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¿Existen los países catalanes?

El término lo popularizó un intelectual valenciano, Joan Fuster, a principios de los años 60

Un momento de la tradicional manifestación de entidades de izquierda y nacionalista del 9 d'Octubre en Valencia.
Un momento de la tradicional manifestación de entidades de izquierda y nacionalista del 9 d'Octubre en Valencia.BIEL ALIÑO (EFE)

La declaración unilateral de independencia no sólo presenta un riesgo de fractura en Cataluña, sino que también amenaza con despertar un conflicto subyacente en lo que los separatistas más acérrimos llaman Países Catalanes. El lunes quedó claro: una turba de intolerantes ultraderechistas provocó disturbios violentos en una marcha de defensa del valenciano en el día de esa Comunidad Autónoma. Grupos fascistas llevaban semanas calentando las redes sociales con un cartel en el que la CUP, el grupo de izquierda radical de Cataluña, pedía la independencia de los países catalanes, junto a un mapa en que aparecían unidas Cataluña, Comunidad Valenciana y las islas Baleares. La CUP no era convocante de la marcha, sino que se unió meramente a la cola.

¿Qué son entonces esos famosos Països Catalans? ¿Tiene cabida una comunidad como la valenciana en ellos? El término lo popularizó de hecho un valenciano, el intelectual Joan Fuster, nacido en Sueca, una población en el litoral de la Albufera. En su obra más memorable, el ensayo histórico de 1962 Nosaltres els valencians, Fuster afirma: "Los valencianos de la zona catalana [deben] ir en la dirección que habría de ser y es su único futuro normal: los Países Catalanes, en tanto que comunidad supraregional donde ha de realizarse su plenitud como «pueblo»".

Fuster aseguraba que había dos tipos de valencianos: los catalanoparlantes, que debían unirse a Cataluña y Baleares en su esfera lingüística y cultural, y los castellanoparlantes, que sobre todo viven en zonas de interior (Utiel, Requena o Segorbe, por ejemplo) y en el sur de la Comunidad y que acabarían siendo un lastre para estas aspiraciones de unión nacional. "Más o menos satisfactoriamente, la zona castellana tiene a sus espaldas su cuerpo nacional ya hecho, que no es el valenciano. Sentirse valencianos o no, será para su gente una cuestión secundaria. Pero los otros valencianos —los valencianos estrictos— han de completarse como «pueblo», y cualquier intento que hayan hecho o hagan en este sentido vendrá obstruido por el lastre que para ellos supone la zona castellana del país", decía Fuster.

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Varios partidos políticos como Esquerra Republicana del País Valencià y asociaciones culturales y cívicas como Acció Cultural del País Valencià generalizaron el uso del término y lo trasladaron a la esfera política tras la muerte del dictador Francisco Franco y la entrada de España en la libertad democrática. Era una reacción lógica ante la represión que ejerció el franquismo de la unidad cultural y lingüística del levante español. La dictadura cultivó las fiestas populares y el costumbrismo regionalista, muy acentuado en Valencia, y como elemento de división fomentó que al valenciano se lo tratara de lengua segundona y marginal.

Ya en democracia, una generación de investigadores, intelectuales y docentes logró recuperar el valenciano y homologarlo a sus hermanos dialectales, el catalán que se hablaba en Cataluña y el de Baleares. Esta es una afirmación que aún es objeto de controversia en Valencia, pero es un hecho desde el punto de vista filológico que existe un idioma romance que se llama catalán que tiene dos grandes dialectos, el catalán oriental, que se habla en Cataluña y Baleares, y el catalán occidental, de Valencia. Cierto es que a pesar de la cantidad apabullante de pruebas lingüísticas y sociolingüísticas, hay aún una mayoría social en la comunidad valenciana que niega esta mayor y defiende de forma más emocional que intelectual, que el valenciano es un idioma propio.

Grupos como la CUP y la filial en Valencia de Esquerra Republicana (106.047 votos en las elecciones autonómicas de 2015, de un total de 2.488.790) creen que esa unión lingüística da pie a defender la unidad en la independencia de Valencia y el resto de Países Catalanes, atendiendo más a la filología que a la actual composición demográfica de la comunidad, apabullantemente contraria a cualquier tipo de independencia catalana. Esa unión nacional de varias autonomías para romper con España es también un objetivo más o menos disimulado de los actuales líderes del proceso de independencia en Cataluña.

En 2015 el entonces consejero de Justicia del Govern catalán, Germà Gordó, opinó que "la construcción de un Estado no debe hacer olvidar a la nación entera". Lo dijo en referencia a los territorios irredentos del nacionalismo catalán: Valencia, Baleares, La Franja (la zona oriental de Aragón que limita con Cataluña y el norte de Castellón) y Cataluña Norte. Han sido muy activos en la promoción de este concepto actuales líderes secesionistas como el cantautor Lluís Llach que dedicó en 2000 un disco a los Países Catalanes como "algo del pasado, pero tal vez en el 2000 podamos ya desinhibirnos y presentarlo como un fenómeno de futuro y, además, capaz de animar a la gente". Es habitual que en los carteles propagandísticos de la CUP aparezca el mapa de todas las regiones como un país propio.

Nunca ha existido, sin embargo, un país catalán con todos esos territorios unidos. Es más: las cuatro grandes áreas que el nacionalismo pancatalán reclama como propias nunca formaron una unión política. 

Cartel de la CUP con el mapa de los Países Catalanes.
Cartel de la CUP con el mapa de los Países Catalanes.

Existió la Corona de Aragón, autónoma desde el siglo XII, cuando se unieron dinásticamente Aragón y Barcelona. En su cénit, la Corona no sólo incluía una parte de lo que hoy los independentistas reclaman como propio. También la integraban Navarra, Cerdeña, Rosellón, Montpellier, Nápoles, Sicilia, Atenas y Neopatria (Grecia). Los idiomas principales eran, aparte del latín, el aragonés y el catalán. En 1459 comenzó la convergencia con el reino de Castilla para formar la Corona de España. Fueron los Habsburgo, con Felipe II, los primeros en usar el término "Príncipe de España" desde el nacimiento del heredero al trono.

Es decir: en contra de lo que mantiene el discurso nacionalista, España nunca se apropió de la Corona de Aragón, que incluía a Cataluña, Valencia y Baleares, cada uno con sus cortes y sus fueros. Más bien, Aragón y Castilla se unieron para crear juntas una nueva entidad superior a la que se irían sumando otros territorios como Granada. Fue una unión gradual. Primero los Reyes Católicos unificaron la política exterior y el ejército. Luego fueron avanzando en integración hasta la traumática promulgación de los decretos de Nueva Planta en el siglo XVIII, cuando Felipe V abolió instituciones y leyes en toda la corona aragonesa después de la Guerra de Sucesión.

Esa supresión del autogobierno es el momento mítico y telúrico del independentismo catalán, que en realidad nació a principios del siglo XX y responde a inquietudes de ese tiempo. No es casualidad que el día crucial para los independentistas sea la diada, el 11 de septiembre. Es una jornada cargada de simbolismo, en la que se rememora no un origen o una victoria, sino una amarga derrota: la de Cataluña a manos del primer borbón, el Rey Felipe V. Todo su relato nacional comienza con la pérdida del autogobierno y no de ninguna nación. 

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