos formaciones no habían llegado a un grado de entendimiento así desde que en 1998 suscribieron el pacto de Estella, que discriminaba a los no nacionalistas y desembocó en el plan Ibarretxe, cuando los nacionalistas fueron al abordaje institucional contra el Estado.
La coincidencia que se da hoy entre el PNV y EH Bildu sobre el nuevo modelo de autogobierno vasco guarda muchos paralelismos, salvando las distancias, con la estrategia que estos dos partidos fijaron en el pacto excluyente de Estella, con el que pretendían superar el autonomismo y explorar la vía secesionista, según coinciden los catedráticos de Historia Contemporánea y expertos en nacionalismo vasco consultados por este diario.
“El PNV ha oscilado hacia su lado más soberanista, abandonando el pragmatismo y la moderación que siempre le han caracterizado. La izquierda abertzale se aprovecha de ello con tal de lograr su objetivo de acabar con el marco jurídico”, sostiene el profesor José Luis de la Granja, especialista en la historia reciente de Euskadi.
El “péndulo patriótico” del PNV (expresión acuñada por los historiadores Santiago de Pablo, José Antonio Rodríguez Ranz y Ludger Mees en un libro del mismo nombre) ha llevado a este partido a pactar con Bildu —su mayor rival por hacerse con la hegemonía del nacionalismo vasco— las bases y principios que deben inspirar el futuro marco estatutario. PNV y EH Bildu suman 46 de los 75 escaños del Parlamento.
El nuevo estatus político apadrinado por estas fuerzas otorga la categoría de “nación” al pueblo vasco, establece una diferencia entre ciudadanía y nacionalidad y apuesta por un modelo de Estado confederal. Euskadi tendría una relación bilateral, “de igual a igual” y de “no subordinación” con el Estado. El texto recoge además la facultad del Gobierno vasco de convocar una “consulta habilitante” sin validez jurídica, una figura que no tiene acomodo en la Constitución ni en el Estatuto actual. Los principales valedores de este acuerdo son el portavoz parlamentario del PNV, Joseba Egibar, y Otegi, los mismos que firmaron en Estella (Navarra) el pacto que excluía a los no nacionalistas. Otegi ha llegado a decir que “en los últimos 40 años jamás ha habido un acuerdo de estas características entre las dos grandes familias abertzales del país”.
Sin ir tan atrás en el tiempo, Ludger Mees, historiador y sociólogo vascoalemán, opina que “en comparación con 1998 hay una diferencia importante: ETA no existe”. “Lo que vemos ahora forma parte de la fase previa de una estrategia de acumulación de fuerzas para abordar más adelante una negociación desde una posición de poder”, dice. Si los partidos no se mueven de sus actuales postulados, “no habrá acuerdo sobre el Estatuto”. Mees se muestra convencido de que “en la fase inicial las pancartas políticas exhiben unas reivindicaciones de máximos que no podrán permanecer inmutables al final del proceso”. El Gobierno de Pedro Sánchez ya ha adelantado que la reforma que pretenden los nacionalistas no tiene encaje legal y es inconstitucional.
Los precedentes fallidos de 1931 y del ‘plan Ibarretxe’
Pedir lo máximo para conseguir lo mayor, podría ser la teoría a la que se agarra el PNV para lograr ampliar el autogobierno y justificar su arreglo con la izquierda abertzale. Pero un repaso de la historia dice que esa vía suele fracasar: "Ni el proyecto de Estatuto de Estella de 1931 que el PNV pactó con los carlistas, ni el que Ibarretxe llevó [en 2005] al Congreso con el apoyo exclusivo de los nacionalistas pudieron ser aprobados", apunta De la Granja. "En cambio, cuando el PNV ha actuado con moderación y logrado entenderse con los socialistas y otras fuerzas, se pudieron aprobar los estatutos de 1936 y de 1979", apostilla.
"El Estatuto vasco, le dijo Indalecio Prieto a José Antonio Aguirre en el 31, tiene que ser obra de concordia y transigencia. Esta es la idea que debe prevalecer ahora en el PNV. Ir de la mano de los enemigos del Estatuto de Gernika es muy peligroso", advierte el catedrático De la Granja, autor de El nacionalismo vasco y Vidas cruzadas: Prieto y Aguirre, entre otros libros. Los acuerdos con los socialistas son los que han predominado durante 56 de los 82 años transcurridos desde el Gobierno del 36. Cuando el PNV apostó por la radicalidad con Ibarretxe, subraya el historiador, perdió el Gobierno vasco en la etapa de Patxi López. Lo recuperó "gracias a la moderación de Urkullu".
“Cuando el péndulo peneuvista ha oscilado hacia posiciones conservadoras, pragmáticas y de pactos transversales, el partido que preside Andoni Ortuzar ha conseguido el mayor poder institucional de su historia”, analiza De la Granja. Ahora mismo gobierna en Euskadi, las tres diputaciones, las tres capitales vascas y tiene presencia en el Gobierno de Navarra y el Ayuntamiento de Pamplona, además de ser un actor determinante en el Congreso.
Gaizka Fernández Soldevilla, historiador que trabaja en el Centro Memorial de las Víctimas del Terrorismo, opina que la Carta de Gernika fue “un pacto entre vascos de diferentes identidades que creó un marco común de convivencia entre nacionalistas y no nacionalistas”, mientras que ahora “se dan paralelismos con Cataluña, porque se pretende que en el nuevo marco solo tengan cabida una parte de los vascos”. “Resulta chocante que mientras el PNV gobierna con un partido no nacionalista, esté pactando el Estatuto con Bildu”.
El carácter camaleónico del PNV le ha permitido apoyar los presupuestos de Mariano Rajoy, gobernar con los socialistas vascos e ir de la mano con Bildu en la reforma del Estatuto. Pasó también en 1998, cuando selló el acuerdo de Estella entre abertzales. Unos meses antes gobernaba con el PSE, había pactado la investidura de Aznar en 1996 y, además, logró un pacto secreto con ETA que fue la pista de aterrizaje de una tregua terrorista.
]Preocupación del PSE
Cambian las circunstancias sin ETA, pero las aspiraciones políticas se repiten: desbordar el Estatuto y situarse en el peldaño previo a la independencia, aseguran desde las filas socialistas. El PSE ha registrado un voto particular a la propuesta de Estatuto. Alerta del riesgo que corre la pluralidad vasca si prospera una reforma que “rebasa la legalidad” y crea “ciudadanos de primera y de segunda”, como cuando Xabier Arzalluz, expresidente del PNV, afirmó que en una Euskadi independiente quienes no adquiriesen la nacionalidad vasca “serían tratados como los alemanes en Mallorca".
El PNV exhibe su perfil más soberanista con un acercamiento a Bildu que no se había dado en mucho tiempo. Si el acuerdo se da solo entre estos dos partidos, el futuro Estatuto no tendría el apoyo que obtuvo en 1979, ratificado en referéndum con el 90,27% de votos afirmativos. La propuesta de los nacionalistas, afirma De la Granja, “tiene parecido con el desafío catalán”. “Con una ligera mayoría en el Parlamento se quieren emplear herramientas contrarias a la legalidad vigente. No creo que el lehendakari Iñigo Urkullu esté conforme con esta solución”, añade.
Mees no ve riesgo de fractura social por la división que suscita el nuevo estatus jurídico-político e incide en que Urkullu “difícilmente va a autorizar un texto estatutario que no esté basado en el consenso entre diferentes”. “Y eso solo se logra sumando a otras fuerzas como el PSE o Podemos”, remarca.
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