_
_
_
_
_
EL PAÍS SEMANAL

Pioneras de la democracia

Reunimos a seis de las 27 mujeres que había en las Cortes cuando se creó la Carta Magna de 1978 Una película, 'Las constituyentes', hace ahora justicia a su labor política

Vídeo: Andrew Messer
Lola Huete Machado

Reunión en el hotel Emperador de Madrid con seis mujeres que participaron en las primeras Cortes democráticas tras la dictadura franquista. A punto está de cumplirse el 34º aniversario de la Constitución Española, ese acuerdo marco símbolo de la reconciliación, que regula nuestras vidas y que debería ser seguido a pies juntillas. “No nos ha ido tan mal”, dirá María Izquierdo (PSOE) en un rato. “En política comparada, la transición española quedó magnífica”. Ella y otras 26 fueron protagonistas. Aunque olvidadas. De las 27, ocho ya fallecieron (de Dolores Ibárruri o Carmen García Bloise a Pilar Brabo). Todas le echaron arrojo en un tiempo en que ser mujer no era precisamente alto privilegio; la política, práctica sospechosa, y la democracia, un territorio imaginario. “¿Demo qué?”, cuenta Mercedes Moll (UCD) que le preguntaban en la campaña de 1977: “No lo habían vivido, no sabían qué era”.

Estas mujeres, la mayoría desde la izquierda, se presentaron a las primeras elecciones rodeadas de hombres por motivos diversos que desvelan en el filme Las constituyentes, de Oliva Acosta (de Olivavá Producciones). El rodaje fue, para ella misma, como hija de la Transición que es, convulsión personal: “Al oírlas te sientes empoderada, te desvelan el origen de las cosas, te devuelven la esperanza en la política. Ellas le dan credibilidad, este es un efecto que el público nos señala”. Miles de ciudadanas salieron a la calle con reivindicaciones propias; apostaron por la libertad. A muchas les costó la cárcel. “No se nos has regalado nada, pero ¿por qué conseguimos lo que conseguimos? Porque empezamos a ejercer las libertades como si las tuviéramos” (dice Izquierdo en el filme).

Estas 27 congresistas o senadoras se afanaron en confeccionar, cual encaje de bolillos, leyes fundamentales en aquel tiempo “ilusionante” –que diría alguno– nuevo y convulso, inseguro… Nadie era experto en cambio de régimen. ¿Había rencillas entre ustedes?, les preguntamos. “No hubo problema alguno; ante un reto tan enorme como el de alcanzar la democracia, eso se diluye” (Izquierdo). Hay una escena en Las constituyentes que lo dice todo. Cuando la diputada Asunción Cruañes (PSPV-PSOE) narra que sus nietos le pedían siempre que les contara ese intento de involución que fue el golpe del 23-F. Y esta diputada por Alicante, recién fallecida, respondía: “No, yo os voy a contar el primer día que llegué al Parlamento [22 de julio de 1977], que yo había votado por vez primera a mis 52 años. Fue impresionante. Cuando entró Pasionaria del brazo de Rafael Alberti en el hemiciclo se hizo un silencio que se podía cortar”. Difícil olvidarlo.

"Cada momento histórico tiene su posibilidad y la política solo es la ciencia de lo posible"

Solo una de estas 27 mujeres (la abogada Teresa Revilla, UCD) participó en la Comisión Constitucional de la que formaron parte 39 miembros (entre ellos, los siete que la redactaron, “padres de la democracia” como Gregorio Peces-Barba, Solé Tura o Fraga Iribarne). Y otra, Belén Landáburu (senadora por designación real), fue la única en la ponencia de la Ley para la Reforma Política de 1977, vía que permitió la normalización democrática del país… Y aún hoy, a sus 78 años, su voz grave impone, por resolutiva. “Se dio un paso de gigante, la grandeza de la Constitución estriba en que devolvió la soberanía al pueblo… Para cada una, este proceso tiene un significado, yo llevaba mucho en esto, pero el destino me puso allí. Y el haber estado fue para mí importante y definitivo”, afirma en este hotel acristalado de la Gran Vía bulliciosa esta mujer que vivió bajo el franquismo, la Sección Femenina y el Movimiento.

