¿Qué desafíos se plantean en la reconstrucción pospandemia?
La covid-19 nos obliga a rehacer la lista de problemas globales que preocupan a la humanidad en la última década. Al cambio climático, los ciberataques y la creciente desigualdad habrá que añadir, entre otros, la salud mental y el populismo
Durante la década pasada se consolidó el estudio de riesgos globales. Entre ellos destacaban temas tan diversos como el cambio climático, los ciberataques y el aumento de la desigualdad. Ahora, el impacto de la pandemia nos obliga a ampliar esa lista con otros, cuya naturaleza probablemente nos recuerde a problemas de antaño. Todos ellos trascienden la gestión de la enfermedad, tienen ramificaciones todavía imprecisas y conviene no perder de vista.
En este artículo menciono cinco, a modo de invitación a una reflexión más amplia, abierta a ser completada o corregida, que estimule la construcción mental de escenarios sobre la base de lo que empezamos a saber y no de aventurarse en futuribles que, durante los últimos tiempos, nos han dejado más espejismos que certezas.
- La lucha contra la pobreza ha sido durante décadas el marco unificador de los esfuerzos de una parte de la comunidad internacional, alcanzando éxitos significativos. Pese a ellos, antes de la pandemia todavía existían dos grandes desafíos. Por una parte, la pobreza de los países más desfavorecidos, que seguían mostrando muy pocos avances. Por otra, la más grande, compuesta por cientos de millones de personas de países de renta media. A estas hay que añadir la pobreza que ha generado la pandemia. Datos recientemente recopilados por la Organización Mundial de la Salud (OMS) y el Banco Mundial (BM) muestran la alta probabilidad de que la pandemia detenga dos décadas de progreso global hacia la Cobertura Universal de Salud. Además, ejemplifica cómo la propagación de nuevas formas de pobreza junto con los retos asociados (migración, salud, seguridad...) plantea dilemas tanto financieros como metodológicos a la hora de abordar un fenómeno cuyas causas y derivaciones trascienden con mucho lo meramente cuantitativo.
- La regresión en la calidad del gobierno y la democracia. La persistencia de liderazgos tóxicos y populistas, la rentabilidad electoral de la defensa de lo propio con falsas promesas de protección y soluciones fáciles y el fomento de la polarización ideológica o el enfrentamiento sistemático se han convertido en parte de nuestro día a día. A ello le siguen episodios menos mediáticos, pero igual de preocupantes. El deterioro del multilateralismo en el momento en el que más los necesitamos; la práctica de la diplomacia del desplante ante otros países; y el menoscabo de ámbitos esenciales para el buen funcionamiento de la sociedad como la justicia, los medios de comunicación o las organizaciones de la sociedad civil, evidencian esa regresión y se convierten en la mejor inversión para complicar aún más la necesidad de soluciones de recorrido a los grandes retos que se plantean tanto a nivel internacional como doméstico.
- La seguridad humana no vive sus mejores momentos. La pandemia ha sido instrumental en multiplicar las amenazas políticas, económicas o sociales que impactan en la vida de las personas en muchas partes del planeta. Al enquistamiento de guerras civiles como la de Siria, crisis humanitarias como la de Yemen, el abandono de países como Afganistán o la enorme vulnerabilidad de regiones como el Sahel, hay que añadir la reaparición de nuevos episodios de disuasión y políticas de hechos consumados en lugares como Kazajistán o Ucrania, y el potencial de que se produzca un aumento de tensiones en democracias todavía débiles, herederas de conflictos recientes y con culturas políticas demasiado susceptibles al auge de autoritarismos, así como la institucionalización de la violencia y la persecución política.
- La deuda generada por la pandemia no es, a priori, un problema para los países más desarrollados, pero ¿van a poder otros esquivar una gran crisis fiscal? Muchos gobiernos deben reprogramar los pagos del servicio de la deuda y la negociación de líneas adicionales de financiación con el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial, e improvisar una especie de cuadratura del círculo ante los formidables niveles de contracción del crecimiento y el alargamiento de la incertidumbre económica. Junto a ello hacer frente a la larga lista de necesidades que hay que atender, empezando por las sanitarias en circunstancias excepcionales y continuando con mantener un gasto público suficiente para garantizar los derechos, reducir los altos niveles de pobreza, mantener servicios públicos y promover el desarrollo.
- Por último, la mayoría de la humanidad ha tenido que responder a la enorme tara física y psicológica de la pandemia en primera persona, haciendo frente a los cortes de cadenas de suministros; los cierres de empresas y el paro; la reducción de estándares de seguridad y salud en el trabajo; la caída en la informalidad, etc. De hecho, cabría preguntarse si siguiendo la trayectoria establecida por el acceso a las vacunas es posible vislumbrar un nuevo concepto de desigualdad comparativa en la capacidad que tengan los países para reengancharse a la agenda que tocaba, la de impulsar nuevas áreas y sectores con visión de futuro, con una capacidad transformadora mucho mayor para reducir la pobreza, la necesidad de emigrar y tener un efecto dominó sobre la creación de empleo y el crecimiento.
¿Está la comunidad internacional suficientemente equipada para improvisar soluciones y afrontar el potencial de crisis de una naturaleza tan diversa?
Todo lo anterior, secundario en el relato de la actualidad del mundo, es parte del mapa de la reconstrucción que viene. Todos están íntimamente relacionados y dan pie a una combinación aleatoria de complicaciones que vaticinan sorpresas poco agradables.
¿Estamos haciendo una reflexión seria sobre estos temas y sus posibles implicaciones? ¿Está la comunidad internacional suficientemente equipada para improvisar soluciones y afrontar el potencial de crisis de una naturaleza tan diversa? Ya sea por fatiga o por incapacidad, los miembros de la comunidad internacional están demasiado ocupados en resolver sus propios problemas como para meterse en los de los demás. Pero una de las lecciones que llevamos tatuada de esta experiencia es que debemos ser mucho más cautos y más rigurosos (también más humildes) tanto con el potencial como con los límites de lo que no conocíamos. Ahora también lo debemos ser con lo que empezamos a conocer.
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