Katy Léna Ndiaye, cineasta senegalesa: “Francia tiene una relación atípica y tóxica con sus excolonias y la juventud africana la quiere reconstruir”
La directora presenta en España su documental sobre el franco CFA, un relato en forma de cuento tradicional sobre “la moneda de una historia compartida” entre Francia y sus excolonias
Cuando Katy Léna Ndiaye (Dakar, 1968) visualizó por primera vez aquel grupo de niños, filmados en un Senegal recién independizado en los años sesenta recitando a coro y de memoria la fábula El labrador y sus hijos de La Fontaine, no pudo sacárselo de la cabeza. Escrito en 1668, este relato, que fomenta el trabajo como garantía de prosperidad, formaba parte del programa educativo en el África colonial francesa y en la metrópoli, donde ella también lo aprendió. “No tiene el mismo sentido recitarlo en Francia que en África” explica tras la presentación de su documental El dinero, la libertad, una historia del franco CFA en España, a principios de mes de octubre, en el Festival Vasco de Cines Africanos Afrikaldia.
Estas imágenes encontradas en el Instituto Nacional Audiovisual (INA) francés la motivaron para contar en clave de cuento, durante casi dos horas, los entresijos históricos, técnicos y políticos de la moneda que une aún hoy en día a Francia con siete millones de personas que viven en sus excolonias africanas.
El FCFA se ha convertido en el símbolo del arsenal de instrumentos con el que el país colonizador mantiene su controvertida influencia en la región.La divisa, que emplean 14 países del continente, es vista como un vestigio del colonialismo. Su valor está ligado a la moneda que use Francia (antes franco, ahora euro) por lo que su tasa de cambio es fija. Desde mediados de la década de 2010 y por primera vez desde las independencias, movimientos juveniles y élites intelectuales han impulsado numerosas manifestaciones públicas en ciudades como Dakar, Cotonou, Libreville o Bamako y en la región parisina exigiendo su desaparición.
En una conversación sin reloj ni prisas, Ndiaye repasa su carrera de más de dos décadas como periodista en Bélgica, su salto al cine como realizadora y productora, su interés de representar “otra África” y su gran preocupación por dedicarle tiempo a las personas y a los temas. La película también se puede ver el 21 y el 24 de octubre en el Festival Internacional de Cine Invisible Film Sozialak de Bilbao.
Pregunta. ¿Qué pensó al ver a niños africanos recitar a La Fontaine?
Respuesta. De repente entendí esta fábula como la metáfora del franco CFA: el labrador es el Imperio (francés) que no quiere morir, por lo que, antes de hacerlo y para estar seguro de continuar existiendo, ofrece a sus hijos (los Estados africanos independizados) la receta que deben seguir: “No cambiéis nada”. Es una metáfora: el franco CFA es una mentira, una fábula, un cuento para no dormir.
P. Y a raíz de ahí usted decide contar su historia en forma de cuento. ¿Por qué usar este recurso en un tema tan técnico y complejo?
R. Lepoon liboon es una señal para comenzar un cuento en Senegal, pero también una fórmula para abrir un mundo surrealista, en el que para mí se sitúa esta moneda. Pregunté a un contador tradicional quién era legítimo para narrar y me respondió que aquella persona que se comprometiese a contar la historia hasta el final. Así que así lo hice. Me llevó ocho años.
P. Empieza con una anécdota, en Saint Louis, en su casa familiar. ¿En qué medida una moneda influye en lo cotidiano?
R. La economía y las finanzas parecen asuntos tan grandes que pensamos que no somos capaces de entenderlo y por eso lo delegamos a nuestros dirigentes…. Es algo inmenso, sin embargo, está presente en el cotidiano. “El franco CFA no lo es todo, pero está en todo”, dice uno de los entrevistados. Quise contar a través de una anécdota biográfica cómo nos relacionamos con el dinero. Mi abuela me daba una moneda antes de ir al mercado, para que lo gastase en lo que quisiera. A través ese gesto, los adultos nos han transmitido el franco CFA, y nos dan, a las siguientes generaciones, la responsabilidad de decidir qué hacer con ella.
P. ¿Qué simboliza esa moneda?
R. El franco CFA nos envía a una cadena, la de la trata negrera y la economía del esclavismo; a una cuerda, la del caballo de los trabajos forzados durante la colonia, sirviendo para enriquecer a los franceses en sus negocios con la metrópolis. Mantenerla fue condición para la independencia y no fue hasta su devaluación de 1994 que nos dimos cuenta de la gran violencia que hay detrás de ella: se nos redujo el poder de compra a la mitad. Ahora esta moneda nos envía a Europa, a la zona euro, con la que estamos ligados a través de Francia sin haberlo decidido. Es una historia compartida, que forma parte de nuestra herencia común para bien o para mal. Va más allá de la economía, va de gran política, del derecho a la autodeterminación.
P. En África el dinero se usa de forma diferente que en Europa. ¿Tiene esto consecuencias en la dependencia de la moneda?
R. El dinero en nuestras sociedades no es algo para guardar, sino para mover, y la persona que lo hace circular es útil porque hace funcionar a esa comunidad. Paradójicamente, el más rico es el que ha vaciado su cuenta, porque ha creado vínculos con muchas personas. Cuando se saluda a alguien se le da dinero como algo simbólico. Lo explica el economista y sociólogo camerunés Martial Ze Belinga en la película: si no controlamos la tasa de cambio (del FCFA con el euro), no podemos controlar la política interior del país. La soberanía es un elemento evocado constantemente en el documental. Uno de los entrevistados explica cómo funciona el poder blando francés en la región: bases militares, acceso a materias primas y moneda.
P. ¿En qué medida esta película nos aclara sobre lo que está ocurriendo actualmente en el Sahel?
R. Aunque no es una película de actualidad, la historia de la moneda ayuda a entender esa relación atípica y tóxica entre Francia y sus excolonias, que es la base de la reacción que se manifiesta en países como Malí, Níger o Burkina Faso y que, en el fondo, reclama la construcción de una nueva relación. Hay una saturación de una cierta juventud, que no puede explicar lo que pasa con palabras y tecnicidades como los expertos, pero que se siente excluida de esa relación asimétrica, que beneficia siempre a los mismos. Es hora de acabar con esa relación, hay que hacerlo rápidamente. No es un odio a Francia o a Europa, es un deseo de coger las riendas y decidir sobre nuestra propia suerte.
P. ¿Qué pretende con esta documental?
R. Es una película para la juventud: mi intención es preguntar a mi generación y a las siguientes qué vamos a hacer con esa historia que nos han legado. En todos estos años no ha habido un momento de reflexión sobre qué sociedad queremos crear por nosotros mismos y qué moneda necesitamos para ello. Es el momento de hacerlo, y de poner en marcha una utopía, introducir la imaginación para inventar otra relación con Europa.
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