Pioneras de derecha e izquierda que divergen en posiciones ideológicas y aún hoy hasta indumentaria: unas visten clásico; otras, informal. Mujeres que no eran enemigas en aquel periodo político y no lo son ahora, aunque discrepan, y con vehemencia, sobre todo en lo educativo (sobre todo en la LOGSE). Pero coinciden en que el cambio social en estas tres décadas, especialmente en acceso a la educación o mejoras para las mujeres, ha sido inmenso. “Sobre eso no hay discusión”, concluyen.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Así que las seis (Landáburu, Izquierdo, Moll, Carlota Bustelo, Ana María Ruiz Tagle y Nona Inés Vilariño) desfilan ante la cámara y se sientan luego a charlar. Con ellas se encuentra también Acosta, la directora del filme. Esta confiesa que, quizá por el estado de crispación actual de la política, al reunirlas para una escena del filme, donde tenían que debatir junto a colegas más jóvenes, creyó que se iban a tirar los trastos a la cabeza. “Pues no, se centraron en lo positivo, lo compartido, el consenso. El espíritu de la Transición está encarnado en ellas”.

Su objetivo con Las constituyentes era mostrar la historia de la participación femenina en la política española. “Y es justo llamarlas ‘madres de la Constitución”, dice, “porque sin ellas no es y no hay democracia”. Su obra conecta con un esfuerzo anterior por recuperar su memoria, con el libro Mujeres parlamentarias de la legislatura constituyente, editado en 2006 bajo el impulso del Ministerio de la Presidencia. “Este libro ha sido mi biblia y el testigo que yo he recogido de Julia Sevilla, su directora”. La exvicepresidenta socialista María Teresa Fernández de la Vega lo confirma: “Ellas eran solo 27 de aquellos primeros 700 parlamentarios, pero defendieron magníficamente nuestras reivindicaciones. Y su trabajo no tuvo apenas visibilidad, por no decir ninguna. Por eso, cuando fui nombrada vicepresidenta me pareció de justicia sacar a la luz su esfuerzo. Llegaba con retraso, pero se lo mecerían. En realidad, nos lo merecíamos todas”.

"No se puede pedir que, viniendo como veníamos de una dictadura, en 1978 se hiciera todo"

Al encontrarse de nuevo para la ocasión, las seis invitadas se ponen al día, hablan de lo personal, de hijos y nietos, de la edad. Vida y obra trufadas. La exeurodiputada Izquierdo, menuda, muy crítica, cuenta que estaba separada ya en 1977: “Me divorcié en cuanto pude”. La abogada sevillana Ruiz Tagle (PSOE) bromea: “¡Pero si hicimos la Ley del Divorcio para ti!”. Ella ya estaba casada con Rafael Escuredo, era del círculo de Felipe González, con él abrió despacho laboralista, algo insólito entonces. “Era muy visible vuestro matrimonio, por único en el Parlamento”, indica Vilariño (UCD), de Galicia, habladora, peleona, incansable. Las reunidas tienen ahora entre 66 y 78 años. La mayor, Landáburu, cuenta de achaques. Dicen que el secreto para cumplir “buenos años” es estar activas, mantener la cabeza fresca y pensar mucho en los demás. Matiza Moll: “Hay personas, generalmente las bien situadas, cuyas preocupaciones se centran en el excedente, en el cuerpo, que si se envejece, que si ir bien vestido… pero con responsabilidades, miras fuera, no hay tiempo para lo de dentro…”.

Ruiz Tagle ha traído un ejemplar de la Constitución. “Está rota, la usábamos mucho. Tiene estos rótulos en rojo que destacan lo importante del artículo. En los debates nos íbamos a ellos siempre. Un diseño baratito. Se envió a todos los domicilios”. Vilariño confiesa que la guarda en casa cual tesoro, en gallego; se imprimió también en las lenguas de las comunidades. Luego había otra numerada, y una de plata labrada.

¿Cuáles son sus artículos preferidos? “El 14, el que nos hace mayores de edad a nosotras, naturalmente: ‘Los españoles son iguales ante la ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo…’. A partir de ahí dejamos de ser súbditas”, coinciden. Y cuentan detalles: no podían entonces sacar dinero del banco ni vender sin el consentimiento del marido, ni siquiera lo heredado de sus padres. Eso a Vilariño aún la descompone: “¡No podías disponer de un bien privativo sin su autorización!”. Equiparadas a los menores de edad estaban. Aunque Moll, traje a cuadros, pañuelo al cuello y mucha apostura de presidenta de empresarias como es, lo ve distinto: “Eran leyes protectoras, porque entonces el 70% de las mujeres rurales no sabían leer o escribir, eran tremendamente manipulables. Ahí estaba el tío, quien fuera, que le decía firma aquí… y ya estaba el engaño. Yo quedé viuda con 27, o sea que no lo sufrí, todos los derechos, responsabilidad y libertad los tuve, pero lo vi”.

