¿Por qué estamos tan ansiosos pese a los beneficios de la vida moderna?
La incómoda verdad es que la búsqueda de la humanidad por progresar, o por hacerlo a cualquier costo, no ha dado como resultado un mundo más seguro
No importa en qué parte del mundo vivas: los últimos 30 años de desarrollo global han traído cambios extraordinarios. En promedio, las personas viven más, las tasas de alfabetización han aumentado y, en muchos sentidos, el mundo es un lugar más saludable y rico. Sin embargo, seis de cada siete personas en el mundo se sienten inseguras, según un nuevo informe del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD). Aunque la riqueza global alcanzó un máximo histórico, la sensación de seguridad de las personas es baja en casi todos los países, incluidos los más ricos.
Estas conclusiones pueden parecer poco notorias pues, después de todo, el trauma de los últimos dos años es palpable. No obstante, los datos muestran que los sentimientos de inseguridad de las personas eran altos incluso antes de que la covid-19 irrumpiera, lo cual significa que las amenazas que enfrentamos actualmente son solo una parte del rompecabezas. Acentuando esta idea, está la incómoda verdad de que la búsqueda de la humanidad por progresar, o por progresar a cualquier costo, no ha dado como resultado un mundo más seguro, y ha ocasionado los peligros del mañana.
Consideremos como ejemplo el fracaso a la hora de abordar con profundidad la crisis climática. Los nuevos datos del PNUD muestran que, para antes de que termine este siglo, 40 millones de personas podrían morir como resultado de los cambios de temperatura. Aun así, ningún país ha alcanzado un nivel alto de desarrollo sin ejercer al mismo tiempo una presión significativa sobre nuestro planeta. Y ello quiere decir que el incremento de tormentas, olas de calor y enfermedades zoonóticas que sufrimos ahora son parte del precio que debemos pagar por el enfoque actual de desarrollo.
El incremento de tormentas, olas de calor y enfermedades zoonóticas que sufrimos ahora son parte del precio que debemos pagar por el enfoque actual de desarrollo
Esta es la realidad de la era de los humanos, o el Antropoceno, y mientras la vida en nuestro planeta pende de un hilo, algunas de las personas más vulnerables del mundo serán las que estarán en mayor riesgo. Los cambios planetarios aumentarán la inseguridad alimentaria, intensificarán los conflictos y empujarán a más personas hacia la pobreza. En 2020, 2.400 millones de personas se enfrentaron a la inseguridad alimentaria, un aumento del 44 % desde 2014.
La covid-19 es otro ejemplo representativo. Si bien en muchos sentidos la respuesta mundial a la pandemia fue rápida, también se caracterizó por una falta generalizada de coordinación y disparidades en el acceso a las vacunas. Todo ello ha exacerbado la crisis y debilitado la capacidad de nuestros sistemas e instituciones para mantenernos a flote. En 2021, cuando el mundo registró el PIB global más alto de la historia, la esperanza de vida global al nacer disminuyó por segundo año consecutivo. Repentinamente, la noción de que el progreso económico mejora la seguridad personal, algo que se había dado por sentado durante mucho tiempo, ya no es un hecho.
Y de esta manera, nosotros –la generación que hasta ahora ha ostentado mayor desarrollo, de conectividad y posiblemente una de las generaciones con mayor ambición–, debemos forjar un nuevo rumbo. El concepto de seguridad humana, introducido en 1994, argumentaba que esta no es solo una cuestión territorial, sino que debe centrarse en la vida de las personas. Nuestra seguridad consiste en estar libres de miseria, de miedo y de indignidad. Fundamentalmente, en la era del Antropoceno, la seguridad humana nos lleva a considerar también la interdependencia entre las personas, y entre estas y el planeta.
Nuestra seguridad consiste en estar libres de miseria, de miedo y de indignidad
Solo juntos, actuando de manera solidaria, podemos proteger la seguridad de las personas y del planeta. Los países y las comunidades deben trabajar codo con codo para lograr un futuro más seguro para todo el mundo, porque el lugar en donde vives no evitará que las temperaturas globales aumenten o que la próxima variante de la covid-19 no cruce fronteras. Las amenazas globales, por definición, afectan en última instancia a cada uno de nosotros.
Desde la adopción de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) y el Acuerdo de París para la acción climática, hasta el programa global Covax para impulsar la igualdad en el reparto de las vacunas, hemos comprobado el potencial del poder colectivo cuando los países se unen para encontrar soluciones a algunos de los problemas más complicados de nuestro mundo. Y aunque estos esfuerzos globales aún tienen que generar la acción necesaria para la magnitud de la tarea, están arraigados en ese sentido de solidaridad que proporciona una hoja de ruta para abordar las crisis que estamos viviendo en este siglo.
En muchos sentidos, somos totalmente responsables de la crisis actual de ansiedad de la humanidad. La manera de superarlo dependerá de que logremos una mayor conciencia de nuestro destino común en un planeta que sufre cambios dañinos a causa de nuestras acciones. Debemos reconocer que la seguridad de la humanidad está indisolublemente ligada a la seguridad del planeta, debemos redefinir lo que realmente significa el progreso humano y debemos empoderar a todos los países y comunidades para que desempeñen su papel en el futuro del desarrollo humano.
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