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Tribuna
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Aquiles

La reforma constitucional evidencia el final de trayecto de Zapatero

David Trueba
Los 'padres' de la Constitución en 1988.
Los 'padres' de la Constitución en 1988.MARISA FLOREZ

Muchos sostienen que hay enfermedades psicosomáticas, dolencias que ordena el cerebro a órganos menores. Cuesta creerlo, pero resulta evidente en jugadores que se lesionan el día antes de la final, estudiantes que se despiertan con fiebre la mañana del examen o la calentura en el labio la tarde de la primera cita. Puestos a dar un pábulo a esta infrateoría médica, la lesión en el talón de Aquiles del rey Juan Carlos sería expresión de los defectos de la primera reforma constitucional española. Para muchos precipitada y falta de consenso, para otros necesaria y oportuna en la búsqueda de la confianza de nuestros acreedores, lo obvio es que afecta al talón de Aquiles. Al fin y al cabo este es uno de los órganos metafóricos del ser humano, inmediatamente por debajo del corazón, a quien su misión de bombear sangre le ganó también la representación de nuestras pasiones sentimentales.

Por si fuera poco juego simbólico, este fin de semana se ha retirado Fraga de la política activa. Su jurásica presencia, más allá del peso de la conciencia o lo que la historia tenga a bien decir de él, ejemplifica que muchas veces la política es el arte de la supervivencia del político. Reinventarse y salvarse de la quema llevan desde el ultranacionalismo español y la dictadura autárquica y católica a la presidencia autonómica gallega y a representar una voz moderada en su partido. No seamos ingenuos, los dirigentes del KGB son hoy jefes del capitalismo liberal ruso y los números tres de regímenes dictatoriales de Libia, Egipto o Túnez están llamados a hacer florecer las primaveras árabes.

La reforma constitucional evidencia el final de trayecto de Zapatero, de aquel bello jardín hoy pisoteado, de su tesón para dejar el poder por la puerta de La Moncloa y no a través de un agujero financiero desproporcionado. Un referéndum tendría más sentido a la hora de privatizar recursos como la telefonía o las vías férreas o aeropuertos y hospitales. Pero elegimos nadar hacia adelante y ahora se trata de no ahogarse; nadie mira ya a la orilla perdida. Ahora la Constitución prometerá el no endeudamiento, como promete trabajo digno y vivienda asequible para todos. Hemos aprendido que la democracia tiene un talón de Aquiles: la salud contable.

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