"En el proceso democrático las mujeres estuvieron siempre por la libertad".

Landáburu apunta que ese proceso de reconocimiento de igualdad fue un proceso largo que venía de atrás. Ella lo sabe bien. “Hubo una reforma en 1958 que ya acababa con eso de los bienes que planteas. Y en 1972, una modificación en el Código Civil que establecía la mayoría de edad de la mujer a los 21 años, pero no podía abandonar el domicilio paterno salvo para contraer matrimonio o ir al convento. Eso se modifica por una proposición de ley que hago yo, y esto en sí no tuvo importancia salvo porque abre el debate de situación de la mujer. Luego en Comisión General de Codificación (CGC) estuvimos hasta el 77 elaborando las relaciones del matrimonio, el código de comercio, la patria potestad… Todo esto fue la urdimbre para reformas posteriores porque el derecho de familia era una cosa tan delicada, tan fina, que no se hubiera podido hacer en dos años de ninguna manera”.

Ruiz Tagle saca a colación el artículo 32… “El hombre y la mujer tienen derecho a contraer matrimonio…”. Discuten de nuevo sobre palabras, las apropiadas, tal como lo hicieron en aquel tiempo, al hilo del matrimonio homosexual, tan actual. “Es un problema etimológico. El legislador no se planteó que se fuera a extender así de ningún modo”, opina Landáburu. “La expresión no dice que contraigan matrimonio entre sí. Sino cada uno de ellos”, opina Ruiz Tagle. Vilariño prefiere que se especifique. Y Carlota Bustelo (PSOE), que participó en la primera ponencia sobre mujeres en el Congreso del PSOE de 1975, es alma de la Ley del Divorcio y una institución feminista en sí, concluye: “Se puede interpretar en un sentido amplio, pero sería mejor cambiarlo a través de los canales debidos por ‘toda persona tiene derecho a…”. Al mencionar este asunto surge de fondo otro: la madurez social.

¿Deben estar las sociedades maduras para plantear según qué cambios? ¿Se podría haber sacado adelante algo sobre homosexualidad en los setenta en España? “Esta consideración está muy bien, porque a veces desde el siglo XXI se pide que en 1978 se hubieran hecho muchas más cosas, viniendo como veníamos de una dictadura… Cada momento histórico tiene su posibilidad, y la política solo es la ciencia de lo posible. El balance es satisfactorio. Claro que se podía haber hecho más, pero no se podía hacer todo”, opina Izquierdo. Y Bustelo: “En ese momento, igual que feministas éramos muy pocas, homosexuales declarados, aún menos. Y saber los que había en el Congreso dispuestos a batallar, pues ni idea…”.

Ruiz Tagle: “Yo diría que en cuestiones de más sensibilidad y de mirada especial, precisamente por la mayoría de hombres, pues sí, a la Constitución se le nota un déficit tremendo”. Landáburu recuerda que para entender lo que es el texto fundamental de 1978 hay que saber que fue fruto de un consenso, y se aplicaba “una ley de pesos y contrapesos”. Vilariño asistió, dice, a todos los debates de la comisión constitucional: “Y los que estuvimos sabemos las dificultades para el acuerdo… Había cuestiones en las que era una sola palabra, pero detrás de ella había un mundo”.

Por ejemplo, en el artículo 15 (“Todos tienen derecho a la vida…”) no fue posible escribir “todas las personas”… “Fue tremendo el debate. Peces-Barba me decía: ‘No te pongas pesada, ya verás que saldrá’. Pero tenía que insistir. Eso facilitaba el hacer legal el aborto, y no fue posible…” (Bustelo). Y sin embargo luego, cuando fue necesario, los portavoces de los partidos le dieron una interpretación distinta a ese “todos”. Y sirvió. Sería la mayoría social la que indicara el camino o interpretación. “La Constitución era un armazón donde colgar muchas perchas”, apunta Vilariño. Pero se cedió demasiado en igualdad, opinan las más progresistas. Y demasiado en respeto a los derechos fundamentales, creen otras. Para Landáburu, implicó también mucha generosidad. “Todos y cada uno tuvieron o tuvimos que ejercitarla, de allí tenía que salir algo, y si había que ceder… pues se cedía”.

Inevitablemente, en la charla surge la actualidad, el desencanto, el enconamiento y las corruptelas. Coinciden en que hoy falta generosidad en la política. La crisis no es excusa. Entonces también la había. “Dentro de nada vamos a llegar al 26% de paro y las cifras de entonces eran mayores…”, afirma Ruiz Tagle. “Y estaban los muertos del terrorismo y la inquietud dentro del Ejército. Había que ir sumando”. Moll: “Respecto a la igualdad, derechos y deberes la definen. Y esto hoy se entiende más como ‘voy a hacer lo que me da la gana y quítate, que me pongo yo…’. Y eso no es. Lo que tenemos que reivindicar es aquello de ‘los españoles tienen que ser felices…”. ¿Y cómo se consigue? “Con igualdad de oportunidades”, interrumpe Tagle. “No, con igualdad para optar”.

El porcentaje de mujeres en la política era muy bajo entonces, pero ahora, con mayor preparación, su implicación política tampoco es masiva… Dice Vilariño que ha llegado el momento de reivindicar no ya la igualdad, sino la justicia: “Sigue estando la carga familiar sobre los hombros de la mujer, no existe el tratamiento justo. Será más igualitario, pero no justo. Sigue habiendo ese freno. Sí, yo lo digo en la película, yo misma no fui suficientemente ambiciosa… Y es así: las mujeres tiramos la toalla”. Izquierdo: “También cuando te falta poder no se pueden pedir labores titánicas. Mides las fuerzas. No se puede exigir que pocas como éramos hiciéramos mucho. Y hoy son escasas porque aún no se han tocado las cimas del poder. Mira las cumbres europeas: a mayor importancia, menos mujeres”.

Se detienen en la decisión última de la Comisión Europea de introducir una cuota hasta del 40% en empresas en pos de la equiparación. “Tenemos 20 siglos de cristianismo y 50 años de eclosión de la mujer, no es tan fácil”, concluye Landáburu. Y buscan culpables: la resistencia social, del poder, la educación de los hijos, la propia actitud de autolimitación de muchas… “Las actitudes personales no se pueden cambiar por ley…”. Hay que vencer con la educación. “Pero no es problema personal”, apunta Izquierdo, “sino de género. Y el género es una construcción social de años. La discriminación es una losa. Solo con acciones positivas de leyes y poderes juntos se puede derribar”. Bustelo: “La igualdad está reconocida en dos artículos, y fíjate lo que nos sigue costando… Sigue sin estar asumido el reparto de responsabilidades caseras”. Izquierdo: “Seamos sinceras, en el 77 muchas no queríamos que la democracia se parara en la puerta de nuestro domicilio, porque había demócratas que al entrar en casa se convertían en dictadores. Sin conciliar vida familiar y laboral, es labor de titanes convertirse en iguales”.

Cambio de tema. Con la crisis, el adelgazamiento de derechos es evidente, vuelven cual bumerán asuntos de antaño ya tratados: la educación mixta, el aborto, el laicismo… Se lamentan. Unas más que otras. Para Moll es la idea de servicio lo que está en clara decadencia.

Y ellas, que tienen el mérito de haber puesto mucho cimiento para la paz y la convivencia, ¿qué dejaron pendiente? Además de mayor empeño en desarrollar herramientas para aplicar los artículos de la Constitución, insisten en la igualdad, un asunto que se trata extensamente en la película de Acosta. Y más allá. Ruiz Tagle: “Fíjate, la violencia de género, tardamos hasta 1989 para tipificarla como delito, fue un esfuerzo ímprobo. Y no remite porque se hizo mal. No era un tema de hombres o mujeres, era un tema de demócratas”. Bustelo: “Desde el Instituto de la Mujer empezamos en 1981 a hacer campañas contra el maltrato y muchos no lo querían creer, te decían: ‘¿Pero de verdad crees que esto pasa?”. ¿Madurez social otra vez? Laguna en la formación, a veces los machitos tienen “siete años”.

Nombrar a estas mujeres reformistas remite a ecos y luchas ya un tanto olvidadas. Landáburu y Bustelo son citadas como ejemplo de valentía y coraje en aquel tiempo pasado que representó el futuro y es hoy presente. Bustelo señala que hubo muchísimas demócratas que no podían hablar ni actuar, porque no las dejaron. “Lo mío no era para tanto, el sufrimiento formaba parte de mi militancia”, ironiza tranquila, con voz pausada. Lo cierto es que la castigaron en las listas en la siguiente legislatura. Moll toma el testigo: “Igual que ahora. Algunas tienen voz y a otras no las dejan… esa lucha interna de los partidos debe cambiar.

Al final, ninguna ha citado la Memoria Histórica como tema pendiente. Se lo recordamos y quedan sorprendidas. Quizá no se pudo tocar al principio por lo de los pesos y contrapesos… Pero sí más tarde. Nuevo debate. Dos bandos. “Sí, tendríamos que haberlo hecho en el primer Gobierno socialista” (Ruiz Tagle). ¿Se cerrará la herida? “El tiempo cierra, pero también deforma mucho”. Sobre hombres que tuvieron a su lado, las apoyaron y entendieron, pendulean entre líderes de uno y otro color. Unas, que si Zapatero; otras, que Suárez de haber seguido; otras, que González trajo a España un progreso incomparable… Por unanimidad, Gregorio Peces-Barba.

¿Y qué artículos cambiarían? Vilariño, el artículo octavo y todo lo relativo a la justicia, que le parece decimonónica. “Pero no en la dirección de recentralizar, sino para redefinir y ejercer bien las competencias”, matiza. Izquierdo piensa que eso es locura, ¿para poner qué en su lugar? “Para definir con claridad si se va a un Estado federal, los mecanismos de igualdad…”. “Ah, si es un Estado federal, me apunto”, se ríe ella, que además añadiría la condición de Estado miembro de la UE y cambiaría lo de la línea de sucesión al trono… “Y necesitamos una democracia más participativa”.

Ruiz Tagle modificaría el artículo 16, quiere un Estado aconfesional y laico. Moll cambiaría el sistema de elección por listas abiertas. Para Landáburu, mucho es un problema de desarrollo constitucional y habría que atinar más en el sistema de participación política. Hay poco ejercicio de algunos contrapesos. “Yo no estoy de acuerdo con el Estado federal, por supuesto, pues está lejos de la realidad histórica de este país; sin embargo, sí soy partidaria de cambiar ciertas cosas para embridar a las autonomías”.

¿Es peligrosa la abstinencia de los jóvenes, mucha de la decepción que se aprecia en el movimiento del 15-M? “La gente no está pasando de la política, sino de la manera de hacerla hoy”, opina Tagle. “Durante la dictadura era algo sucio, se aleccionaba al ciudadano para que la condenara. Y ahora renacen esas posiciones y se confunden comportamientos concretos con política en general” (Izquierdo). Vilariño la considera actividad dignísima, “la más grandiosa”. “Pero últimamente lo políticamente correcto es atacarla olvidando a quienes la ejercen de forma transparente y leal. Los escándalos son enormes, y los partidos deben cambiar estructuras y modos de funcionar”.

¿Con el correr de los años nos hemos relajado también en lo político creyendo tenerlo todo hecho…? Exactamente, dicen. “La gente ha llegado a identificar corrupción con democracia, y esa pérdida de valores y de respeto mutuo es terrible… tengo la esperanza de que no nos moriremos sin ver su regeneración” (Moll). “Hay que volver a hacer política en común, la democracia es discrepancia” (Vilariño). “Ser de izquierdas exige ser optimista y lo que hay que hacer es trabajar para la renovación y dejar de escudarse en la crisis, ya tópica” (Bustelo). Y Landáburu recuerda que la democracia es como esa anécdota del tejano que va a Inglaterra y queda maravillado con el césped tan frondoso. “Se planta y se riega, se planta y se riega”, le explican cuando quiere saber cómo lo consiguen. “Y ya está?”, pregunta él. “Sí”, le responden, “pero así 600 años”.

Acuña sonríe. En Las constituyentes, en imágenes, ha dejado plasmados los acontecimientos de aquel tiempo emocionante y riquísimo y su admiración por el empeño de estas 27 mujeres que siendo minoría quisieron ser protagonistas de la historia, no testigos. Que marcaron los pasos de lo que somos. Y tras dos horas de charla, de las que esto es solo muestra, les lanza un piropo agradecido: “Como dijo Chavela Vargas, no estoy aquí por si puedo, estoy aquí porque puedo”.

‘Las constituyentes’ se estrena el 14 de diciembre.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Sobre la firma

Lola Huete Machado
Jefa de Sección de Planeta Futuro/EL PAÍS, la sección sobre desarrollo humano, pobreza y desigualdad creada en 2014. Reportera del diario desde 1993, desarrolló su carrera en Tentaciones y El País Semanal, con foco siempre en temas sociales. En 2011 funda su blog África no es un país. Fue profesora de reportajes del Máster de Periodismo UAM/El País

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_